La mayoría de las personas los hemos sentido y se han considerado como comunes y naturales, siempre y cuando éstos cuadren dentro de cierta medida y no falten al respeto, sin embargo, los celos tienden a presentarse en forma exagerada y llevar a cometer acciones violentas, contrarias al amor y a una sana vida en común.
Los celos enfermizos y
posesivos son el argumento ideal y pasional de la violencia en la pareja y
hasta suelen ser justificados socialmente. Mucho se ha dicho que el fondo de
los celos es la inseguridad de quien los sufre y el miedo de perder el amor,
pero esto no se agota en una situación meramente sentimental, ya que cuando una
relación está gobernada por esta aprensión, se torna en una relación de poder,
en la que una o las dos partes luchan por tomar el control del cuerpo, la mente
y el alma del otro(a).
Es necesario subrayar la
irracionalidad que entrañan los comportamientos de los celosos enfermizos y de
los argumentos encubridores que usan para legitimar su conducta, pues quien los
padece puede no ser plenamente consciente de los motivos de su actuación, ni
del perjuicio que acarrea en otros, para sí mismo y en la relación.
Cantaba José José: “Cuando vayas conmigo no mires a nadie, que tú sabes que yo no consiento
un desaire, que me sienta muy mal que tu vuelvas la cara, cuando tienes al lado
a quien tanto te ama, cuando vayas conmigo no mires a nadie, que alborotas los
celos que tengo del aire, que me sienta fatal cuando alguien que pasa, por un
solo momento distrae tu mirada”.
De esta forma, tanto en canciones o telenovelas, y entre otros medios,
los celos enfermizos son normalizados, lo cual de por sí resulta bastante ruin.
No obstante, si ponemos más atención podemos comprobar que es mucho más
recurrente que estas expresiones hablen de los celos que siente un hombre hacia
una mujer, como una manera de culpabilizarlas y perpetuar esta idea en la
cultura. Sin duda es algo que se viene arrastrando desde Eva, porque a las
mujeres se les califica de tentadoras, provocadoras, mientras que eso no sucede
para el hombre.
Los celos suelen presentarse cuando sentimos amenazada nuestra relación
con otra persona, la cual puede ser de amistad, amor, de pareja, familiar,
laboral o cualquier otro vinculo, que percibimos que puede quebrantarse o
incluso terminar. Desde muy temprana edad son externados y tienen que ver con
un acto totalmente egoísta.
Según los estudiosos han distinguido tres tipos de celos. En primer
lugar, los preventivos o de sospecha, que tienen la función de anticiparse ante
la posibilidad de que la pareja sea infiel. En segundo lugar, los reactivos también
llamados provocados o emocionales, que son la respuesta emocional negativa al
involucramiento de uno de los miembros en una relación con otra persona. Finalmente,
los ansiosos identificados como celos neuróticos o cognitivos, según los cuales,
el (la) celoso(a) genera imágenes de su pareja que se involucra con alguien.
Sin embargo, en el caso del hombre macho, estos tienen que ver además con un fuerte sentido de posesión, el suponer
que las otras personas le pertenecen, en especial la pareja y los hijos, y
estos son un medio de control, además, de ser una extrema absorción del uno con
el otro. Existe la premisa de que se puede disponer de la voluntad de los demás
sin ninguna reserva, es decir, se supone que es un estado deseable, aceptado
con gusto por aquellos en los que recae y hasta una manera de hacer sentir
elevada valía.
Dentro de esa posesividad, el hombre machista tiende a hacer
prohibiciones a su pareja. Por miedo a perderla no le permite ver a sus
amistades o familia, abundan frases como “Tengo que cuidarte porque te amo”. De
esta manera, se tiende a controlar todos sus movimientos, saber dónde está y con
quién. Se llega a revisar el celular bajo el pretexto de ver si sus amigos no
se están “propasando” con ella, pero él se negará a que le revisen el suyo,
bajo el supuesto de que “yo no tengo nada que esconder”, al final de cuentas es
para “protegerla”. La finalidad de estos celos es siempre tener el mando de la
situación, mantener la subordinación.
“Que no llegue tarde a casa, porque tú vas a venir, que no llame nunca a
nadie, me quieres solo para ti y criticas mis amigos y mi manera de vestir, ya
no sé qué hacer para verte feliz. Que no vaya muy pintada, me controlas la
mirada y me ves como una niña, no me dejas ser mujer y yo sé que es lo que
tienes, son los celos nada más, que rara es tu forma de amar” entonaba Sonia
Rivas.
La fórmula “peculiar
forma de amar” hace ver como admisible la conducta de un machista, bajo la idea
de un amor romántico, la cuestión es que, si
la pareja no muestra celos, entonces no hay un verdadero amor. De esta manera,
el hombre que no finge por lo menos sentirlos, y no se comporta lastimosamente
como si en verdad los sintiese, es desdeñado e insultado.
La triste realidad es que muchos hombres han asesinado, escandalizado y destruido
sus hogares porque la sociedad y su educación conspiraron para conducirlos a
esa conducta tan desdichada. La moral celosa no es considerada igual entre las diferentes
clases sociales, ciudades, niveles culturales y educativos, contextos
religiosos, rango de edades, sin embargo, un común denominador es que detona
violencia física, sicológica y patrimonial, envilece la condición humana y
acaba por abatir la confianza y la decisión de estar juntos.
Como en el caso de la obra de Otelo de William Shakespeare, donde Yago
empieza a insinuarle que Desdémona le es infiel con Casio. Y entre él y su
mujer hacen evidente la infidelidad de Desdémona ante los ojos de Otelo.
Convencido de que su esposa le es infiel, Otelo la mata estrangulándola.
Efectivamente, los celos afectan la relación de pareja y paulatinamente
van alterando la autoestima de ambos, al tener cada vez menos identificación y
forma de cumplir las expectativas mutuas, ya que al asociarse con la angustia,
a menudo desembocan en enojo contenido, expresado en violencia y si dura lo
suficiente, depresión y pocas ganas de vivir. También, cada pequeño incidente
se hace más grande de lo que es, por la suspicacia, malos entendidos e
interpretaciones que no se hablan ni se resuelven con consenso.
Se llega a pensar que los celos como cualquier sentimiento podrían ser
buenos sí logramos comprenderlos y controlarlos para motivar el mejoramiento de
las relaciones, lamentablemente en el mundo machista tienden al lado opuesto, generando
violencia contra las mujeres.