Cuánto tienes, Cuánto vales -El que paga, manda. -Es
niña, va a sufrir mucho. -Yo te pago hasta la risa. -Eres un indio. –Mujercito.
–Eres un jodido. No eres inteligente como tu hermano. Apúrate flojo. Ese viejo
solo nos está robando el oxígeno. Eres una albóndiga con patas, eres un hueso.
Cuatro ojos.
Mi padre me dice
“negra”, acaso ¿no se ha visto en un espejo?, él tiene la piel más obscura que
yo. ¿No se verá sus defectos?
Todos sin excepción hemos experimentado algún tipo de discriminación, y sin
duda alguna también la hemos ejercido en nuestro paso por la vida. La persona
que lo hace no se cuestiona el por qué lo hace, muchas veces segrega por
costumbre o por dejarse llevar por las opiniones de otros y sin razonar las
consecuencias y menos, sin ponerse en otros zapatos. Incluso algunas hipótesis en
el campo de la neurociencia apuntan a cierto enlazamiento de neuronas que nos
hacen actuar como por acto reflejo cuando discriminamos, a ello se les ha denominado
parcialidad implícita. Cuando alguien habla de médicos con mucha destreza
tendemos a imaginarnos a doctores antes que, a doctoras, aún más, no queremos
que nos atienda una doctora porque pensamos que no sabe.
Según el Consejo Nacional para la Prevención de la discriminación dice que
esta “es una
práctica cotidiana que consiste en dar un trato desfavorable o de desprecio
inmerecido a determinada persona o grupo, que a veces no percibimos, pero que
en algún momento la hemos causado o recibido.
Se llega a discriminar por creencias religiosas, por etnia,
por ser mujer, niño o niña, por ser joven, por ser adulto mayor, por tener una
discapacidad, por vivir con VIH, por ser migrante o refugiado, ser de color
diferente, por ser diferente, por tener una preferencia sexual no hegemónica,
por la condición social o económica, por tener un tatuaje, y ¿por cuantas razones
más?
Uno de los campos en
donde la ideología contamina de manera más evidente a la ciencia es en el área
de los estudios sociales, porque más que generar conocimiento y entendimiento
han sido sesgados para obtener justificaciones seudocientíficas afines a los
intereses supremacistas. Una de las discusiones bizantinas preferidas es el
análisis de cómo afectan al desarrollo intelectual los determinantes
hereditarios (genéticos) respecto de los ambientales (culturales), ese saber
sin duda ello ha arrojado implicaciones políticas, porque da el pretexto para
que un grupo de personas domine a otro.
Un exponente del determinismo biológico, que apoyaba la discriminación, fue
Paul Pierre Broca, médico anatomista y promotor de la antropología física, quien
alimentó la idea de que la inteligencia estaba relacionada con el tamaño y la
estructura del cerebro, e implantó una clasificación de tipos de cerebros, que de
forma tendenciosa ubicó a la gente blanca como la más inteligente, en segundo lugar,
a los asiáticos y por último a los negros como los menos capaces. Desde luego,
también apuntó que el cerebro de los hombres era más grande y potente que el de
las mujeres. En el exceso, ordenó por escalas jerárquicas santos y pecadores,
amos y siervos, clases sociales, razas y sexos y siempre trató de justificar
que dicho arreglo es inmutable por que las desigualdades se deben a diferencias
que establece la naturaleza.
Este tipo de escuelas de pensamiento generalmente utilizan las herramientas
matemáticas, que son necesarias soportar
estadísticamente estudios eminentemente científicos, como son las encuestas, pero
son habitualmente diseñadas y aplicadas con sesgo, sus hallazgos malinterpretados
y sacados de contexto, y de ellos se intenta extraer conclusiones desde el
punto de vista social que arrojan una visión reduccionista y esquemática de fenómenos
que son muy complejos y cambiantes.
Científicos como Carl Sagan desmantelaron las ideas del determinismo
biológico señalándolas como seudociencias que han hecho pasar por verdaderos
los prejuicios creencias y otros dogmas favorables a la perduración de las
injusticias.
En la actualidad es necesario estar muy atentos, ya que las redes sociales
suelen hacer pasar falacias como verdades, nos encontramos con los que predican
que los que nacen por cesárea no son hijos de Dios y no tienen un nacimiento
digno, tal es el caso que ni la gineco obstetricia ni la teología, sin ser
ciencia esta última, hablan de tal despropósito producto de la ignorancia.
La estigmatización de las diferencias y la justificación de las
desigualdades, conducen tarde o temprano a la insensibilidad, a la banalización
del mal y a la perpetración de los crímenes.
De este modo, en una sociedad donde de manera impune se ataca y se hace burla
de las personas en desventaja, con ello se legitima la violencia que va desde poner
motes y hacer memes hasta matar, ya que algunas personas se sienten con
derechos de agredir o incluso a privar de la vida. Una forma de justificar esta
conducta es demostrar que la agresividad está en nuestros genes, de una manera
menos visible, pero no menos grave, tenemos los casos en los que una persona
violentada es conducida de forma silenciosa al suicidio.
Lo peor de todo es cuando la discriminación daña la estima o el valor de
una persona, el afectado se siente señalado como persona conflictiva o cuya
condición genera conflicto, como el responsable de serlo, aunque sea de forma
involuntaria, cuando más bien es toda la sociedad responsable de ello, porque
no es capaz de generar las condiciones para que todos y todas se inserten de
forma digna y reconociendo que todos somos seres humanos, tan valiosos unos como
otros. Por un momento pensemos que la discapacidad motriz que sufren algunas
personas no se traduce en un obstáculo para su vida pública, si hubiera
suficientes rampas, elevadores, áreas reservadas en un transporte público
eficiente y suficiente, luego entonces, más que buscar pretextos de toda índole
para segregar, debemos exigir a las instituciones que se apliquen políticas
públicas para que todos y todas vivamos al máximo de nuestras capacidades
humanas y vivamos felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario