El sentido de la
vida constituye una cuestión filosófica sobre el objetivo y el
significado de la vida, o de la existencia en general. Este concepto se puede
expresar a través de una variedad de preguntas, tales como ¿Por qué
estamos aquí? o ¿Qué es la vida? ¿Vale la pena vivir? Esta
pregunta ha sido objeto de un gran estudio filosófico, científico, psicológico,
incluso teológico. Pregunta que depende de quien pone en duda su vida y que fue
arrojado al existir, pero también esta tiene dos puntos de inflexión; el
nacimiento y ante la inminente muerte.
Para los seguidores de
alguna religión, se podría suponer que la respuesta es sencilla y que la vida
siempre tiene un sentido, ya que la mayoría de las religiones ligan el sentido
de la vida en otras vidas o en servir y adorar a su Dios, además en estas se
dan alicientes para mantener la vida puesto que esta es un don de dios y solo
él la puede quitar. Además, está presente la esperanza de una vida mejor
después de la muerte, incluso el sufrimiento tiene sentido, saberse mortales
refuerza el valor de la existencia, como el regalo más valioso que uno puede
tener.
Alguna vez un grupo de jóvenes le preguntaron al filósofo
Adam Schaff, (1913-2006) sobre ¿Cuál era el sentido de la vida?, el suponía que
era una pregunta sin sentido, pues para algunos pensadores el propósito de la
vida no puede explicarse desde la propia vida por lo tanto la pregunta era
absurda, sin embargo, ellos lo persuadieron para dar una respuesta.” El que
pregunta por el sentido de la vida pregunta ante todo por el valor de la vida,
es decir, si vale la pena vivir o no. Menciona que para la gente que tiene una
religión tiene ya la respuesta ante tal cuestión, sin embargo, el considera que
lo más importante serían las consideraciones por las cuales se les debe de
mostrar el por qué debían vivir a pesar de todo.
El filósofo canadiense, Jean Grondin, escribió, en 1993, un
ensayo filosófico sobre el sentido de la vida, en el que menciona que solo el
hombre puede plantearse esa pregunta, y donde las respuestas religiosas se
basan en que la vida solo tiene sentido en la perspectiva de un más allá, donde
todo estará bien y todos los errores serán reparados. Mientras que los
humanistas abrazan el avance de la cultura y los vagamente hedonistas
(disfrutemos de la vida que solo hay una). El filósofo va concluyendo que debemos
de tener la capacidad de encontrarle un cierto sabor a la vida, el poder
experimentar el placer de estar vivo, de poder utilizar nuestros sentidos para
disfrutar y experimentar la vida, ya que poseemos un cierto sentido sensitivo,
al poseer una nariz, un olfato para la vida, así como de los cinco sentidos que
nos abren tanto al otro como al mundo.
Jean supone que la función principal de la filosofía es
quizás la de recordarnos lo que hace la vida digna de ser sentida. El menciona
que “el mensaje de Sócrates y de platón es claro: hay que vivir la vida como si
un día tuviera que ser juzgada, aun cuando se trate de la situación más
inverosímil del mundo” “solo se vive una vez, siempre y cuando no se
desperdicie la ocasión. Por eso debe ser posible articular y desarrollar la
esperanza que, desde siempre, confiere un sentido a nuestra odisea. Esta
articulación seguirá siendo necesariamente arriesgada, pero cómo no va a serlo
si la vida es una aventura”.
Por otro lado, Viktor Frankl público en 1945 “El hombre en
busca de sentido”, un libro que inspiro a millones de personas a asumir la
actitud de sí a la vida. Él vivió en carne propia los horrores del holocausto
por ser un prisionero más en Auschwitz y Dachau. Experiencia que el supero de
manera estoica y algo que tuvo muy claro tras sobrevivir su encierro y la
pérdida de su familia, fue que su propósito personal en este planeta no iría a
ser más que ayudar a los demás a encontrar su propio sentido de la vida, a elegir
su camino, bajo estos tres puntos: trabajar día a día con motivación, vivir
desde la esfera del amor y tener coraje en cada momento para hacer frente a la
adversidad.
Para él, el sentido de la vida no se pregunta, se
siente. Explica que todas las respuestas
ante nuestras dudas vitales no están en el exterior, es decir, que en los
libros nunca explicaran cual es nuestro propio sentido de la vida, pues este no
solo difiere de persona a persona, sino que nosotros tendremos un propósito
vital en cada etapa de nuestra existencia, esto es, que nuestros propósitos
irán cambiando con el tiempo a medida en que vamos creciendo como seres humanos,
lo importante es que cada objetivo nos confiera satisfacción y aliento para
levantarnos por las mañanas y luchar por aquello que deseamos. Y que ni nuestra
familia ni amigos tienen el derecho a dictarnos nuestros propósitos.
El sentido de la vida según él, está en hallar un
propósito, en asumir una responsabilidad para con nosotros mismos y para el
propio ser humano. Al tener claro un “por qué” ¿para qué quieres la vida?
Viktor Frankl solía dar una respuesta que debe invitarnos a
una reflexión, el ser humano no tiene la obligación de definir el sentido de la
vida en términos universales. Cada uno de nosotros lo debe hacer a nuestra
manera, partiendo de nosotros mismos, desde nuestro potencial y experiencias,
descubriéndonos en nuestro día a día.
El
destacado biólogo y filosofo chileno Humberto Maturana (1928-), menciona que,
para él, el futuro de la humanidad en realidad son los adultos, pues son ellos
quienes conviven con los infantes y jóvenes y en la convivencia es en donde se
realizan los cambios. El menciona que todos los seres humanos necesitamos vivir
una vida que tenga sentido, en la cual su quehacer sea congruente y armónico,
con un espacio más extenso que en su vida personal. Históricamente este sentido
se daba en un aspecto espiritual, cosa que se ha perdido en medio de la
modernidad. Existían rituales para los jóvenes en su paso de la niñez a la
madurez y que a la vez los integraban a su comunidad. Y actualmente, lo que las personas quieren es
sentirse integrados, saberse que pertenecen a su comunidad, pero ahora, generalmente
se imponen tantas normas que solo sí cumples tales y tales reglas se puede
pertenecer a su grupo social. “En la
actualidad lo que se hace es empujar a los jóvenes a un espacio mercantil,
carente de sentidos. Esos sentidos antes lo proporcionaban la familia, pero
también el colegio que tenía una cierta identidad.”
A este respecto, el destacado psicoanalista, psicólogo social
y filosofo humanista Erich Fromm, dentro de su concepción menciona que el ser
humano actual se identifica con los valores del mercado porque se ha
transformado en sí mismo en un bien de consumo y siente su vida como un capital
que debe invertirse provechosamente. El hombre se ha convertido en un
consumidor eterno. El valor humano se ha limitado a lo material, en el precio
que pueda obtener por sus servicios y no en lo espiritual, tales como el amor o
sus capacidades artísticas o deportivas. El gran problema es el consumismo y el
uso de servicios al máximo, incluyendo la obsesión al trabajo y la obtención de
bienes, asumiendo que si se poseen se tiene la felicidad completa.
El escribió en 1976 su libro “del tener al ser” donde plantea
que el concepto de felicidad se ha establecido como una meta y no como un
medio, donde se ha desviado la conducta hacia la satisfacción de los placeres
como una experiencia pasiva opuesta al amor, el bienestar y la alegría activos.
De ahí que el “ser” del hombre dependa del “tener”, pues en la sociedad actual
se ha mostrado que entre más posesiones materiales tengamos, más valor como
personas tenemos, es decir, se “es” porque “se tiene”.
Esto me recuerda el fragmento de la película Trainspotting 2,
donde Verónica le pregunta a Renton, ¿por qué Simón frecuentemente le dice?
“elige la vida” (choose life), y este le contesta que era un slogan de los 80,
que se aplicó no solamente a una campaña antidrogas, sino que fue extendido a
una industria de consumismo, a escoger prendas de diseñador para darle un valor
a nuestra existencia, en las cuales ofrecían no solo el producto sino ilusiones
al obtenerlos, le expresa las siguientes ideas: escoge lencería de diseñador
con la vana esperanza de darle un soplo de vida a una relación que ya esta
muerta, elige bolsos, terciopelo, zapatos altos, en fin para hacerte sentir lo
que todos creen que es ser feliz, elige Facebook, Tinder, Instagram Snapchat y
mil apps donde dices que tienes amigos que jamás conociste, cuéntale al mundo
lo que desayunaste con la vaga esperanza que alguien en algún lugar del mundo
le interese. Donde la interacción humana esta reducida a simples bites, elige
la promesa insatisfecha, elige nunca aprender de tus propios errores, elige ver
como la historia se repite.
A este respecto, el filósofo Guy Debord (1931-1994), afirma que
vivimos en una sociedad donde todos queremos ser visibles a cualquier precio,
porque si no nos mostramos no existimos, un ejemplo de ello es el por qué las
personas suben infinidad de fotos en Facebook, entre otros, sobre lo que hacen,
lo que comen, a donde van, etcétera. Menciona que el ser se convierte en un ser
pasivo incapaz de tomar decisiones. El supone que las personas en lugar de
vivir la vida, consume ilusiones de las cosas. Básicamente, el filósofo trata
de explicar que las personas hemos dejado de relacionarnos como realidades,
para pasar hacerlo como representación de las mismas.
De esta manera, Fromm propone que mientras más cultivemos
nuestro espíritu, menor será lo que poseamos y en consecuencia se reducirá el
temor a morir, pues enfocaremos nuestra existencia en vivir. Para el supone que
la vida consiste en lo que hagamos con lo que somos.
Alguna vez escuche que en la antigüedad la muerte era más
venerada que el nacimiento, pues en ella se reconocía al difunto todo lo que había
hecho por su comunidad, actualmente es al revés, se festeja el simple hecho de
haber nacido y que por este mismo hecho somos merecedores de “todo”, si bien en
cierto que somos seres únicos e irrepetibles, no creo que solo por el hecho de
nacer debemos de merecer “todo”, tal y como en últimos tiempos se ha manejado,
si retomamos este aspecto de la antigüedad, referente a lo que has hecho por
los tuyos, por tu comunidad, para lograr un respeto y un lugar en tu
mundo. Epicuro afirmo que el sentido de
la vida está en los demás, hay que vivir proporcionando el máximo placer al
prójimo y así la propia existencia tiene un valor porque mejora la sociedad y
asegura la convivencia.
Y a ti ¿Que te ata a la vida? o bien, ¿qué has hecho para
que se te reconozca o te valoren los tuyos?
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