El peso recae en quien lo vive.
El aborto es un problema de justicia social, de salud, de
igualdad y de género. En México existen 7 causales legales de interrupción del
embarazo; por violación, por alteraciones genéticas, imprudencia o culpa,
peligro de muerte, grave daño a la salud, inseminación no consentida y razones
económicas.
Cada año 227 mujeres son denunciadas, aunque se haya tratado de
abortos espontáneos. La mayoría tienen
bajos recursos y poca información. En casi todos los casos las denuncias son
realizadas por el personal de salud que al igual de las procuradurías las
tratan como criminales.
En una encuesta que realizó la organización “Católicas por el Derecho de Decidir”, reportan que un gran porcentaje de la población católica está
a favor del aborto y mencionan que en el Concilio Vaticano se aprobó que ellas tienen
el derecho de elegir si son madres o no, además, en el caso de un aborto, la
mujer no queda excomulgada automáticamente. En la ley de la iglesia que se
llama Derecho Canónico mencionan en el canon 1323; que no se puede castigar a
la mujer cuando es menor de 16 años, cuando ignoraba que infringía una ley, si
actuó de manera accidental, cuando actuó presionada por miedo o para evitar un
daño grave. Esto contrasta con lo que se suele difundir en
las escuelas pastorales, en las que los seglares a cargo, a veces ponen de su
propia cosecha, en cuanto a prejuicios y falacias se refiere, ya hasta la
situación cambia según la diócesis que se trate. Hoy día la iglesia trata de
ponerse al día en este y otros temas por la desbandada de fieles.
Un artículo publicado por Carolina Torreblanca, menciona que entre
2002 y 2016, la causa de muerte específica de 624 mujeres fue un aborto.
Mientras que solo el 7% de las mujeres que parió durante ese mismo periodo
tenía una escolaridad de preescolar, ese porcentaje sube hasta 23.4% en el caso
de las que murieron y que habían estudiado solo hasta ese grado, ignorancia
igual a muerte. Hace hincapié, en que es muy difícil tener cifras exactas de
las mujeres que abortan, ya que es una práctica criminalizada, además que esta
se realiza en plena clandestinidad. En el centro del debate está la idea de que
ellas no van a dejar de abortar, pero que su criminalización la vuelve una práctica
insegura por que no se hace en condiciones adecuadas.
Muchas
mujeres para abortar se introducen vía vaginal, en el mejor de los casos, hierbas,
otras utilizan instrumentos no esterilizados, como ganchos de ropa, incluso
hasta productos que lleguen a quemar las paredes de la misma. También están las
que llegan a consultorios clandestinos y son maltratadas, algunos médicos
abusan sexualmente de ellas o bien las denigran, con la posibilidad de que les
hagan un mal procedimiento y queden expuestas a infecciones y hemorragias
internas. Solo las que cuentan con los recursos económicos suficientes pueden realizarlo
en un hospital y salir bien libradas.
Sin duda alguna es un tema de múltiples
matices y es que en esta materia de la sexualidad se concentran diferentes
puntos de vista desde el familiar, lo político, económico, social, moral,
religioso, inteligencia y de género.
Sin lugar
a dudas, cualquier embarazo
es algo sorpresivo en cualquier mujer, porque durante la relación no se piensa
en ser fecunda, sin embargo, la noticia siempre es impactante, se puede
reaccionar con ilusión o con miedo, pero pasada esta emoción surgen otros
sentimientos, dudas y temores a partir de su historia personal. Muchas chicas
tienen miedo de anunciar a sus padres que están embarazadas, algunas toman la
decisión cuando ya ha pasado mucho tiempo. Otras tienen miedo de no recibir el
apoyo de su familia, ellas se sentirán señaladas y solas, siempre se sentirán
culpables de su estado, también en el caso de violación.
Por otro lado, si bien en cierto que
hemos avanzado en brindar educación sexual en primarias y secundarias sigue
habiendo prejuicios en especial por parte de los padres que no quieren que se
imparta, pues temen que se les quite la “inocencia”, ello implica que queden al
margen del conocimiento de su cuerpo y por lo tanto más expuestas. De cualquier
forma, ellas siempre serán las señaladas y culpables.
Muchas mujeres sufren de la falta de
información, otras son obligadas a la “llamada prueba de amor”, otras quieren
experimentar, otras por estar enamoradas, deciden tener relaciones sexuales,
pero, aun conociendo métodos anticonceptivos, ellas tienen miedo de pedir
expresamente a su pareja usarlos para no ser catalogadas como “güilas”, y en el
caso de que falle, suele ser “vistas como tontas por no saber cuidarse”, aun cuando
no hay un método 100 por ciento seguro. La libre decisión a seguir o
interrumpir el embarazo es lo menos que la sociedad les puede ofrecer.
El pasar
por un aborto voluntario es una situación que puede ser compleja y desafiante
en muchos sentidos para la mujer; algunas de ellas generan emociones y asumen creencias
que pueden perjudicar su equilibrio emocional, como es el caso de aquellas que
cargan sentimientos de culpa tras la interrupción de un embarazo, incluso por
años. Arrastran el peso de la religión, la condena moral que las culpabiliza
con expresiones como “pero bien que lo gozó, ahora que pague las consecuencias”.
A veces
se piensa solo en las mujeres que viven en las principales ciudades del país, y
no en aquellas que la mayoría de las veces ni tienen la opción de tener un condón
en las manos, muchos menos otros tipos de anticonceptivos como la pastilla del día
siguiente. Además, debemos tener presente que una relación sexual es de dos, en
la cual algunos hombres no permiten o se niegan a usar algún tipo de
anticonceptivo.
Existe un temor social mal infundado que,
si se legaliza el aborto, se abusará de este como método anticonceptivo, la
típica frase “No pueden estar abortando como ir al baño”, se cree que con eso
se fomentara “la irresponsabilidad”. Sin embargo, en la ciudad de México
después de haber practicado el procedimiento, se brinda información sobre
sexualidad y los métodos anticonceptivos para cuidarse, aunque las usuarias del
servicio señalan que no lo volverían hacer.
¿Qué pasa por la cabeza y el corazón de una mujer tras un
aborto? Tanto si es espontaneo e inesperado, como si es voluntario, se
identifican aspectos en común. El primero es el síndrome de culpabilidad, en el
caso de aborto espontaneo la mujer tiende a pensar que no se ha cuidado lo
suficiente su salud o que se ha esforzado más de la cuenta, entre otras ideas,
de cualquier modo, es un estado de ánimo que destruye por dentro.
El segundo factor que se debe tener en cuenta tras un aborto es
la ansiedad, evidente en el espontáneo, genera la duda de si la mujer se
volverá a quedar embarazada, si la pérdida sucederá otra vez o si hay distintos
factores amenazantes escondidos. En el caso del programado, la ansiedad
"pesa" más antes de tomar la decisión de interrumpir el embarazo,
unida a la inquietud de enfrentarse a un proceso quirúrgico. Ambos factores,
culpabilidad y ansiedad, están relacionados con la reacción del entorno de la
mujer antes, durante y después del aborto, sea espontáneo o programado, puesto
que su estado de ánimo es vulnerable a la opinión de los padres, los amigos, es
decir de su núcleo más cercano. Es muy importante, por tanto, descartar
cualquier tipo de reacción punitiva, juicio o sesgo.
Mucho se puede decir acerca del duelo por la muerte de un hijo
en la interrupción del embarazo espontaneo. Hay padres que lo viven de una
forma desgarradora y terriblemente desquiciante; sin embrago, hay otros que,
sin dejar de sentir dolor, pueden alcanzar un estado de tranquilidad y
resignación al cabo de un periodo de tiempo. En un proceso de duelo, en
ocasiones, entran en juego las creencias familiares, las culpas y las
obligaciones asignadas. La mujer que lo vive, sufre la perdida pues ya tenía
planes para la crianza, Sin embargo, la muerte gestacional puede derivar en
Trastorno de Estrés Postraumático, tanto en la madre como el padre.
Por otro lado, a muchas chicas se les obliga a continuar con un
embarazo no deseado, y se les ofrece la opción que den a su niño en adopción. De
cualquier modo, ellas no saldrán bien libradas del asunto, serán señaladas por
la sociedad como malas madres y continúan trayendo al mundo niños no deseados,
con riesgo de que lleguen a ser niños maltratados.
También, se les plantea la posibilidad de llegar a término y se
les presiona a recibir ayuda de grupos políticos. Uno de tantos casos, que se
viven día con día es como lo que le paso a Paulina del Carmen Ramírez Jacinto, la niña
que a los 13 años fue violada en 1999 y su proceso fue muy conocido en todo
México porque la iglesia y el Gobierno Panista de Baja California le impidieron
abortar. Ella asegura que debe ser la mujer quien debe decidir sobre su cuerpo
porque es suyo, según su opinión, su situación económica, sus sueños, y no
terceras personas, pues a ella y a su familia les hubiera gustado decidir su
destino. En su recuerdo quedó grabada la intolerancia de un gobierno que
trasgredió las leyes para impedir que interrumpiera su embarazo.
El gobierno de Baja California tardó seis años en resarcir -al
menos económicamente- el perjuicio que provocó una decisión administrativa
sustentada en creencias religiosas. La objeción de conciencia que pretextaron
los médicos del Hospital General para no interrumpir el embarazo de la
adolescente. Aun así, el Estado debió garantizar el cumplimiento de la
Constitución que establece que el aborto se encuentra en los márgenes legales
tratándose de una violación, como en este caso.
Mientras el aborto siga siendo criminalizado en el resto del
país, ya sea provocado o espontaneo, seguiremos viendo una serie de atrocidades
que pensaríamos que ya deberíamos de haber corregido en este siglo, con este
gran avance socio-cultural y tanta modernidad que hemos tenido, pero todavía en
algunos casos se impone la postura del doctor, el criterio de las autoridades, y
las presiones sociales, religiosas, familiares, psicológicas, en fin, tantos
factores que no han permitido que este asunto se resuelva como debería ser, a
favor de la salud de las mujeres.
En todo esto trasciende el temor de dar autonomía a las mujeres,
desmantelar el control de la vida y el control sexual sobre las mujeres y por
ello se ha escatimado a las mujeres el derecho a ejercer su autodeterminación.
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