“El miedo
es un dragón que tiene en la espalda un escudo blindado impenetrable. Al miedo
se le vence de frente” “El miedo es lo opuesto a la acción: cuando aparece no
nos deja actuar, nos paraliza”
Jorge Bucay.
Sin duda alguna, nuestras
emociones han sido muy importantes para la sobrevivencia, pues nos llevan a
reaccionar y a conectarnos con el mundo, lo que nos permite hacer frente a los
retos y a las dificultades de la vida y una de ellas es el miedo.
Todo ser humano siente temor
en situaciones de riesgo, ya que el temor se encarga de la supervivencia, así
de sencillo y de complejo. Decidir cuál es el límite entre lo seguro y el
peligro. Ante un estímulo en forma automática se provoca la secreción de
adrenalina y de otras hormonas que preparan al organismo para el combate o la
huida, al mandar la sangre a los músculos grandes como las piernas. Esta
sensación nos sucede ante un peligro real o imaginario. Todos lo experimentamos
y si no lo sintiéramos no sobrevivíamos, aunque todos lo percibimos de manera
tan diversa.
Se podría pensar que
muchos hombres machistas niegan sentir miedo, sin embargo, suele haber mujeres
que también lo hacen por las mismas razones que los primeros, el no querer
parecer cobardes o sentirse avergonzados, incluso a veces se llegan a severas
disputas donde pueden llegar a ser lastimados. El miedo es una reacción
adaptativa que nos ayuda a enfrentar cualquier emergencia, pero si este proceso
natural es frenado por “los verdaderos hombres que no le temen a nada”, puede
suceder que la persona tenga alguna
reacción inadecuada, como por ejemplo; algunos hombres expresan enojo cuando en
realidad tienen miedo.
Para intentar superar
nuestros miedos o no dejar que ellos controlen o condicionen nuestra vida, es
importante conocer que le sucede a nuestro organismo cuando este se presenta.
El primer impacto que sentimos es el susto, sobresalto o sorpresa. Estamos
tranquilos y/o implicados en algo, y de repente se presenta un estímulo inesperado. Como pudiese ser un
ruido muy fuerte, nuestro cuerpo se pone en estado de alerta y se encarga de
activar el sistema nervioso simpático, en caso de ser algo desagradable lo
llamamos susto, en caso contrario lo conocemos como sorpresa.
En este momento, nuestro
cerebro se encarga de activar las respuestas físicas de huida o bien para un
enfrentamiento físico, pues nuestro corazón bombea más sangre, los músculos se
tensan, los pulmones se encargan de dar más oxígeno al cuerpo y el estómago se
cierra. Como hay un aumento de adrenalina posibilita que algunas personas
actúen de manera más heroica, pero en algunos casos, el miedo nos paraliza y
somos incapaces de actuar durante algunos minutos, esta sensación es debida a que el sistema se bloquea y
respuesta psicológica impide que se gestione bien los efectos físicos del
miedo. Algunos animales se quedan paralizados para parecer muertos y no ser
parte de la cadena alimenticia.
Una vez que cesa el
estímulo que nos provoca el miedo, nuestro cuerpo se encarga de activar el
sistema nervioso parasimpático, que se encarga de devolver a su estado de
reposo todo lo que se había activado anteriormente, es decir, relaja nuestros
músculos, baja las pulsaciones, hace que el estómago vuelva a funcionar y calma
la respiración.
Estamos pasando hacia el temor
que es una preventiva para el organismo que nos alerta que algo malo puede
pasar. Es cuando estamos frente a un precipicio que nos dice asómate con
cuidado. Pero el miedo entra cuando la mente empieza a asociarlo con algún
evento pasado, a suponer lo que puede pasar, a relucir nuestra ignorancia, lo
que hemos oído o visto, en fin, a producir una sucesión encadenada de
pensamientos negativos que pueden llegar a ser altamente dañinos, pues
generalmente, tienden a ser expectativas exageradas, es decir, estamos creando
en nuestra mente una situación peor de la que existe, nos adelantamos a los
acontecimientos, para algunos esto les ayuda a tener una visión más amplia de
posibilidades para poder enfrentarlas, pues esta emoción cambia nuestra esfera cognitiva, percibimos
el mundo de un modo distinto y experimentamos las sensaciones con mayor
intensidad.
Muchas veces el miedo nos
impide razonar o actuar, es decir, nos quedamos paralizados y el pensamiento se
bloquea y esto nos hace sentir impotentes, sin saber cómo salir de esta
emoción. A veces nuestro cuerpo reacciona con taparnos o cerrar los ojos, sabemos que es ridículo, pero
es algo que es difícil evitar, pero en algunos casos, esta acción nos protege
de ver eventos que se nos queden gravados en la memoria y después nos estén
atormentando.
El miedo produce una serie de
consecuencias. El proceso mental se inicia sintiendo agobio y malestar, eso nos
indica que algo no va bien. Posteriormente, como nuestro cuerpo ha activado
partes del cerebro implicadas en este proceso, nos ponemos en estado de alerta
y, en algunos casos, actuamos rápido y con una supuesta valentía. Esta reacción
es similar al estrés, ya que enfoca
nuestra atención a unos pocos estímulos y pone en funcionamiento máximo a
nuestra mente. En casos graves puede llegar a inducir una parálisis completa
del cuerpo, sudoración fría o regresión a pensamientos de la infancia. Y en
casos peores producirse incluso la muerte por paro cardiaco.
Este estado de
alerta es el causante de los trastornos del sueño, como el insomnio, en las
personas con fobias o ansiedad generalizada. Cuando los procesos mentales dejan
de ser adaptativos, es el momento de actuar y de iniciar una terapia
psicológica que tenga por objetivo relajar nuestros miedos y calmar la mente.
Cuando el miedo se vuelve
una situación incontrolable, se convierte en ansiedad y podemos sufrir una
pérdida de autoestima en tanto que nos sentimos incapaces de controlar la
situación y, por lo consiguiente, nos sentimos vulnerables. Si vemos que la
manera de responder ante un peligro no es eficaz, nos sentiremos mal, e incluso
culpables, por no tener una conducta adecuada a la situación, es por eso que
muchas personas, en especial, las mujeres que sufren de violencia, no les es
fácil salir de su situación.
Además el miedo va aliado con otro de nuestros sentimientos, que
es la vergüenza y lo vemos claramente cuando tenemos que hablar en público,
donde se asume que se van a cometer errores y que se van a reír de uno. Estas
dos emociones puede dan pie a ser un generador de excusas. Estas están en nuestra
mente y solo nosotros mismos podremos superarlo, sin embargo, no es fácil, pues
esto nos provoca una retroalimentación que evita que nos deshagamos de esta,
fruto muchas veces de nuestras inseguridades.
Se han clasificado un sin número de miedos, como a la soledad, a
la enfermedad, a la muerte, al envejecimiento, al fracaso, al sufrimiento,
entre otros, muchas mujeres tienen miedo de rol de género, es decir, a dejar de
servir como madres o como amas de casa. A considerarse inútiles, puesto que se
les ha educado para vivir para los demás. En la actualidad, muchas madres que
no pueden dejar a sus hijos ni por unos momentos solos por miedo, entre no
poder ser una buena madre, que cuidan y protege tanto a sus hijos que cae en
una sobreprotección que es una forma de violencia hacia ellos.
Debemos recordar que el
miedo es un sentimiento totalmente natural, ya que hasta los animales lo
sienten, y lógico en algunas circunstancias, sentirse culpable ante esta
emoción es algo contraproducente e innecesario. En caso de querer mejorar
nuestras estrategias de afrontamiento, podemos utilizar la relajación para
manejar mejor las situaciones de miedo y ansiedad.
Al final no podemos
permitir que los miedos condicionen nuestras vidas, debemos superar algunos y entender que podemos
aprender de ellos. No debemos convertir el miedo en nuestro enemigo, pues tan
solo nos indica de la existencia de un problema y la posibilidad de resolverlo.
Para tratar correctamente esta emoción, es importante prestar atención a
nuestro cuerpo y manejar nuestros pensamientos, de este modo evitaremos que se
nos desborden y terminen por aparecer efectos físicos y psicológicos
incontrolables, como la ansiedad o las fobias.
Excelente artículo Lic Fernando, muchas gracias
ResponderEliminar