Desde que
nacemos hasta que morimos, siempre estamos comunicándonos, y para ello no
necesitamos hablar, utilizamos un lenguaje gestual, nuestras emociones y hasta
el silencio es una forma de participar, se dice que “el que calla, otorga”. Y
es que todo el cuerpo habla la entonación, las emociones y el entorno.
Cuando hablamos
creemos que la otra persona nos está escuchando y además pensamos que está
interpretando tal y como nosotros suponemos, sin embargo, el interlocutor,
algunas veces no nos está escuchando realmente, tal vez sus pensamientos están
en otra situación, puede que esté viendo la tv. o escucho un ruido y se
distrajo. Hay momentos en que no estamos poniendo atención y a veces solo escuchamos
palabras sueltas y se da una idea totalmente falsa o parcial de lo que sucede,
terminando en un “teléfono descompuesto”. Esto a veces nos sucede cuando escuchamos
en la radio una parte de la noticia y armamos una historia totalmente distinta.
A veces en
nuestro “narcisismo o egocentrismo” creemos que nuestra opinión es la verdad
absoluta y no queremos escuchar las
opiniones de otros. ¿Te ha pasado que tus familiares esperan que les adivines
lo que piensan? Que suponen que las cosas son tan obvias que deberías de haber
pensado por sus necesidades y si no lo haces se enojan. Y es que a veces damos por hecho las cosas.
De este modo, algunas personas no quieren decir lo que les pasa con la idea de
no querer molestar, sin embargo, ellos cuentan con una expectativa de querer
escuchar algo y si no es lo que ellos esperan, se sienten molestos, lo cual
genera un descontrol para quienes los rodean, por lo cual no se puede dar un
buen nivel de comunicación.
Suele haber una
mala comunicación cuando se dan instrucciones, donde para uno le es fácil pues
conoce el lugar o como realizarlo, mientras que para el segundo si lo es y a
veces no pregunta, para no parecer estúpido, por pena o simplemente, por temor
a ser juzgado.
Algunas
personas no aclaran las cosas para crear confusión y generar un beneficio para
sí mismas.
¿Conoces a
alguien que habla por los codos, pero no escucha a los demás y tampoco deja participar?
Si es así, ya habrás comprobado que puede resultar bastante molesto y cansado,
además de poco adaptativo. Y no tienen por qué ser malas personas, ni mucho
menos, pero ciertamente no deseamos compartir tiempo con ellas. Quizás sean
personas que tienen necesidad de ser escuchadas, para ello utilizar expresiones
del tipo: “como te decía…”, “disculpa que te interrumpa, quiero comentarte…”,
“volviendo al tema…”, “para concretar”. Este tipo de expresiones ayudarán a que
tu interlocutor tome conciencia de lo que es para ti importante tratar.
A veces estamos
tan predispuestos a querer hablar con alguien que ya imaginamos lo que nos va a
decir incluso, al iniciar la conversación insultamos a la persona con la que
queremos hablar o lo hacemos en un tono que es molesto, a veces de tipo
autoritario. Así mismo, cuando una persona quiere que la escuchemos prejuzgamos
a la otra, la criticamos
Sin duda
alguna, un adulto cuenta con más experiencia que un joven o un niño, quizás lo
que desean las madres es que no tengan los mismos errores que ellas tuvieron, y
por lo cual se quejan que ellos no las escuchan, la pregunta sería ¿quieren que
las escuchen o que las obedezcan?, acaso los padres suponen que una de sus
funciones principales es que siempre deberán de aconsejar a los hijos.
Nos olvidamos
de preguntar ¿Cómo quieres que te escuche? ¿quieres que te de una opinión? y entender que cuando se da un consejo, no
necesariamente se va a seguir, sino que será para tenerlo en cuenta.
Esto me recuerda lo que Jorge Bucay dice en un
texto: “Quiero
que me oigas, sin juzgarme. Quiero que opines, sin aconsejarme. Quiero que
confíes en mí, sin exigirme. Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por
mí”.
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