“Los hombres no lloran”, frase tan
gastada pero que todavía la seguimos reproduciendo sin entenderla o porque nuestra
inteligencia emocional no nos facilita otra reacción cuando vemos a un niño
llorar.
Desde niños nos enseñan a minimizar nuestro
dolor o llanto con el supuesto de que es algo privativo para las mujeres, los
hombres vamos aprendiendo a que se debe contener el lamento ante una caída o
golpe aunque produzcan mucho sufrimiento, el “aguántese, qué no es hombre?”
amedrenta para no mostrar cobardía y para soportar estoicamente cualquier tormento.
Cuántas veces no se ven en los juegos deportivos cuando un varón es lastimado y
la sociedad lo critica, lo ridiculiza con que “se hace el chillón, si no fue
para tanto!”, muchas veces hasta genera risa y burla.
De esta forma, la tristeza
y el dolor son catalogados como emociones femeninas, formulando la postura que
un “hombre nunca llora”, como si los sentimientos de las mujeres fuesen de
menor valor. Frases como “a mi no me afectan esas tonterías”, “a mi nada me
quiebra”, entre otras, son ideas que reprimen en el hombre adulto, el dolor y
la tristeza.
Seguramente te has topado con algún hombre que
al ver una película “romántica”, o en alguna otra situación, queda conmovido,
pero no puede llorar, aunque veas en él esa emoción a punto de estallar,
sencillamente se contiene y se disuelve en segundos. Sin embargo, solo existirán
momentos en que sí lo podrá demostrar, en
situaciones fuertes y excepcionales, como podría ser la pérdida de un ser
querido, casi siempre la madre, o cuando su corazón ha sido roto, y entre
bebidas embriagantes y canciones de dolor, traición y amor tóxico, los varones
podrán demostrar sus sentimientos sin ser criticados, aunque en realidad se
muestra la peor cara, las bajas pasiones, despecho, posesividad, celos,
violencia y machismo.
La tristeza tiene una función
adaptativa, al volver más lento nuestro funcionamiento metabólico, nos quita la
energía para distraernos y nos obliga a reflexionar sobre nuestro estado y a
procesar lo que nos haya sucedido. Es un pilar fundamental en el crecimiento
personal porque nos permite sostener un diálogo interno y escucharnos con calma.
Se encarga de generar un ánimo para el recogimiento y para dedicarnos tiempo a
nosotros mismos, para pensar y meditar en los cambios para cerrar etapas y
visualizar el futuro con convicción. Es necesaria para reintegrarnos como personas
después de habernos “hecho trizas” por cualquier causa: una ruptura, un
despido, una pérdida entre otros, el desapego en general.
.
Cuando te sientes decaído, los
circuitos cerebrales del dolor físico y emocional se enmascaran, esto no solo
ocurre en las áreas cerebrales relacionadas con el componente puramente
afectivo del dolor, sino también en las zonas relacionadas con la percepción
somática del mismo. En consecuencia, genera un impacto negativo sobre tu
cuerpo, sobre todo el sistema inmunitario, lo cual aumentará potencialmente el
riesgo de sufrir una enfermedad, sobre todo inflamatoria. Se ha comprobado que aumenta
la sensibilidad al frio, afecta al apetito, incrementando la predisposición de
que subas de peso, o bien de que puedas sentir que la comida no tenga sabor e
incluso que no genera bienestar alguno. También puede haber cambios en la
presión arterial y trastornos en el sueño y la concentración.
Las personas que no quieren demostrar
tristeza suelen presentar conductas evasivas como el abuso de drogas o el
alcohol, ya que su ego resulta ser mas fuerte que su dignidad y
responsabilidad, y eso es algo muy peligroso porque retrasa una solución de
fondo y agrava los problemas. Asumir que nos aqueja la tristeza y demostrarlo
también implica, sin embargo, entereza y honestidad, actualmente el machismo se
ha trasmutado en masculinidades frágiles y de cristal, que no toleran la
crítica y reaccionan de manera desproporcionada e hipersensible ante un mundo
que ha cambiado y que ha arrebatado en varios espacios y momentos el predominio
a los hombres, ese escenario tampoco es muy deseable.
Quizás el costo más alto de rechazar
que uno este triste, es el privarse del consuelo y la empatía de los demás, ya
que compartir esos momentos crea vínculos más profundos y nos acerca a
sentirnos más humanos y al entrañar un comportamiento recíproco hace que nos
apoyemos unos a otros en los momentos en los que mas nos necesitamos.
Cuando tengamos una igualdad de
genero será posible que al hombre se le permita expresar mas libre y
auténticamente sus sentimientos, pues, cuando ellos sufran por cualquier
motivo, podrán liberar el dolor y no serán tachados de débiles o poco hombres,
también lo harán sin que ello se vuelva una nueva forma de chantaje, asimilada
a un machismo encubierto.
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