No recuerdo en que momento de mi vida
leí el soneto de Sor Juana Inés de la Cruz: Hombres necios que acusáis a la mujer y durante años me estuvo dando
vueltas en mi cabeza, no sé si esta monja Jerónima fue una de las primeras
feministas, sin embargo, escribió este soneto en 1690, un clásico del barroco
novohispano, donde plantea que los hombres ocasionan el comportamiento sexual
femenino y ellos mismos lo censuran. Es una crítica a la postura del hombre
ante su actitud hipócrita, egoísta e impulsiva, donde deja claro su desacuerdo,
de la desigualdad y la injusticia hacia la discriminación de la mujer.
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
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Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
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Combatís su resistencia
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
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Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
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Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
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¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
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Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
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Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
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Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
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¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
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Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y queja enhorabuena.
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Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
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¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
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¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
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¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
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Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
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Bien
con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
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Hace una defensa a la mujer en el mundo patriarcal e injusto, muestra
los defectos de los hombres, los mismos para calumniarlas. Hace mención a dos
figuras de la mitología grecolatina, Lucrecia y Thais, la segunda una cortesana
ateniense la alude como símbolo de deshora y falta de moral, y Lucrecia una
mujer romana bella y honrada, quien acabo con su propia vida tras ser violada,
la coloca como un signo de pureza honestidad. Thais es la mujer que los hombres
pretenden como mujer, pero como esposa esta la honestidad de Lucrecia, son de
cualidades opuestas, pero reiteran la contradicción permanente de los hombres.
Siento que el soneto resume perfectamente este acontecer histórico dónde
las mujeres se sienten culpables, preguntándose si ellas hicieron o no algo
para provocar un ataque. Tanto las mujeres que han sido violadas u hostigadas
llegan a preguntarse si hicieron o no algo para provocar el ataque, así como también,
cuando una mujer sufre un aborto espontaneo,
cuando algún chico se masturba frente a ella en el transporte público, cuando
es acusada de darle pecho a su crio en la calle, cuando se pone ropa ajustada, mujeres que ocultan sus senos ante la mirada de
otros.
Y es que las mujeres desde niñas se les va
fomentando un sentimiento de culpa, por lo que hacen, por lo que no hacen, por
lo que piensan, sienten o dejan de sentir, por gozar de su sexualidad. Reclamando el derecho de poder
vestirse como quieran y no sentirse culpables de ello, si se arregla mucho, se interpretará
como que busca seducir, si no se maquilla, es que no cuida su apariencia. Si
usa falda corta o larga de cualquier modo tendrá connotaciones sexuales. De sentirse culpables por ser las
provocadoras, cuando en realidad, ellas no lo hacen con dolo. Existe una
doble moral que siempre pone en desventaja a las mujeres, donde se establecen
valores antagónicos para ambos sexos, en ellos se valoriza la “promiscuidad” y
en ellas la castidad, esta diferencia al contraponer intereses conduce a un
conflicto. Un hombre que acumula “conquistas” es admirado, mientras que si una
mujer hace los mismo afectará su reputación.
En la historia de la humanidad se crearon una jerarquía de
leyes y normas de conducta con el fin de establecer una convivencia entre las
personas, pero cuando estas normas no se cumplen el remedio es culpar y/o
castigar, por lo que “el origen de la culpa es social, aunque la experiencia de
la culpa sea personal”, Carlos castilla
El sentimiento de culpa esta determinado por factores
familiares, sociales, culturales, religiosos y personales, sentimos culpa ante
muy diversas situaciones y hay infinitas razones por las que a veces nos
sentimos culpables.
Actualmente, este concepto es una problemática central del
sujeto, ya que la culpa no solo tiene que ver con las acciones del sujeto, sino
también con los pensamientos, es decir con las fantasías de realizarlas. Es
aquí lo interesante, porque todo análisis se basa no en la exoneración de la
culpa de lo cometido, sino en la posibilidad de la verbalización de lo inconfesable.
La culpa llega a robarnos el sosiego y la felicidad, es un
sentimiento agrio y punzante que nos produce una intensa sensación de malestar,
se dice que es un arma de dos filos, como un sentimiento positivo, es para
darnos cuenta de que alguna acción que hicimos no fue de acuerdo a nuestra
ética moral y poder enmendarla, en este sentido, es como un barómetro que nos
ayuda a controlar nuestros impulsos, a ser más delicados con los demás y nos
induce a subsanar los daños producidos por otros. Sin embargo, como un
sentimiento negativo a veces nos zarandea y domina por completo el pensamiento,
hasta destruir cualquier resquicio de tranquilidad interior o hasta hacernos
sentir que perdemos la cordura, ya que este sentimiento no sólo es capaz de
manipular y controlar nuestras acciones y pensamientos, sino que puede lograr
que uno vaya en contra de su voluntad, metafóricamente hablando, puede ser como
una costra que tiene varias capas que necesitan ser sanadas para seguir con
nuestra vida, pues nos puede conducir al autocastigo. Y es que su base es el
sentimiento de la vergüenza, nos sentimos apenados por algo que hemos dicho o
hecho. cuando no podemos controlar nuestra conducta y reaccionamos de forma
agresiva y sentimos ira, o cuando actuamos de forma perversa o con dolo.
El concepto de culpa, en el ámbito jurídico, se define como
la omisión de la conducta debida para prever o evitar el daño; se manifiesta
por la imprudencia: que es la inexcusable negligencia con olvido de las
precauciones que la prudencia vulgar aconseja. Ante estas ideas, nos aparece la
culpa, al sentir que no fuimos lo “suficientemente precavidos” ante una
situación, dejar de cumplir un acto que el deber funcional exige o bien por la
falta de pericia, sabiduría, practica, experiencia y habilidad en una tarea específica.
Situaciones que por el simple hecho de desconocer o no tener una habilidad, no
deberíamos sentirnos culpables.
Dentro del Derecho se
menciona otro termino llamado “dolo”, el cual es la voluntad deliberada de
cometer un delito a sabiendas de su ilicitud, es decir, que implica la voluntad
maliciosa de engañar a alguien o de incumplir una obligación contraída. En este
sentido, la culpa debe surgir cuando hacemos daño a alguien y estamos
conscientes de ello, puesto que muchas veces llegamos a decir algo y eso puede
ofender al otro, pero no se tuvo la intención de hacer daño.
A veces se siente la
culpa por algo que no hicimos, pero creemos que tuvo que ver con nuestro
comportamiento o nuestro pensamiento, es una culpa que tiene que ver mas con un
carácter social e histórico, con una culpa históricamente asociada a la mujer
que tiene que ver con el sentimiento de vergüenza,
Desde hace cientos de años, la mujer ha sido vista
en varias culturas como un ser culpable, es especial, el judaísmo, cristianismo
y el islam, en ellas se ha tenido un fuerte rechazo a las mujeres por considerarlas
criaturas impuras y pecadoras, que han sido enviadas por demonios para
extraviar a los hombres, ser la tentadora, la que destapo todos los males, con el concepto de que son ellas los impedimentos de la
virtud y quienes conducen hacia todos los vicios, la impiedad y la ruina y que en el fondo les produce un profundo
sentimiento de vergüenza y pudor, (prueba de ello, ha sido que fueron obligadas
a cubrir su rostro y/o cuerpo).
En el
génesis a la mujer se le pone como aquel ser que incita a Adán a desobedecer a
Dios. En las cartas del apóstol San Pablo se dieron a entender las
características de la buena esposa. En ellas se recomienda que sea sumisa,
porque el marido es la cabeza de la mujer, como Cristo lo es de la iglesia.
(Ef5:239. En la Epístola a Timoteo establece que las mujeres deben vestirse
decorosamente, con pudor y modestia, recomienda que la mujer no domine al
hombre y se mantenga en silencio, puesto que se le debe obediencia y respeto a
este, ya que Adán fue formado primero y la mujer fue quien incurrió en el
pecado (1tim 2:15). Se puede apreciar como de aquí se desprendieron una serie
de consecuencias para la imagen de la mujer, como la de ser culpable, débil,
frívola y más tarde, emparentada al mal, asociada con los demonios y la brujería.
Muchos mitos
sobre mujeres fantásticas como las sirenas son seres mitad animal y mitad
mujer, por ejemplo; en el rey Lear de Shakespeare las describe: “De cintura
para abajo son centauros, aunque sean mujeres por arriba. Hasta el talle
gobiernan los dioses; hacia abajo, los demonios. Ahí está el infierno, las tinieblas, el pozo sulfúreo, ardiendo,
quemando; peste, podredumbre.
En la actualidad sabemos que las brujas fueron mujeres que
planteaban un desafío a la estructura de poder y eran conocedoras de
herbolaria. Sin embargo, en la historia de la psiquiatría de F.G. Alexander cita que “las
brujas acusadas aliviaban su culpa confesando sus fantasías sexuales en la
audiencia pública; al mismo tiempo, alcanzaba cierta gratificación erótica al
detenerse en todos los detalles ante sus acusadores masculinos”.
Hasta hace
poco las leyes seguían culpando a la mujer violada o con hostigamiento, también
lo podemos apreciar que hasta otras mujeres las juzgan como provocadoras, ya
sea por como se visten, por su caminar, por andar solas en las calles, por no
tener un hombre que las proteja, sin pensar que ellas mismas podrían ser parte
de ello.
Me enseñaron a avergonzarme de mi cuerpo, de
mis actos, de mis pensamientos, que lo que pienso es absurdo, aprendí a preguntarle
a la vergüenza cómo vestirme, sí ponerme faldas, de ir a la playa, de comer o
llorar en la calle, de ir sin sujetador, de salir con o sin maquillaje, no vaya
a ser que alguien pensara que voy buscando gustar, destacar. Anónimo.
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