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Hace tiempo, alguien me pregunto:
¿por qué una madre no acepta la muerte de un hijo cuando éste desaparece y su
cuerpo no es encontrado?
Vivir la muerte de un ser querido
es un evento doloroso. Significa dejar de convivir con esa persona y es para
nosotros una pérdida irrecuperable e irremplazable. Nos llena de tristeza y nos
embargan sentimientos de soledad y desamparo.
Aunque sabemos que la muerte es
un hecho cotidiano, es un tema que eludimos con frecuencia, a pesar de las
festividades anuales el Día de Muertos cada Noviembre mexicano.
Cuando sufrimos la pérdida de un
ser querido, que ha estado durante un tiempo considerable hospitalizado,
sufriendo alguna enfermedad terminal o bien de una persona anciana; en algunos
casos, no resulta tan doloroso, pues para muchos se comenta que “ya era de
esperarse” o bien “ya dejo de sufrir”. Sin embargo, en el caso del
fallecimiento de una persona que es víctima de un accidente o catástrofe natural, resulta más
doloroso, pues se considera que todavía “tenía vida por delante”.
Cuando nos anuncian la muerte
inesperada de un ser querido, comúnmente nos suele pasar que negamos el hecho,
no podemos dar crédito a tal aseveración, entramos en un estado de embotamiento
de sensibilidad y de negación. Uno se siente aturdido e incapaz de aceptar la
realidad. Queremos una explicación y buscamos a los posibles culpables de la
muerte.
Los rituales que le siguen a una
muerte son básicos para que la elaboración del duelo siga su curso, como pueden
ser: el certificado de defunción, el funeral y el entierro. Esto ayuda a que
uno tome conciencia de la muerte del ser querido.
Cualquier persona quiere contar
con las pruebas palpables de la muerte de un ser querido, pues la noticia en sí
misma causa una sensación de incredulidad. Tan importante es ver el cuerpo de
la persona amada e identificar su rostro, para poder aceptar su muerte. Es como
cuando a una persona le amputan algún miembro de su cuerpo o cuando una mujer
sufre un aborto, es necesario ver aquello que se ha perdido, para poder dar
crédito del suceso e incluso continuar con los rituales de entierro. Para
muchas personas, puede ser un duro golpe seguir en esa sensación de incredulidad de aquello que
estuvo con nosotros y que ya no veremos más. En el caso de un aborto, la madre
pensara que su hijo le fue robado.
Se dice que para una madre la muerte de su
hij@ es lo más doloroso e irreparable, pues generalmente ella espera ser
sepultada por sus hijos, por ser más anciana que ellos. Consideran que es mucho
el dolor del parto, como para que un hij@ se le sea arrebatad@.
En el caso de un@ hij@
“desaparecido”, como no hay un elemento tangible que dé fe de su muerte, los
padres de familia se quedan con la esperanza de que siga vivo. En estos casos
ni siquiera puede haber un certificado de defunción. Se cuenta que en muchos de
los casos de hijos desaparecidos, los padres guardan sus pertenencias y no
disponen de ellas, esperando su regreso.
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