martes, 20 de junio de 2017

¿a qué edad nos sentimos viejos?

En sociedades como la nuestra donde se exalta la juventud, llegar a los 60 es excluir a las personas de la actividad económica y social, ahora pareciera que la longevidad es sinónimo de decadencia, cuando antiguamente era sabiduría.
 Sin embargo, muchos jóvenes parecen haber sido siempre “viejos” –usando un toque peyorativo- pues se sienten arcaicos, prematuramente envejecidos no sólo en su aspecto físico sino en su estado anímico,  son personas entre los 40 y los 50 años completamente deterioradas que parecen ancianos. Unos gordos poco saludables, otros flacos cadavéricos, mal vestidos y abandonados en su apariencia.
Del otro lado, existen personas mayores de 60 años francamente envidiables, ágiles, en buena forma, elegantes e irradiando energía. Esto no significa que con los años, aún bien llevados no vengan algunas enfermedades y achaques. Es cierto, el cuerpo humano va sufriendo desgastes, llámeles por herencia, otros por circunstancias y accidentes, pero por supuesto que aquellos provocados son los que más pronto afloran, como el cigarro, el exceso de licor, la vida con estrés y la mala alimentación, entre otros.
A veces se critica a los “viejos” por sentirse jóvenes, “ya no están en edad de ponerse esa ropa, de salir a la calle, de bailar, de tener pareja, de, de, de, de,…”.
Y es que el concepto de vejez es tan relativo, afortunadamente, siempre hay seres extraordinarios que nos hacen ver que la vejez  no es sinónimo de decadencia, de vivir con problemas de articulaciones o bien estar  atados a un bastón o  silla de ruedas. Algunos ejemplos de ello está el ciclista francés Robert Marchand de 105 años de edad quien rompió record, demostrando  que a su edad se puede andar en bicicleta. Este hecho me recordó a Rosario Iglesias Rocha, mejor conocida como Doña Chayito, la atleta mexicana de 95 años; el Dr. Charles Eugster, suizo levantador de pesas a sus 93 años y vienen a mi mente los videos de mujeres octogenarias bailando o demostrando su elasticidad, como Tao Porchon-Lynch que a sus 98 años tiene una fuerza increíble y sus movimientos de Yoga lo demuestran, además baila increíblemente bien.
 Esto nos da un ejemplo de que llegar a ser un adulto mayor nada tiene que ver con estar encorvado o achacoso, ni con dolencias de articulaciones  o del uso del bastón o andadera. No existe la vejez, existe la edad interior, la que sentimos.
Es muy frecuente que las ideas que tenemos acerca de los ancianos sean erróneas, esto en parte se debe que reflejan creencias tan caducas y otras contradictorias, muchas de ellas basadas en ciertas concepciones filosóficas.  Eurípides decía “ AHORA QUE HE LLEGADO A LA VEJEZ, ¡COMO LA DETESTO¡”, en cambio Platón, predicaba “REPRESENTA UN GRAN PLACER CONVERSAR CON LAS PERSONAS DE EDAD. ELLAS HAN RECORRIDO EL CAMINO QUE TODOS DEBEMOS SEGUIR Y SABEN DÒNDE ÈSTE ES ÀSPERO Y DIFICIL Y DÒNDE ES LLANO Y FACIL “.
Jean Paul Sartre  dijo alguna vez, “Un viejo nunca se siente viejo. Mi vejez no es entonces algo que de por si me enseñe nada, como si lo hace la actitud de los demás con respecto a mí. La vejez es una realidad mía que no siento pero que otros perciben. Me ven y dicen: “ese viejo”. Y son amables porque pronto moriré: los otros son mi vejez”.
Envejecer puede ser algo hermoso si lo sabemos llevar, partiendo del entendimiento lógico del paso de los años y saber aceptarlo, preparase para ello física y mentalmente, saber llevar los años con dignidad, con optimismo e ilusión, pues no se trata de acumularlos sino de vivirlos. La vida es bella y hay que saberla vivir con acierto y dignidad. Hay tantas cosas que se pueden hacer, siempre y cuando se esté creciendo y aprendiendo, la edad no importa. Cuando las personas se detienen es cuando comienzan a ponerse viejos, el  ser útil nos hace sentir vivos.
La sociedad ve en los ancianos exclusivamente su comportamiento, su capacidad para relacionarse con las personas, con las cosas, pero no ve los afectos que revisten en su conducta. Los afectos es lo más valioso que el ser humano tiene. Podrán cambiar infinidad de situaciones pero al final de la vida lo que queda son los afectos. En los senescentes, los afectos son su riqueza y nadie se los podrá quitar.
Los ancianos  deben ser respetados en sus sentimientos y en sus afectos-El envejecimiento debe ser considerado una etapa de plenitud.                         

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