martes, 20 de junio de 2017

¿A qué edad se les debe hablar de sexualidad a los niños?

La sexualidad es el aspecto central del ser humano desde el nacimiento hasta su muerte; esta abarca el sexo, las identidades, los roles de género, los sentimientos, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. La sexualidad se vivencía y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos y creencias, actitudes, valores, conductas prácticas, papeles y relaciones interpersonales. Hablar de sexualidad implica al ser humano integral. Por lo cual, no se puede hablar de una sexualidad única, sino que existen tantas sexualidades como seres humanos en el mundo porque cada uno de nosotros posee una construcción individual de su sexualidad.
De esta forma, desde que nacen los infantes empiezan a recibir una educación sexual, que tiene que ver con el tipo de ropa que se les viste, el tipo de juguetes que reciben y hasta la manera en que se le habla, pero generalmente la pregunta va encaminada a cómo explicarles sobre la diferencia entre hombre y mujer, que son los besos, como nace un bebe, etcétera. Se puede charlar de sexualidad a partir de los 5 años,  pero todo a su nivel y de manera sencilla y directa. Uno de los mejores momentos es cuando ellos preguntan. Así que lo primero que debemos hacer es investigar que quiere saber sobre ese tema, ¿cuál es su idea?, ¿por qué lo cuestiona?, ya que ellos ya tienen formuladas algunas teorías sobre lo que están preguntando.
Cuando les hablamos a nuestros hijos sobre sexo, es importante adaptar la conversación a su edad. Si un pequeño de cinco años pregunta: “¿qué significa dar a luz?” podemos responder: “es cuando un bebé sale de la barriga de la mamá”. Si uno de diez años pregunta lo mismo, nuestra respuesta debe ser más detallada y podría comenzar así: “Después de que un bebé crece durante nueve meses en el útero de la mamá, sale por su vulva…”.
Brindar información adecuada a la edad les facilita a los niños entender que el sexo es una parte natural del ser humano y del desarrollo emocional. También hace que sea más sencillo hablar con ellos acerca de aspectos más complejos de la intimidad sexual a medida que crecen.
Cuando tu hijo esté en la escuela primaria, háblale acerca de los enamoramientos. Escucha cuando esté investigando acerca de los abrazos y besos, a muchos niños los besos les genera vergüenza quizás porque han formulado que después del beso nacerá un bebe.
Si tu hijo te hace preguntas, siempre respóndele con honestidad, no le ocultes la verdad. Si no sabes la respuesta, ambos pueden buscar en un libro o en internet. La honestidad siempre es la mejor política, eso le generará más confianza en ti. Habrá que evitar frases que lo descalifiquen o mitos sociales que lo confunden, por ejemplo: decir “Te lo diré cuando seas un poco mayor” o “La cigüeña trae a los bebes y vienen de Paris”.
 A veces da más pena a los adultos hablar al respecto que a los críos, ya sea, por prejuicios o mala información. Pero es que también están involucradas nuestras creencias sobre la vida, el amor, el noviazgo, el placer, el cuerpo, la masturbación, las relaciones sexuales, la amistad, la maternidad, la paternidad, tu propio yo, etcétera. Realiza un lista de tus creencias y pon una palomita a las que consideres positivas y un tache a las que puedan dañar a la sexualidad de tus hijos.
Esta educación hará la diferencia en ellos, por ejemplo, en algunas sociedades la llegada de la menstruación puede ser motivo de alegría, pensar que ya entra en el mundo de los adultos, poder ser madre, sentirse feliz y agradecida o bien como en nuestra sociedad donde se piensa que es algo horrible y vista como una enfermedad, cuando la madre le dice, “pobrecita ya empezaste con esa friega

En la sexualidad se ven involucrados los pensamientos religiosos, los sociales, la manera en que la sociedad te trata de acuerdo con tu sexo y la forma en cómo aprendiste a pensar, sentir y actuar como hombre o como mujer.  El no transmitir las creencias erróneas a nuestros hijos  ayudara a futuras generaciones a no tener ideas que no les ayuden a crecer.

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