En los orígenes
de las sociedades, en algunas culturas a la mujer menstruante, se le hacía
pasear por el campo con la finalidad de que su sangre fertilizara la tierra.
Para otras culturas se le ha considerado impura o bien se ha asociado a
cuestiones mágicas o de maldición, siempre teniendo una imagen negativa.
Todavía en 1970 no se le permitía a las mujeres menstruantes donar sangre o preparar ciertos alimentos,
incluso tener contacto con el vino, hasta el baño diario les estaba prohibido.
Ante este contexto,
para muchas mujeres que se encuentran en
la edad senil piensan que todo lo
relacionado a la sexualidad es algo sucio y vergonzoso.
Para ellas les
es fácil recordar el miedo que sintieron
al tener su primera menstruación, pero tienen más presente la falta de una clara información y la falta de apoyo de su madre.
Seguramente su
madre, al sucederle lo mismo, le repite la misma cantaleta que su abuela le dijo:
” Esta ya empezó con sus cochinadas” “que
nadie se entere que estas en tus días” “búscate unos trapos, rasga una sábana
vieja y póntelos” así, sin más explicación que lo que le pasaba a su cuerpo, las
hizo sentir avergonzada, sentirse
vigilada mes tras mes, sin comprender que es lo que le sucedía a su cuerpo. Las
burlas y las expresiones de los adultos que las hacían suponer que ellas ya
entendían todo lo relacionado con la sexualidad, que en realidad, no lograban
entender la relación de su regla con la
fecundidad.
Quizás algunas
más jóvenes recibieron información en la escuela secundaria, pero, aun esta no
fue lo suficientemente clara o bien suponían que eso no tenía que ver con ellas. La información que se
recibe en la escuela, generalmente no concuerda con lo que uno espera.
Con la aparición
de la menarca su mundo cambio. Empezaron a tener más prohibiciones, como no
bañarse con agua fría, no consumir limón, no jugar juegos rudos, dejar de jugar
o estar cerca de sus amigos hombres, y más control si había sospecha de tener
novio, todo eso conllevo a que ellas se sintiesen sucias, que lo relacionado a
su sexualidad era algo malo o vergonzante.
El miedo de ser
descubierta hasta por los hermanos de ver los “trapos manchados de sangre”,
lavarlos a escondidas, la incomodidad de usarlos, estar todo el día al
pendiente de no ensuciar su ropa y dejar una mancha que las delatara, el tenerse que comportar como una “señorita”
que no quedaba claro cómo debían de actuar.
Para muchas es tal
es la vergüenza que consideran fea su propia vulva o nunca se han atrevido a
verla, incluso consideran que es malo o sucio explorarse los senos para
detectar alguna anomalía.
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