Siempre mujeres,
cumpliendo oficios que se entretejen sin tener fin. Ser costureras, ser
cocineras, recamareras y planchadoras; ser enfermeras y lavanderas, también
meseras y educadoras. Muy diligentes, afanadoras, a sus familias las dejan
listas, rumbo a la escuela o hacia el trabajo para que puedan checar las
listas. Se daba cuenta de sus afanes y de los cines sabía un carajo. Para ellos
siempre la vida es seria, pero se ahogaban en la miseria.
Amparo Ochoa.
En 1934, bajo el
espíritu nacional sindicalista del gobierno de Franco, en España se crea un
grupo de mujeres que tenían la finalidad de fomentar en la sociedad, en
especial de las casadas, una figura particular de madre y esposa sumisa como
prototipo femenino, para lo cual hicieron en primera instancia una clara
separación entre el mundo masculino y el de las féminas, inculcándoles a ambos
actividades y profesiones distantes, por ejemplo, a la mujer actividades
relacionadas con el cuidado del varón, secretarias, enfermeras, mientras que al
otro, ingeniería, abogacía, etc.
Este grupo realizó
una Guía para la Buena Esposa, con la finalidad de tener una preparación
de la mujer para el matrimonio, que para empezar, sentenciaba que ella se
levantara más temprano y que se acostara más tarde, para que él pudiera verla
siempre linda y alegre. En realidad, con ese manual ellas tendrían tanto
trabajo que no podían tener un momento de tranquilidad. Entre las
recomendaciones estaban las siguientes: “Ten preparada una comida deliciosa para
cuando él regrese del trabajo, pues viene de tener un duro día de trabajo y
necesitará un poco de ánimo, así que ofrécete a quitarle los zapatos, habla en
tono bajo, relajado y placentero. Preocuparte por su comodidad te proporcionará
una satisfacción personal inmensa. Escúchale, déjale hablar primero; recuerda
que sus temas de conversación son más importantes que los tuyos. Nunca te
quejes si llega tarde, o si sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti.
Intenta comprender su mundo de tensión y estrés, no le pidas explicaciones
acerca de sus acciones o cuestiones, su juicio o integridad. Recuerda que es
quien sostiene la casa. Los intereses de las mujeres son triviales comparados
con los de los hombres, limpia la casa en la mañana y de nuevo en la tarde para
que la vea siempre limpia. Cuando os retiréis a la habitación, prepárate, la
higiene femenina es de máxima importancia, recuerda que debes tener un aspecto
inmejorable a la hora de ir a la cama (...) si debes aplicarte crema facial o
rulos para el cabello, espera hasta que esté dormido, ya que eso podría
resultar chocante a un hombre a última hora de la noche. En cuanto a las
relaciones íntimas con tu marido, es importante recordar tus obligaciones
matrimoniales: Si él siente la necesidad de dormir, que sea así, no le
presiones o estimules. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede
humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante
que la tuya. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu
parte es suficiente para indicar cualquier goce que haya podido experimentar.
Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te
quejes. Recuerda ajustar el despertador para levantarte un poco antes que él
por la mañana, esto te permitirá estar lista para cuando el despierte.”
En nuestro país, a
la manera de nuestra propia idiosincracia, también sucedió y sigue sucediendo
que la mujer al casarse queda concebida como esposa-madre y ama de casa, la
mujer no sólo tiene que llevar a cabo su labor maternal, de ocuparse de sus hijos y de
su esposo, sino también de realizar las labores de la casa, como lavar,
planchar, cocinar, barrer, trapear, reparar, etcétera, responsabilidades como
ama de casa. Sin embargo, sufre un desgaste más por estar pendiente de que todo
funcione a la perfección, por estar a cargo de la economía familiar; que el
dinero sea suficiente para pagar la luz, agua, gas, vestido, alimentos, estar
anticipada ante los eventos posibles, ya sea en el cuidado de los hijos o con el
consumo de abarrotes, que si ya se va acabar el papel higiénico, el aceite, etc.
Y, si es ayudada por alguien con las labores domésticas, éstas deben ser realizadas
tal y como le fue enseñado, aunque algunas de estas rutinas puedan parecer irracionales
o hasta anticuadas. La cuestión es que se ha obligado a las mujeres a apropiarse
de la idea de ser una buena esposa y temen ser criticadas por no tener una casa
limpia como lo dicta su tradición.
A este respecto, la doctora en psicología, Lore Aresti de
la Torre en 1983, realizó un planteamiento “mujer… ¿qué te lleva a la locura? Donde analiza el
destino femenino al referir que “hoy en día la mujer socialmente sana y
aceptada, deberá permanecer en una especie de infantilismo o inmadurez
perpetua, optando por el matrimonio y permaneciendo en él (solteras,
divorciadas y lesbianas son sospechosas). Parirá algunos hijos, [tenga o no muy
claro su deseo por la maternidad], dando así prueba de su ‘instinto maternal’.
A partir del momento en que tenga hijos, esa mujer hasta el momento ciudadana
de segunda, deberá convertirse en una profesionista interdisciplinaria, siendo
guía y conformadora de nuevos seres, sin permitirse en ningún momento
evidenciar su angustia, sus dudas, sus miedos, su vacío y sus necesidades (…)
si no lo logra, prontamente será ‘culpabilizada’ por la sociedad y por los
técnicos de la salud como mala madre, responsable absolutamente de los
conflictos, carencias y neurosis de sus hijos”.
Por otro lado, la psiquiatra Sylvia Berman y
colaboradores, en 1977 señalaron que el trabajo doméstico carece de estímulos,
puesto que se toma como una actividad exclusiva, de responsabilidad de la
mujer, y que cuando constituye la única tarea, la aísla y la embrutece. Para
sostener la idea de que “el trabajo doméstico por no ser remunerado no favorece
la autoestima ni el aprecio de los demás” apuntan que cuando la mujer permanece
separada del contacto humano e incomunicada, tiende a conducirse de manera
pasiva y su participación social sólo se ve realizada a través de su familia o
de sus vecinos, lo cual conduce a que se desvalorice paulatinamente como mujer,
perdiendo el interés por lo sexual, lo ideológico, lo político y lo social.
Las tareas domésticas interminables, el manejo del
presupuesto del hogar, las compras, la cocina, las visitas al médico, el
cuidado de la salud, etc. son los aspectos cotidianos de la vida familiar que
se vuelven desgastantes. Para la mujer la multiplicidad de roles, el papel de
cuidadora de niños y niñas, de personas ancianas y enfermas, dificultades
matrimoniales, llegada de los hijos, hijos adolescentes rebeldes, más los problemas
económicos, de comunicación, el divorcio, la viudez, aunado todo ello a la
imposibilidad de gozar de un tiempo propio y a la desvalorización social y
económica del trabajo reproductivo, han contribuido a que el trabajo doméstico
constituya un elemento potenciador de estrés físico y mental, con mayores
niveles de depresión y de adicciones como el alcohol, ludopatía, dependencias
afectivas, el abuso de redes sociales y uso del celular, etc.
Por su parte, la maternidad es un hecho social que
proporciona identidad a las mujeres como reproductoras, tanto de la especie
como de la propia dinámica social. Además de la procreación, incluyendo la concepción,
gestación, parto y lactancia, las mujeres realizan un conjunto de quehaceres
invisibles a través de una especie de servidumbre voluntaria para el cuidado y
cumplimiento de las necesidades vitales de otros. Esto exige un alto grado de
subordinación y a su vez, un gran desgaste físico y emocional.
Como si no fuera suficiente, la mujer casada que tiene
que trabajar, porque el dinero es insuficiente para la economía familiar, su
carga se ve duplicada, puesto que el marido le da permiso de laborar siempre y
cuando cumpla con sus obligaciones como madre y esposa.
En nuestro país los comerciales de productos de limpieza
siguen planteando que el aseo de la casa es responsabilidad únicamente de la
mujer-madre, aunque algunos comerciales argentinos, empiezan a hacer más
regular la presencia de hombres barbados trapeando el piso, con la máxima de
que ello tiene que ver con cuidar la salud de los seres queridos. No es
casualidad que en ese país recientemente se haya legalizado al nivel nacional
el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, en lo que hace a la
interrupción del embarazo. Los mercadólogos no son tontos, saben que las
mujeres se han hartado de que se les vea como máquinas de hacer quehacer, el
ahora ex presidente Fox también pasó al basurero de la historia con una de sus
expresiones más lamentables cuando se refirió a las mujeres como “lavadoras de
dos patas”.
En las sociedades pre capitalistas todos los miembros de
la familia tenían repartidas las tareas domésticas y de cuidados familiares, en
ellas participaban niños, adolescentes, adultos y viejos. La limpieza del hogar
y el cuidado de los más vulnerables es una tarea que debe ser repartida por
todos los miembros de la familia, ya que todos forman parte del grupo, habitan
bajo el mismo techo, todos ensucian y todos se benefician de pertenecer a la
misma unidad familiar. Actualmente la perspectiva de género, conceptualiza esto
y lo denomina corresponsabilidad, por ejemplo, está bien que se les de permiso
a las mamás para que falten a su trabajo para atender a los hijos enfermos,
pero… ¿Por qué siempre sólo la madre?, ¿Y el padre dónde está?. También, así
como hay licencia de maternidad, el padre debe contar con el mismo respaldo
laboral que la madre para cuidar y disfrutar a los bebés en sus primeros meses,
y alternarse en esta tarea.
En los desarrollos mas recientes, se habla de la economía
de los cuidados, que junto con otros enfoques aborda el reconocimiento del
valor monetario del trabajo doméstico en cuanto a su aportación a la sociedad y
a la economía. Según estimaciones el trabajo doméstico representa el 23.3% del
Producto Interno Bruto de México, unos 4.6 billones de pesos, mucho dinero, ya
que si los trabajadores son productivos para las empresas que los emplean, es
porque alguien cuida de ellos y de sus hijos, y ello forma parte de una
reproducción de su fuerza de trabajo y del valor agregado que generan y que se
convierte en riqueza nacional.
Derivado de la creciente incorporación de las mujeres en el
mercado laboral, pero ciertamente también pensando en los hombres, la perspectiva
de género asimismo nos ha facilitado el concepto de la conciliación entre la
vida laboral y la vida privada. ¿Por qué a las mujeres se les rechaza en
ciertos trabajos en los qué supuestamente se exige mucho?, ¿Por qué por ser
hombres algunos trabajadores deben aguantar condiciones de trabajo inhumanas
como jornadas extendidas más allá de la lógica, o no tener siquiera hora de
comida? El ser mujer u hombre no justifica que unas u otros estén condicionados
por esta contradicción entre la vida privada y laboral, que a veces es más
imaginaria que real.
El debate teórico, y aún mas, las nuevas realidades
sociales nos ponen ante nuestros ojos, nuevas formas de asumirnos como mujeres
y como hombres, estas nuevas oportunidades para mejorar, generadas por el afán
de igualdad, representan opciones para ganar-ganar, todos saldremos ganando sin
duda.