viernes, 24 de agosto de 2018

La mujer y el trabajo invisible.


Siempre mujeres, cumpliendo oficios que se entretejen sin tener fin. Ser costureras, ser cocineras, recamareras y planchadoras; ser enfermeras y lavanderas, también meseras y educadoras. Muy diligentes, afanadoras, a sus familias las dejan listas, rumbo a la escuela o hacia el trabajo para que puedan checar las listas. Se daba cuenta de sus afanes y de los cines sabía un carajo. Para ellos siempre la vida es seria, pero se ahogaban en la miseria.

Amparo Ochoa.

En 1934, bajo el espíritu nacional sindicalista del gobierno de Franco, en España se crea un grupo de mujeres que tenían la finalidad de fomentar en la sociedad, en especial de las casadas, una figura particular de madre y esposa sumisa como prototipo femenino, para lo cual hicieron en primera instancia una clara separación entre el mundo masculino y el de las féminas, inculcándoles a ambos actividades y profesiones distantes, por ejemplo, a la mujer actividades relacionadas con el cuidado del varón, secretarias, enfermeras, mientras que al otro, ingeniería, abogacía, etc.
Este grupo realizó una Guía para la Buena Esposa, con la finalidad de tener una preparación de la mujer para el matrimonio, que para empezar, sentenciaba que ella se levantara más temprano y que se acostara más tarde, para que él pudiera verla siempre linda y alegre. En realidad, con ese manual ellas tendrían tanto trabajo que no podían tener un momento de tranquilidad. Entre las recomendaciones estaban las siguientes: “Ten preparada una comida deliciosa para cuando él regrese del trabajo, pues viene de tener un duro día de trabajo y necesitará un poco de ánimo, así que ofrécete a quitarle los zapatos, habla en tono bajo, relajado y placentero. Preocuparte por su comodidad te proporcionará una satisfacción personal inmensa. Escúchale, déjale hablar primero; recuerda que sus temas de conversación son más importantes que los tuyos. Nunca te quejes si llega tarde, o si sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti. Intenta comprender su mundo de tensión y estrés, no le pidas explicaciones acerca de sus acciones o cuestiones, su juicio o integridad. Recuerda que es quien sostiene la casa. Los intereses de las mujeres son triviales comparados con los de los hombres, limpia la casa en la mañana y de nuevo en la tarde para que la vea siempre limpia. Cuando os retiréis a la habitación, prepárate, la higiene femenina es de máxima importancia, recuerda que debes tener un aspecto inmejorable a la hora de ir a la cama (...) si debes aplicarte crema facial o rulos para el cabello, espera hasta que esté dormido, ya que eso podría resultar chocante a un hombre a última hora de la noche. En cuanto a las relaciones íntimas con tu marido, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: Si él siente la necesidad de dormir, que sea así, no le presiones o estimules. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la tuya. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que haya podido experimentar. Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes. Recuerda ajustar el despertador para levantarte un poco antes que él por la mañana, esto te permitirá estar lista para cuando el despierte.”
En nuestro país, a la manera de nuestra propia idiosincracia, también sucedió y sigue sucediendo que la mujer al casarse queda concebida como esposa-madre y ama de casa, la mujer no sólo tiene que llevar a cabo su labor maternal, de ocuparse de sus hijos y de su esposo, sino también de realizar las labores de la casa, como lavar, planchar, cocinar, barrer, trapear, reparar, etcétera, responsabilidades como ama de casa. Sin embargo, sufre un desgaste más por estar pendiente de que todo funcione a la perfección, por estar a cargo de la economía familiar; que el dinero sea suficiente para pagar la luz, agua, gas, vestido, alimentos, estar anticipada ante los eventos posibles, ya sea en el cuidado de los hijos o con el consumo de abarrotes, que si ya se va acabar el papel higiénico, el aceite, etc. Y, si es ayudada por alguien con las labores domésticas, éstas deben ser realizadas tal y como le fue enseñado, aunque algunas de estas rutinas puedan parecer irracionales o hasta anticuadas. La cuestión es que se ha obligado a las mujeres a apropiarse de la idea de ser una buena esposa y temen ser criticadas por no tener una casa limpia como lo dicta su tradición.
A este respecto, la doctora en psicología, Lore Aresti de la Torre en 1983, realizó un planteamiento “mujer…  ¿qué te lleva a la locura? Donde analiza el destino femenino al referir que “hoy en día la mujer socialmente sana y aceptada, deberá permanecer en una especie de infantilismo o inmadurez perpetua, optando por el matrimonio y permaneciendo en él (solteras, divorciadas y lesbianas son sospechosas). Parirá algunos hijos, [tenga o no muy claro su deseo por la maternidad], dando así prueba de su ‘instinto maternal’. A partir del momento en que tenga hijos, esa mujer hasta el momento ciudadana de segunda, deberá convertirse en una profesionista interdisciplinaria, siendo guía y conformadora de nuevos seres, sin permitirse en ningún momento evidenciar su angustia, sus dudas, sus miedos, su vacío y sus necesidades (…) si no lo logra, prontamente será ‘culpabilizada’ por la sociedad y por los técnicos de la salud como mala madre, responsable absolutamente de los conflictos, carencias y neurosis de sus hijos”.
Por otro lado, la psiquiatra Sylvia Berman y colaboradores, en 1977 señalaron que el trabajo doméstico carece de estímulos, puesto que se toma como una actividad exclusiva, de responsabilidad de la mujer, y que cuando constituye la única tarea, la aísla y la embrutece. Para sostener la idea de que “el trabajo doméstico por no ser remunerado no favorece la autoestima ni el aprecio de los demás” apuntan que cuando la mujer permanece separada del contacto humano e incomunicada, tiende a conducirse de manera pasiva y su participación social sólo se ve realizada a través de su familia o de sus vecinos, lo cual conduce a que se desvalorice paulatinamente como mujer, perdiendo el interés por lo sexual, lo ideológico, lo político y lo social.
Las tareas domésticas interminables, el manejo del presupuesto del hogar, las compras, la cocina, las visitas al médico, el cuidado de la salud, etc. son los aspectos cotidianos de la vida familiar que se vuelven desgastantes. Para la mujer la multiplicidad de roles, el papel de cuidadora de niños y niñas, de personas ancianas y enfermas, dificultades matrimoniales, llegada de los hijos, hijos adolescentes rebeldes, más los problemas económicos, de comunicación, el divorcio, la viudez, aunado todo ello a la imposibilidad de gozar de un tiempo propio y a la desvalorización social y económica del trabajo reproductivo, han contribuido a que el trabajo doméstico constituya un elemento potenciador de estrés físico y mental, con mayores niveles de depresión y de adicciones como el alcohol, ludopatía, dependencias afectivas, el abuso de redes sociales y uso del celular, etc.
Por su parte, la maternidad es un hecho social que proporciona identidad a las mujeres como reproductoras, tanto de la especie como de la propia dinámica social. Además de la procreación, incluyendo la concepción, gestación, parto y lactancia, las mujeres realizan un conjunto de quehaceres invisibles a través de una especie de servidumbre voluntaria para el cuidado y cumplimiento de las necesidades vitales de otros. Esto exige un alto grado de subordinación y a su vez, un gran desgaste físico y emocional.
Como si no fuera suficiente, la mujer casada que tiene que trabajar, porque el dinero es insuficiente para la economía familiar, su carga se ve duplicada, puesto que el marido le da permiso de laborar siempre y cuando cumpla con sus obligaciones como madre y esposa.
En nuestro país los comerciales de productos de limpieza siguen planteando que el aseo de la casa es responsabilidad únicamente de la mujer-madre, aunque algunos comerciales argentinos, empiezan a hacer más regular la presencia de hombres barbados trapeando el piso, con la máxima de que ello tiene que ver con cuidar la salud de los seres queridos. No es casualidad que en ese país recientemente se haya legalizado al nivel nacional el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, en lo que hace a la interrupción del embarazo. Los mercadólogos no son tontos, saben que las mujeres se han hartado de que se les vea como máquinas de hacer quehacer, el ahora ex presidente Fox también pasó al basurero de la historia con una de sus expresiones más lamentables cuando se refirió a las mujeres como “lavadoras de dos patas”.
En las sociedades pre capitalistas todos los miembros de la familia tenían repartidas las tareas domésticas y de cuidados familiares, en ellas participaban niños, adolescentes, adultos y viejos. La limpieza del hogar y el cuidado de los más vulnerables es una tarea que debe ser repartida por todos los miembros de la familia, ya que todos forman parte del grupo, habitan bajo el mismo techo, todos ensucian y todos se benefician de pertenecer a la misma unidad familiar. Actualmente la perspectiva de género, conceptualiza esto y lo denomina corresponsabilidad, por ejemplo, está bien que se les de permiso a las mamás para que falten a su trabajo para atender a los hijos enfermos, pero… ¿Por qué siempre sólo la madre?, ¿Y el padre dónde está?. También, así como hay licencia de maternidad, el padre debe contar con el mismo respaldo laboral que la madre para cuidar y disfrutar a los bebés en sus primeros meses, y alternarse en esta tarea.
En los desarrollos mas recientes, se habla de la economía de los cuidados, que junto con otros enfoques aborda el reconocimiento del valor monetario del trabajo doméstico en cuanto a su aportación a la sociedad y a la economía. Según estimaciones el trabajo doméstico representa el 23.3% del Producto Interno Bruto de México, unos 4.6 billones de pesos, mucho dinero, ya que si los trabajadores son productivos para las empresas que los emplean, es porque alguien cuida de ellos y de sus hijos, y ello forma parte de una reproducción de su fuerza de trabajo y del valor agregado que generan y que se convierte en riqueza nacional.
Derivado de la creciente incorporación de las mujeres en el mercado laboral, pero ciertamente también pensando en los hombres, la perspectiva de género asimismo nos ha facilitado el concepto de la conciliación entre la vida laboral y la vida privada. ¿Por qué a las mujeres se les rechaza en ciertos trabajos en los qué supuestamente se exige mucho?, ¿Por qué por ser hombres algunos trabajadores deben aguantar condiciones de trabajo inhumanas como jornadas extendidas más allá de la lógica, o no tener siquiera hora de comida? El ser mujer u hombre no justifica que unas u otros estén condicionados por esta contradicción entre la vida privada y laboral, que a veces es más imaginaria que real.
El debate teórico, y aún mas, las nuevas realidades sociales nos ponen ante nuestros ojos, nuevas formas de asumirnos como mujeres y como hombres, estas nuevas oportunidades para mejorar, generadas por el afán de igualdad, representan opciones para ganar-ganar, todos saldremos ganando sin duda.

miércoles, 1 de agosto de 2018

¿INSTINTO MATERNAL O LA NECESIDAD DE ESA APOLOGIA?


Un instinto se define biológicamente como una pauta hereditaria de comportamiento, como una característica que sea común a toda la especie sin excepciones, es automático y repetitivo, razón por la cual resulta muy difícil de hablar de instintos en el ser humano. Según las teorías de Sigmund Freud, el ser humano carecería de instintos, y en su lugar tendría lo que se denomina pulsiones. Las pulsiones humanas fundamentales serían Eros (que engloba las de auto conservación y las sexuales, pulsión de vida) y la Tanathos (pulsión de muerte).
En los animales se pueden apreciar los instintos, por ejemplo: Un chimpancé hembra, aun estando en cautiverio, en pleno alumbramiento, hace paso a paso lo que debe de hacer para que nazca su cría, por ejemplo, comerse la placenta, cortar el cordón umbilical, amamantar, etcétera. En cambio, una mujer, en lugar de activar ese mecanismo, se convierte en un montón de dudas y miedos, generalmente, necesitará de otra persona para el alumbramiento, al menos que haya tenido una experiencia previa. En un estudio que realizo Irène Lêzine junto con un amplio grupo de especialistas en guarderías y hospitales en Francia, observó, que a las madres primerizas se les debe de enseñar cómo alimentar al bebe, puesto que muchas de ellas no tenían la postura correcta para cargarlo y brindarle el pezón, con lo cual tendían a asfixiarlo, ante esto ellas suponían que su bebe rechazaba el pecho.
Elizabeth Badinter a lo largo de su libro “¿Existe el Amor Maternal?” señala que en Francia y quizá en toda Europa, se presentó un alto índice de mortalidad infantil, a mediados del siglo XVIII, por lo que en primera instancia el Estado Francés se hizo cargo de los niños, siendo este el responsable de alimentarlos y cuidarlos, no obstante, con el tiempo, se consideró que resultaba más barato que las madres se ocuparan del cuidado de los infantes, y para lo cual se hizo un llamado a las mujeres para que cumpliesen su función.
La autora apunta que el Estado recurrió a diversos discursos políticos para convencerlas que se ocupasen personalmente de sus hijos. No fue fácil que las mujeres aceptaran los discursos insistentes y reiterativos relativos al papel de madre. Por ello, los alegatos de los funcionarios, fieles a la supremacía machista, tuvieron que apelar a las ciencias naturales, justificando la existencia de un denominado “instinto” maternal. Varios años tuvieron que transcurrir para que las mujeres y la sociedad en general aceptaran estos alegatos, formulados por varios pensadores como Roseau y Freud, que en el extremo buscan hacer sentir responsables y culpables a las madres hasta de la felicidad o infelicidad de sus hijos.
En este sentido, Badinter afirma que el instinto en cuestión no existe, sino que más bien es un comportamiento social e histórico que varía según las épocas y las costumbres, pero que ha quedado arraigado universalmente en las mujeres y que socialmente se pretende que este aparezca en el momento en que ella da a luz, pero apunta, que más bien se trata de un sentimiento humano, incierto, frágil e imperfecto, contrariamente a las ideas recibidas.
Norma Ferro en su libro “El Instinto Maternal o la Necesidad de un Mito” plantea que esto se trata de una de las ideas sólidamente más asentadas en nuestra cultura y es una de las expresiones de la dominación de la mujer, cuya femineidad queda reducida en virtud a la supuesta inclinación innata a la maternidad, bajo la idea de que una mujer no está completa hasta que no es madre. Según lo sostenido por la autora, la idea del instinto niega a la mujer la posibilidad del deseo, y por ende de autodeterminación. A su vez, la noción del instinto se desploma si tomamos en cuenta que a los hijos no se les planifica y quiere por instinto sino por amor y en función de un proyecto de vida; que no todas las mujeres tienen o sienten la necesidad de ser madre; y, los crecientes índices de niños y niñas en situación de calle y sujetos a tráfico, explotación y abuso de todo tipo.
A pesar de que las visiones críticas y las nuevas realidades sociales cuestionan de más en más el mito de la maternidad, mucha gente sigue suponiendo que el cuidado de los hijos corresponde por “naturaleza” a las mujeres, por el simple hecho de ser estas son las que paren y amamantan a los críos. Aún más, en franco contrasentido con el fundamento “biológico” del razonamiento, la arbitrariedad machista dicta que este cuidado y devoción debe extenderse mucho más allá de la época de crianza, cuando los hijos ya son mayores de edad, e incluso que ya han formado sus propias familias; también, esta obligación se suele extender hacia los lados, cuando se les obliga a las mujeres a cuidar de los enfermos o adultos mayores, aunque no exista una liga sanguínea o esta no sea directa.
Una vez resueltos a desnudar estas ficciones, una de las cosas que más llama la atención no es tanto descubrir que el pretendido instinto materno no funciona como nos han hecho creer, por ejemplo, en algunos eventos de sismo llegamos a saber anécdotas de madres que salen corriendo de las edificaciones y dejan a sus bebés adentro, basta decir que ello no debe ser motivo de mofa y menos para decir que son “madres desnaturalizadas”. Lo que llama más la atención es que la idea del instinto materno y la necesidad de aferrarse a este mito actúa más rápido, más automáticamente y más poderosamente que el propio instinto que dice representar, esto pasa así porque entraña, entre otros, un sentimiento de culpa y posesión muy fuerte que condiciona las actitudes y conductas de las personas ante un sin fin de escenarios.
De hecho, muchas madres se quejan y critican destructivamente, diciendo que los hombres no son capaces de llevar a cabo la labor maternal, aun cuando tampoco ellas tienen el conocimiento exacto, completo e innato de cómo cuidar a un hijo. Lo que sí sucede es que a ellas desde pequeñas se les estimula hacia esa tarea por medio de juegos con sus muñecas, y son inducidas a amamantar, bañar, preparar los alimentos, etcétera. Cuando la mujer critica al hombre en su manera de cuidar a un hijo, es algo parecido cuando una mujer es criticada por manejar un auto, ambos terminan dejándole la tarea al otro para evitar ser censurados y estar en paz con los roles de género asignados.
Impera una grave confusión de los aspectos biológicos de la maternidad con las costumbres sociales, ya que lo que en realidad está fuera del alcance de los hombres es el embarazo y el parto, pero en los demás aspectos de la crianza no hay razón biológica para no hacerse cargo. Hoy en día hay cada vez hay más padres de familias monoparentales que demuestran que son capaces de realizar todas las tareas para el cuidado de los niños.
Debido a los estereotipos, esto es visto como una amenaza por muchas mujeres que ejercen un monopolio de la maternidad y que pretenden minimizar al hombre en ese reino exclusivo. En una sociedad machista, el rol maternal altamente valorado socialmente, le otorga de manera condicionada a la mujer un relativo status privilegiado, un lugar de veneración muy delimitado, la maternidad la enaltece y santifica ante los ojos del varón, cosa que no sucede con su inteligencia o logros profesionales. Como se trata de un patrimonio femenino, la mujer tiende a defenderlo celosamente, y padece la contradicción de necesitar ayuda, pero no quiere perder el frágil control sobre su territorio. En estas condiciones, la familia puede convertirse en un terreno de rivalidad e incomunicación, en el que el afecto y afinidad de los hijos, ya sea por la mamá o el papá, se convierten en moneda de cambio que menoscaba el sentido solidario, estratégico y de entendimiento que debe tener el estar y crecer juntos.
Una visión más noble, en cambio, es que el oficio de padre o madre se aprenden con la experiencia, con decisión y respeto, y es importarte comprender que para hacerse cargo de los hijos funciona mejor un compromiso de corresponsabilidad y de conciliación de la vida y aspiraciones profesionales, laborales, académicas y familiares entre los que integran cada hogar.
Indudablemente hasta estos días, bajo estas condiciones, sin la madre no hubiésemos sobrevivido, y ha sido por medio de ella que hemos aprendido un sinfín de comportamientos vitales, desde la succión hasta el correr, desde el lenguaje hasta ser empáticos.
No obstante, Badinter apunta que los hombres más machistas pueden estar contentos ya que el final de su dominio no está previsto para mañana. Ellos han ganado la guerra subterránea sin siquiera tomar las armas, sin necesidad externar una opinión de la que luego deban rendir cuentas, sin embargo, en la práctica se niega el derecho de las mujeres a trabajar o a estudiar, porque entre otras cosas ello pone en peligro su destino manifiesto de ser madres de tiempo completo.
Estos dogmas asumidos y vividos tan cotidianamente implican que “El regreso con fuerza del naturalismo, que realza de nuevo el concepto trasnochado del instinto maternal y elogia el masoquismo y el sacrificio femenino constituye el peor peligro para la emancipación de las mujeres y la igualdad de los sexos”. Una de las reacciones más viles del régimen machista es polarizar las posiciones, mostrar como agresiva y violenta cualquier opinión crítica o disidente, incluso tergiversar y denunciar como enemigos de la institución familiar algunas propuestas de análisis que nos hacen reflexionar sobre el papel que le damos a la reproducción, que, además, explican las injusticias, los atropellos y las obligaciones que hemos impuesto a las mujeres en aras de un supuesto “instinto maternal”. Como muchas cosas en la vida, lo importante es conocer y hacerse de una opinión propia pero informada, para tomar decisiones que afectan nuestro entorno más inmediato, en este caso, el de nuestras familias, con el único afán de ponerlas al día para que funcionen mejor y proteger a quienes más queremos.

DE TRES A CINCO GENEROS


Es propio de aquellos con mentes estrechas, embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza” Antonio Machado- poeta y dramaturgo español.

Si bien es cierto que desde la antigüedad se ha manejado el marcar una diferencia entre hombres y mujeres, sin embargo, esta no ha sido siempre la misma para todas las culturas y en todos los momentos históricos.  En algunas sociedades el maquillaje, la vestimenta, los adornos corporales podrían ser exclusivos de los hombres, mientras que en otras había sido para las mujeres.  Entre las labores marcadas por sexo es lo mismo, por ejemplo, en unas sociedades el tejedor es el hombre y en otras lo contrario. Se han encontrado tumbas prehistóricas huesos que pertenecieron a hombres, pero con adornos femeninos y viceversa.

Grandes antropólogos como Lewis y Mead, afirman que en algunas sociedades pueden tener dos o más perspectivas sexuales o géneros supernumerarios, es decir, que reconocen la existencia de 3 o más diferencias sexuales. En un estudio realizado por M. Kay y Barbara Voorhies, tienen unos ejemplos sobre esto: los Mohave, quienes vivían en california explican dentro de su mitología que tanto los homosexuales como los travestis han estado en el mundo desde su origen. Les llamaban hwame a las hembras que adoptaban papeles similares a la de los varones y alyha a los machos que adoptaban papeles correspondientes a las hembras. A los chicos que deseaban juguetes o ropa propios del sexo opuesto se les practicaba una ceremonia de iniciación para legitimar su cambio de posición.
Entre los Navajo cuando nace un hijo intersexual se les llama nadle, y se les separa tanto de hombres como de mujeres y se les da en contrapartida el privilegio de ocupar una posición. Este género está integrado por los verdaderos y los que fingen ser nadle. De esta forma ellos creen en la existencia de tres posibilidades respecto al sexo, o sea reconocen tres categorías de sexo físico y tres estados en cuanto al género sexual.  Los nadle utilizan ropa de varón o de hembra según las circunstancias, es decir, un nadle hará trabajos de mujer cuando lleve vestidos de mujer y de hombre cuando este vestido de igual forma. Esta posibilidad de usar uno u otro tipo de ropa da lugar a que exprese sus preferencias y que pueda realizar tareas y funciones tanto de un género como de otro.
En algunas civilizaciones indígenas de México se consideraban tres o más géneros, por ejemplo, en la cultura Maya, se consideraba un tercer género que, a diferencia del masculino que estaba encargado de proteger y defender, y a oposición del femenino que se encargaba de cuestiones del hogar, este tercer género tenía el papel de ser sanadores o adivinadores. Podrían haber incluido a personas transgénero, doble-espíritu, o intersexo.
Existen un gran número de culturas donde reconocen más de tres géneros, sociedades tales como los buguis de Indonesia donde reconocen cinco identidades, entre los Ciukci siberianos se reconocen siete géneros: masculino, femenino, tres géneros ulteriores para los biológicamente varones y otros dos para las hembras biológicas. Las culturas mohave, zuni, hopo, navajo, yuman, crow, yokut, papago, cheyene, winnwbago, omaha, ojibwa, cocopa, apache, miami, yorok y piegan de Norteamérica. Los hijras y sanhis en la India, los mahu, polinesia. En México están Los nawikis entre los raràmuris de la sierra tarahumara, un pueblo con una gran flexibilidad en sus relación sexuales y afectivas: existen familias polígamas y polixínicas, los muxes y nguju`s del Istmo de Tehuantepec
Para los Nativo Americanos, no existía un 'set de reglas' que los hombres y mujeres tenían que cumplir con el fin de ser considerados miembros "normales" de su tribu. Es más, la gente que tenía características tanto "masculinas" como "femeninas" era vista como dotada de dones por la naturaleza y, por lo tanto, capaz de entender los dos lados de todo. En todas las comunidades se reconocían estos roles de género, solo que con distintos -pero muy parecidos- nombres: Mujer, hombre, mujer de dos espíritus, hombre de dos espíritus y transgéneros.
Lamentablemente, la influencia religiosa occidental generó serios prejuicios contra esta forma de diversidad de género practicadas en muchas sociedades, lo que obligó a las personas afectadas a tomar una de las dos opciones forzadas o esconderse para proteger su vida.
La cultura de los 'dos espíritus' en Norte América fue una de las primeras costumbres que los europeos trataron de destruir y desaparecer de la historia. Un claro ejemplo de ello es lo que dijo en su momento el artista estadounidense de la época George Catlin, quien pensaba "que esta tradición debe ser erradicada antes de que llegue a los libros de historia".
En las culturas Nativo Americanas, la gente era valorada por sus contribuciones a la tribu, más allá de su masculinidad o feminidad.
El caso de las culturas ya mencionadas, nos hace preguntarnos fuertemente si estas conductas de flexibilidad en los roles de género son realmente 'antinaturales' como la moral occidental y religiosa que rige en nuestro país, nos ha enseñado. Si en otras sociedades estas conductas fueron tomadas como normales -y hasta como "una bendición del Creador"- sin que ocurra una catástrofe por ello ¿Por qué mucha gente cree que su homofobia/transfobia es una 'defensa por lo natural'? tal vez debemos de aprender de esas culturas.