viernes, 24 de agosto de 2018

La mujer y el trabajo invisible.


Siempre mujeres, cumpliendo oficios que se entretejen sin tener fin. Ser costureras, ser cocineras, recamareras y planchadoras; ser enfermeras y lavanderas, también meseras y educadoras. Muy diligentes, afanadoras, a sus familias las dejan listas, rumbo a la escuela o hacia el trabajo para que puedan checar las listas. Se daba cuenta de sus afanes y de los cines sabía un carajo. Para ellos siempre la vida es seria, pero se ahogaban en la miseria.

Amparo Ochoa.

En 1934, bajo el espíritu nacional sindicalista del gobierno de Franco, en España se crea un grupo de mujeres que tenían la finalidad de fomentar en la sociedad, en especial de las casadas, una figura particular de madre y esposa sumisa como prototipo femenino, para lo cual hicieron en primera instancia una clara separación entre el mundo masculino y el de las féminas, inculcándoles a ambos actividades y profesiones distantes, por ejemplo, a la mujer actividades relacionadas con el cuidado del varón, secretarias, enfermeras, mientras que al otro, ingeniería, abogacía, etc.
Este grupo realizó una Guía para la Buena Esposa, con la finalidad de tener una preparación de la mujer para el matrimonio, que para empezar, sentenciaba que ella se levantara más temprano y que se acostara más tarde, para que él pudiera verla siempre linda y alegre. En realidad, con ese manual ellas tendrían tanto trabajo que no podían tener un momento de tranquilidad. Entre las recomendaciones estaban las siguientes: “Ten preparada una comida deliciosa para cuando él regrese del trabajo, pues viene de tener un duro día de trabajo y necesitará un poco de ánimo, así que ofrécete a quitarle los zapatos, habla en tono bajo, relajado y placentero. Preocuparte por su comodidad te proporcionará una satisfacción personal inmensa. Escúchale, déjale hablar primero; recuerda que sus temas de conversación son más importantes que los tuyos. Nunca te quejes si llega tarde, o si sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti. Intenta comprender su mundo de tensión y estrés, no le pidas explicaciones acerca de sus acciones o cuestiones, su juicio o integridad. Recuerda que es quien sostiene la casa. Los intereses de las mujeres son triviales comparados con los de los hombres, limpia la casa en la mañana y de nuevo en la tarde para que la vea siempre limpia. Cuando os retiréis a la habitación, prepárate, la higiene femenina es de máxima importancia, recuerda que debes tener un aspecto inmejorable a la hora de ir a la cama (...) si debes aplicarte crema facial o rulos para el cabello, espera hasta que esté dormido, ya que eso podría resultar chocante a un hombre a última hora de la noche. En cuanto a las relaciones íntimas con tu marido, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: Si él siente la necesidad de dormir, que sea así, no le presiones o estimules. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la tuya. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que haya podido experimentar. Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes. Recuerda ajustar el despertador para levantarte un poco antes que él por la mañana, esto te permitirá estar lista para cuando el despierte.”
En nuestro país, a la manera de nuestra propia idiosincracia, también sucedió y sigue sucediendo que la mujer al casarse queda concebida como esposa-madre y ama de casa, la mujer no sólo tiene que llevar a cabo su labor maternal, de ocuparse de sus hijos y de su esposo, sino también de realizar las labores de la casa, como lavar, planchar, cocinar, barrer, trapear, reparar, etcétera, responsabilidades como ama de casa. Sin embargo, sufre un desgaste más por estar pendiente de que todo funcione a la perfección, por estar a cargo de la economía familiar; que el dinero sea suficiente para pagar la luz, agua, gas, vestido, alimentos, estar anticipada ante los eventos posibles, ya sea en el cuidado de los hijos o con el consumo de abarrotes, que si ya se va acabar el papel higiénico, el aceite, etc. Y, si es ayudada por alguien con las labores domésticas, éstas deben ser realizadas tal y como le fue enseñado, aunque algunas de estas rutinas puedan parecer irracionales o hasta anticuadas. La cuestión es que se ha obligado a las mujeres a apropiarse de la idea de ser una buena esposa y temen ser criticadas por no tener una casa limpia como lo dicta su tradición.
A este respecto, la doctora en psicología, Lore Aresti de la Torre en 1983, realizó un planteamiento “mujer…  ¿qué te lleva a la locura? Donde analiza el destino femenino al referir que “hoy en día la mujer socialmente sana y aceptada, deberá permanecer en una especie de infantilismo o inmadurez perpetua, optando por el matrimonio y permaneciendo en él (solteras, divorciadas y lesbianas son sospechosas). Parirá algunos hijos, [tenga o no muy claro su deseo por la maternidad], dando así prueba de su ‘instinto maternal’. A partir del momento en que tenga hijos, esa mujer hasta el momento ciudadana de segunda, deberá convertirse en una profesionista interdisciplinaria, siendo guía y conformadora de nuevos seres, sin permitirse en ningún momento evidenciar su angustia, sus dudas, sus miedos, su vacío y sus necesidades (…) si no lo logra, prontamente será ‘culpabilizada’ por la sociedad y por los técnicos de la salud como mala madre, responsable absolutamente de los conflictos, carencias y neurosis de sus hijos”.
Por otro lado, la psiquiatra Sylvia Berman y colaboradores, en 1977 señalaron que el trabajo doméstico carece de estímulos, puesto que se toma como una actividad exclusiva, de responsabilidad de la mujer, y que cuando constituye la única tarea, la aísla y la embrutece. Para sostener la idea de que “el trabajo doméstico por no ser remunerado no favorece la autoestima ni el aprecio de los demás” apuntan que cuando la mujer permanece separada del contacto humano e incomunicada, tiende a conducirse de manera pasiva y su participación social sólo se ve realizada a través de su familia o de sus vecinos, lo cual conduce a que se desvalorice paulatinamente como mujer, perdiendo el interés por lo sexual, lo ideológico, lo político y lo social.
Las tareas domésticas interminables, el manejo del presupuesto del hogar, las compras, la cocina, las visitas al médico, el cuidado de la salud, etc. son los aspectos cotidianos de la vida familiar que se vuelven desgastantes. Para la mujer la multiplicidad de roles, el papel de cuidadora de niños y niñas, de personas ancianas y enfermas, dificultades matrimoniales, llegada de los hijos, hijos adolescentes rebeldes, más los problemas económicos, de comunicación, el divorcio, la viudez, aunado todo ello a la imposibilidad de gozar de un tiempo propio y a la desvalorización social y económica del trabajo reproductivo, han contribuido a que el trabajo doméstico constituya un elemento potenciador de estrés físico y mental, con mayores niveles de depresión y de adicciones como el alcohol, ludopatía, dependencias afectivas, el abuso de redes sociales y uso del celular, etc.
Por su parte, la maternidad es un hecho social que proporciona identidad a las mujeres como reproductoras, tanto de la especie como de la propia dinámica social. Además de la procreación, incluyendo la concepción, gestación, parto y lactancia, las mujeres realizan un conjunto de quehaceres invisibles a través de una especie de servidumbre voluntaria para el cuidado y cumplimiento de las necesidades vitales de otros. Esto exige un alto grado de subordinación y a su vez, un gran desgaste físico y emocional.
Como si no fuera suficiente, la mujer casada que tiene que trabajar, porque el dinero es insuficiente para la economía familiar, su carga se ve duplicada, puesto que el marido le da permiso de laborar siempre y cuando cumpla con sus obligaciones como madre y esposa.
En nuestro país los comerciales de productos de limpieza siguen planteando que el aseo de la casa es responsabilidad únicamente de la mujer-madre, aunque algunos comerciales argentinos, empiezan a hacer más regular la presencia de hombres barbados trapeando el piso, con la máxima de que ello tiene que ver con cuidar la salud de los seres queridos. No es casualidad que en ese país recientemente se haya legalizado al nivel nacional el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, en lo que hace a la interrupción del embarazo. Los mercadólogos no son tontos, saben que las mujeres se han hartado de que se les vea como máquinas de hacer quehacer, el ahora ex presidente Fox también pasó al basurero de la historia con una de sus expresiones más lamentables cuando se refirió a las mujeres como “lavadoras de dos patas”.
En las sociedades pre capitalistas todos los miembros de la familia tenían repartidas las tareas domésticas y de cuidados familiares, en ellas participaban niños, adolescentes, adultos y viejos. La limpieza del hogar y el cuidado de los más vulnerables es una tarea que debe ser repartida por todos los miembros de la familia, ya que todos forman parte del grupo, habitan bajo el mismo techo, todos ensucian y todos se benefician de pertenecer a la misma unidad familiar. Actualmente la perspectiva de género, conceptualiza esto y lo denomina corresponsabilidad, por ejemplo, está bien que se les de permiso a las mamás para que falten a su trabajo para atender a los hijos enfermos, pero… ¿Por qué siempre sólo la madre?, ¿Y el padre dónde está?. También, así como hay licencia de maternidad, el padre debe contar con el mismo respaldo laboral que la madre para cuidar y disfrutar a los bebés en sus primeros meses, y alternarse en esta tarea.
En los desarrollos mas recientes, se habla de la economía de los cuidados, que junto con otros enfoques aborda el reconocimiento del valor monetario del trabajo doméstico en cuanto a su aportación a la sociedad y a la economía. Según estimaciones el trabajo doméstico representa el 23.3% del Producto Interno Bruto de México, unos 4.6 billones de pesos, mucho dinero, ya que si los trabajadores son productivos para las empresas que los emplean, es porque alguien cuida de ellos y de sus hijos, y ello forma parte de una reproducción de su fuerza de trabajo y del valor agregado que generan y que se convierte en riqueza nacional.
Derivado de la creciente incorporación de las mujeres en el mercado laboral, pero ciertamente también pensando en los hombres, la perspectiva de género asimismo nos ha facilitado el concepto de la conciliación entre la vida laboral y la vida privada. ¿Por qué a las mujeres se les rechaza en ciertos trabajos en los qué supuestamente se exige mucho?, ¿Por qué por ser hombres algunos trabajadores deben aguantar condiciones de trabajo inhumanas como jornadas extendidas más allá de la lógica, o no tener siquiera hora de comida? El ser mujer u hombre no justifica que unas u otros estén condicionados por esta contradicción entre la vida privada y laboral, que a veces es más imaginaria que real.
El debate teórico, y aún mas, las nuevas realidades sociales nos ponen ante nuestros ojos, nuevas formas de asumirnos como mujeres y como hombres, estas nuevas oportunidades para mejorar, generadas por el afán de igualdad, representan opciones para ganar-ganar, todos saldremos ganando sin duda.

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