miércoles, 27 de noviembre de 2019

EL MIEDO Y SUS ETAPAS


“El miedo es un dragón que tiene en la espalda un escudo blindado impenetrable. Al miedo se le vence de frente” “El miedo es lo opuesto a la acción: cuando aparece no nos deja actuar, nos paraliza”
 Jorge Bucay.

Sin duda alguna, nuestras emociones han sido muy importantes para la sobrevivencia, pues nos llevan a reaccionar y a conectarnos con el mundo, lo que nos permite hacer frente a los retos y a las dificultades de la vida y una de ellas es el miedo.
Todo ser humano siente temor en situaciones de riesgo, ya que el temor se encarga de la supervivencia, así de sencillo y de complejo. Decidir cuál es el límite entre lo seguro y el peligro. Ante un estímulo en forma automática se provoca la secreción de adrenalina y de otras hormonas que preparan al organismo para el combate o la huida, al mandar la sangre a los músculos grandes como las piernas. Esta sensación nos sucede ante un peligro real o imaginario. Todos lo experimentamos y si no lo sintiéramos no sobrevivíamos, aunque todos lo percibimos de manera tan diversa.
Se podría pensar que muchos hombres machistas niegan sentir miedo, sin embargo, suele haber mujeres que también lo hacen por las mismas razones que los primeros, el no querer parecer cobardes o sentirse avergonzados, incluso a veces se llegan a severas disputas donde pueden llegar a ser lastimados. El miedo es una reacción adaptativa que nos ayuda a enfrentar cualquier emergencia, pero si este proceso natural es frenado por “los verdaderos hombres que no le temen a nada”, puede suceder que  la persona tenga alguna reacción inadecuada, como por ejemplo;  algunos hombres expresan enojo cuando en realidad tienen miedo.
Para intentar superar nuestros miedos o no dejar que ellos controlen o condicionen nuestra vida, es importante conocer que le sucede a nuestro organismo cuando este se presenta. El primer impacto que sentimos es el susto, sobresalto o sorpresa. Estamos tranquilos y/o implicados en algo, y de repente se presenta  un estímulo inesperado. Como pudiese ser un ruido muy fuerte, nuestro cuerpo se pone en estado de alerta y se encarga de activar el sistema nervioso simpático, en caso de ser algo desagradable lo llamamos susto, en caso contrario lo conocemos como sorpresa.
En este momento, nuestro cerebro se encarga de activar las respuestas físicas de huida o bien para un enfrentamiento físico, pues nuestro corazón bombea más sangre, los músculos se tensan, los pulmones se encargan de dar más oxígeno al cuerpo y el estómago se cierra. Como hay un aumento de adrenalina posibilita que algunas personas actúen de manera más heroica, pero en algunos casos, el miedo nos paraliza y somos incapaces de actuar durante algunos minutos, esta sensación  es debida a que el sistema se bloquea y respuesta psicológica impide que se gestione bien los efectos físicos del miedo. Algunos animales se quedan paralizados para parecer muertos y no ser parte de la cadena alimenticia.
Una vez que cesa el estímulo que nos provoca el miedo, nuestro cuerpo se encarga de activar el sistema nervioso parasimpático, que se encarga de devolver a su estado de reposo todo lo que se había activado anteriormente, es decir, relaja nuestros músculos, baja las pulsaciones, hace que el estómago vuelva a funcionar y calma la respiración.
Estamos pasando hacia el temor que es una preventiva para el organismo que nos alerta que algo malo puede pasar. Es cuando estamos frente a un precipicio que nos dice asómate con cuidado. Pero el miedo entra cuando la mente empieza a asociarlo con algún evento pasado, a suponer lo que puede pasar, a relucir nuestra ignorancia, lo que hemos oído o visto, en fin, a producir una sucesión encadenada de pensamientos negativos que pueden llegar a ser altamente dañinos, pues generalmente, tienden a ser expectativas exageradas, es decir, estamos creando en nuestra mente una situación peor de la que existe, nos adelantamos a los acontecimientos, para algunos esto les ayuda a tener una visión más amplia de posibilidades para poder enfrentarlas, pues esta emoción  cambia nuestra esfera cognitiva, percibimos el mundo de un modo distinto y experimentamos las sensaciones con mayor intensidad.
Muchas veces el miedo nos impide razonar o actuar, es decir, nos quedamos paralizados y el pensamiento se bloquea y esto nos hace sentir impotentes, sin saber cómo salir de esta emoción. A veces nuestro cuerpo reacciona con taparnos o cerrar los ojos, sabemos que es ridículo, pero es algo que es difícil evitar, pero en algunos casos, esta acción nos protege de ver eventos que se nos queden gravados en la memoria y después nos estén atormentando.
El miedo produce una serie de consecuencias. El proceso mental se inicia sintiendo agobio y malestar, eso nos indica que algo no va bien. Posteriormente, como nuestro cuerpo ha activado partes del cerebro implicadas en este proceso, nos ponemos en estado de alerta y, en algunos casos, actuamos rápido y con una supuesta valentía. Esta reacción es similar al estrés,  ya que enfoca nuestra atención a unos pocos estímulos y pone en funcionamiento máximo a nuestra mente. En casos graves puede llegar a inducir una parálisis completa del cuerpo, sudoración fría o regresión a pensamientos de la infancia. Y en casos peores producirse incluso la muerte por paro cardiaco.
Este estado de alerta es el causante de los trastornos del sueño, como el insomnio, en las personas con fobias o ansiedad generalizada. Cuando los procesos mentales dejan de ser adaptativos, es el momento de actuar y de iniciar una terapia psicológica que tenga por objetivo relajar nuestros miedos y calmar la mente.
Cuando el miedo se vuelve una situación incontrolable, se convierte en ansiedad y podemos sufrir una pérdida de autoestima en tanto que nos sentimos incapaces de controlar la situación y, por lo consiguiente, nos sentimos vulnerables. Si vemos que la manera de responder ante un peligro no es eficaz, nos sentiremos mal, e incluso culpables, por no tener una conducta adecuada a la situación, es por eso que muchas personas, en especial, las mujeres que sufren de violencia, no les es fácil salir de su situación.
Además el miedo va aliado con otro de nuestros sentimientos, que es la vergüenza y lo vemos claramente cuando tenemos que hablar en público, donde se asume que se van a cometer errores y que se van a reír de uno. Estas dos emociones puede dan pie a  ser un  generador de excusas. Estas están en nuestra mente y solo nosotros mismos podremos superarlo, sin embargo, no es fácil, pues esto nos provoca una retroalimentación que evita que nos deshagamos de esta, fruto muchas veces de nuestras inseguridades.
Se han clasificado un sin número de miedos, como a la soledad, a la enfermedad, a la muerte, al envejecimiento, al fracaso, al sufrimiento, entre otros, muchas mujeres tienen miedo de rol de género, es decir, a dejar de servir como madres o como amas de casa. A considerarse inútiles, puesto que se les ha educado para vivir para los demás. En la actualidad, muchas madres que no pueden dejar a sus hijos ni por unos momentos solos por miedo, entre no poder ser una buena madre, que cuidan y protege tanto a sus hijos que cae en una sobreprotección que es una forma de violencia hacia ellos.
Debemos recordar que el miedo es un sentimiento totalmente natural, ya que hasta los animales lo sienten, y lógico en algunas circunstancias, sentirse culpable ante esta emoción es algo contraproducente e innecesario. En caso de querer mejorar nuestras estrategias de afrontamiento, podemos utilizar la relajación para manejar mejor las situaciones de miedo y ansiedad.
Al final no podemos permitir que los miedos condicionen nuestras vidas, debemos  superar algunos y entender que podemos aprender de ellos. No debemos convertir el miedo en nuestro enemigo, pues tan solo nos indica de la existencia de un problema y la posibilidad de resolverlo. Para tratar correctamente esta emoción, es importante prestar atención a nuestro cuerpo y manejar nuestros pensamientos, de este modo evitaremos que se nos desborden y terminen por aparecer efectos físicos y psicológicos incontrolables, como la ansiedad o las fobias.



martes, 24 de septiembre de 2019

¿Es temor o miedo lo que siento?



No es posible imaginar un mundo sin miedo, pero si es posible imaginar un mundo sin ansiedad, y debemos imaginarlo. Agnes Heller, filosofa.

Nuestras respuestas emocionales son sin lugar a dudas un instrumento eficaz de supervivencia y una de ellas es el temor.

Todos somos vulnerables al miedo, aunque no nos guste admitirlo. Porque socialmente no es bien visto demostrarlo, sin embargo, este es tan natural como la tristeza, la alegría, la ternura, la rabia o el desagrado.  Es un estado emocional donde el cerebro se activa y nos alerta para evitarnos la pena, el ridículo, el dolor o incluso de un peligro, pero como nos avergüenza decir que tenemos miedo, lo disfrazamos con frases como:  “estoy nervioso por que no encuentro trabajo”, “estoy estresada”, “qué va ser de mis hijos”, “no se si las cosas vayan a salir como yo quiero”, “mi pareja no me comprende”, entre otras.

El miedo es una reacción adaptativa que nos prepara para actuar ante un posible peligro. Cuando sentimos miedo, nuestro cuerpo reacciona produciendo una secuencia de efectos, tanto físicos como psicológicos. Algunos estudios afirman que el miedo es la emoción que más consecuencias produce en nuestro interior.

Como acto reflejo inicial, algunas personas se quedan paralizadas ante el miedo, experimentan sudoración, taquicardia. Nuestro corazón bombea más sangre, los músculos se tensan, los pulmones se encargan de dar más oxígeno al cuerpo y el estómago se cierra.

De tal forma, el sistema nervioso simpático prepara nuestro cuerpo para una huida o para un enfrentamiento físico, por tal motivo, hay personas que actúan de manera más heroica, y se debe al aumento de adrenalina en la sangre. Es cierto que, en algunos casos, el miedo nos paraliza y somos incapaces de actuar durante más tiempo. Esta respuesta es debida a que el sistema se bloquea y la respuesta psicológica impide que se gestionen bien los efectos físicos del miedo.

El miedo se encarga de la supervivencia, así de sencillo y así de complejo. Nos ayuda a decidir cuál es el límite entre lo seguro y el peligro. Sin embargo, se actúa tanto ante un peligro real como ante uno imaginario. Si no lo sintiéramos esto no sobreviviríamos.

Por otro lado, a nivel psicológico, el miedo también produce una serie de consecuencias. El proceso mental se inicia sintiendo agobio y malestar, eso nos indica que algo no va bien. Posteriormente, como nuestro cuerpo ha activado partes del cerebro implicadas en este proceso, nos ponemos en estado de alerta y, en algunos casos, actuamos rápido y con una supuesta valentía. Esta reacción es similar al estrés, ya que enfoca nuestra atención a unos pocos estímulos y pone en funcionamiento máximo a nuestra mente.

Este estado de alerta, de prolongarse, es el causante de los trastornos del sueño, como el insomnio en las personas con fobias o ansiedad generalizada. Cuando los procesos mentales dejan de ser adaptativos, es el momento de actuar y de iniciar una terapia psicológica que tenga por objetivo relajar nuestros miedos y calmar la mente.

En el extremo, el miedo puede convertirse en un estado permanente, en una inquietud enfermiza duradera e intensa, en una angustia que te bloquea, como consecuencia, con cada episodio de crisis, aumentas aun más tus niveles de ansiedad, de sudoración y experimentas taquicardia, disminuyes tu concentración y la memoria te traiciona.

Por ello, es importante considerar que, si el peligro es real, entonces tu respuesta ha sido útil, dándote la opción de que huyas y te salves. Sin embargo, hay veces que el miedo se hace “irracional” porque genera invenciones o creaciones de nuestra imaginación o ignorancia.

A este respecto, Sigmund Freud señalo dos tipos de miedos, el real y el neurótico. El primero es cuando el peligro es “evidente”, cuando en la persona esta en riesgo su integridad. (un auto nos va a atropellar, nos resbalamos en un precipicio, alguien nos apunta con un arma). El otro es cuando no hay un peligro que pueda suponer una amenaza para la vida, pero que se siente ante algo que no existe. Se dice que es un temor que nace de nuestra imaginación pero que siempre se traduce en sensaciones y sentimientos que llegan impedir tomar acciones concretas y pensadas.

Una gran mayoría de nuestros miedos son infundados y están condicionados por nuestra cultura, tanto por las personas que están a nuestro alrededor inmediato, como la familia, como la sociedad en general.  La madre que tiene miedo a las arañas, aterroriza a sus hijos, porque en realidad nadie nace con miedo, ya que este se forma a raíz de la educación que vamos recibiendo.

Es un hecho que los padres no lo hacen con intención de infundir miedos, debilidad o emociones negativas en sus hijos, pues no están plenamente conscientes del efecto. El problema surge cuando no se nos motiva para que lo dejemos a un lado y ello nos impone una limitante.

Si son ofuscadas nuestras relaciones sociales, si nuestro ambiente está afectado por inseguridad y si el individuo se sienta amenazado por las fuerzas sociales que funcionan independientemente de su selección y decisión, más frecuente y generalizada se presenta la ansiedad, porque entonces mayor es el número de estímulos que pueden resultar peligrosos y pueden provocar en nosotros dicho sentimiento. Así pues, la ansiedad es una variedad del miedo.

Se dice que la ansiedad es un miedo a la nada, o sin objeto alguno, pero en realidad es un miedo a todo, y esto puede ser comprensible ya que todo el mundo se encuentra ansioso con un entorno completamente desconocido, porque no comprende, no sabe, qué es peligroso y qué no lo es.

De esta ansiedad se generan una gran variedad de miedos, como al fracaso; los celos; a uno mismo; a la soledad; hablar en público; a la obscuridad; al compromiso; a perder nuestro trabajo; a perder a nuestros seres queridos y a muchos más.

El miedo a sufrir es en definitiva el mayor mecanismo de protección que se pone en marcha frente al miedo a morir. Incluso nos da miedo amar, porque se piensa que al hacerlo vamos a sufrir.

El miedo puede ser también una forma de control, pues lo disfrazamos como una excusa para proteger y cuidar, como al hijo para que no le suceda nada, para esto, se usan ideas repetidas como “ten cuidado”, “no hagas esto porque podría sucederte aquello”, aquí, más que proteger de forma efectiva, se van creando sensaciones de inseguridad, que derivan luego en miedos irracionales y codependencias.

También, nuestra ignorancia hacia ciertos temas nos genera miedos, como no saber cómo cuidar una herida o enfermedad, y estar aterrados ante nuestra muerte, con pensamientos como que si nos van a comer los gusanos, que si nos entierran vivos, entre otras, y muchas veces tiene que ver con la escaza o excesiva información que se obtenga.

Asimismo, el miedo está vertido en todas las instituciones: Familia, Sistema Educativo, Estado y Religión, estas dos últimas funcionan y sobreviven gracias al temor que infunden. Se nos enseña a tener “respeto” a nuestros superiores, y éste es sólo otra manera de nombrar al miedo.

Todo miedo neurótico es como un fantasma que vive en la mente y es alimentado y crece con los pensamientos, cuanto mas se piensa mas miedo se experimenta y al hacerlo quedamos plenamente desarmados, inoperantes.

Al final de cuentas, debemos tener en mente que el miedo no permite que amemos y que disfrutemos de la vida, lo que se reduce a que no tememos tanto a la muerte como a la vida misma y los retos que nos presenta.


jueves, 29 de agosto de 2019

GUIA PARA HOMBRES VALIENTES


No son los que pelean con leones o los que levantan troncos pesados. Tampoco son los que tienen muchas parejas o que los presumen de su dinero o sus logros. Su valor no implica tener siempre el control, tomar mucha cerveza o lucir invulnerables.
Un hombre valiente es aquel que no se define a partir de esos mandatos sociales, sino que se construye de sus propias decisiones, las cuales defiende con respeto, a pesar de que otros hombres no las entiendan o lo juzguen por eso.
Es ese que reconoce sus privilegios otorgados por la sociedad e históricamente por el machismo, y que decide abandonar esas prácticas, y ser empático y respetuoso con las mujeres, en procura de una verdadera igualdad.
Esta Guía para Hombres Valientes presenta consejos y pasos a seguir para crecer y dejar atrás ideas y acciones machistas que han limitado tanto a mujeres como a hombres en su desarrollo personal, en pareja, laboral y social.

A CONTINUACIÓN TE CONTAMOS, ALGUNAS CARACTERÍSTICAS QUE TIENEN LOS VERDADEROS HOMBRES VALIENTES:

  1. Expresa sus sentimientos y los demuestra con actos, gestos, atención y cuidados; a pesar que en ocasiones pueda sentir temor a represalias o burlas por parte de sus amigos o compañeros de trabajo.  
  2. Respeta a las mujeres y no las humilla ni violenta, física, sexual o emocionalmente.  
  3. Entiende que hay muchas formas de “ser hombre” y las respeta.
  4. Reconoce lo dañina que es la socialización patriarcal de los hombres, por lo que diariamente procura NO hacer un ejercicio machista de su masculinidad.
  5. No se cree más que nadie, por lo que respeta a todas las personas.
  6. Sabe cuál es el resultado de lo que le dijeron de niño sobre “qué significa ser hombre”, por lo que decide renunciar a los privilegios machistas y roles tradicionales, y construirse a sí mismo de una manera amorosa, buscando la igualdad, y dejando de lado la violencia.
  7. Sabe que cada una de sus amigas, compañeras de trabajo, mujeres que forman parte de su familia merece respeto hacia su cuerpo y pensamiento, de manera que respeta los límites que cada una de ella solicite para sí misma.
  8. Disfruta de las actividades que le gustan, sin importar que sean calificadas como “masculinas” o no.
  9. Expresa, respetuosamente, a otros hombres si están siendo violentos y desaprueba su conducta.
  10. Rompe con el papel de ser “la cabeza de la casa”, y deja de verse a sí mismo como únicamente un proveedor económico.
  11. Sabe que lo femenino, la niñez, la vejez y la homosexualidad son características completamente dignas por lo que no las asocia con algo negativo o humillante.
  12. Calla y escucha con respeto las experiencias de violencia que han vivido las mujeres a su alrededor para aprender a dignificar realmente sus luchas de género y ser empático con ellas.
  13. Busca consejos de las personas que lo rodean y escucha con atención, pues entiende que no necesita estar todo el tiempo a la defensiva, saberlo todo y tener la razón. Sabe que también por momentos puede ser vulnerable y no teme acudir a buscar ayuda profesional.
  14. Tiene una vida sexual sana, basada en el autocuidado y en el consentimiento de las personas con las que la comparte.
  15. Sabe que la lucha contra la violencia hacia las mujeres es de toda la sociedad y que él puede contribuir con su apoyo y reconocimiento.

martes, 27 de agosto de 2019

Porque bastante ha costado la emancipación del género para que la arruinen con pocas palabras.


Es un hecho que el machismo no es exclusivo de los hombres. En las sociedades latinoamericanas, la cultura del macho ha sido casi institucionalizada por las madres, y aunque las estructuras han cambiado en pro de derribar convencionalismos que amenazan la igualdad de género, es sorprenderte cómo en la sociedad moderna muchas mujeres siguen conservando actitudes machistas sin escatimar la gravedad de sus manifestaciones, la cantidad de años que retroceden en una frase y lo mal representado que dejan al género femenino. A continuación alguna de esas expresiones para ejemplificar:
1. "No puedo vivir sin él"
Se entiende que a veces nos enamoremos a tal grado que sintamos morir tras una decepción, y en ese momento el romanticismo se exalta a lo más. Pero de ahí a que llevemos al plano literal el que no se pueda vivir o que no seas capaz de sostenerte emocionalmente por ti misma, estás dando cabida al machismo, pues la vida de ninguna mujer debe depender de un hombre.
2. "¿Cómo esperar que la respeten vistiendo así?"
Juzgar a las demás por su forma de vestir hasta el punto de denigrar con calificativos como “zorra”, “perra”, “puta” se ha convertido en una clásica actitud machista de las mujeres, así como justificar el acoso callejero o las violaciones porque ella se lo buscó con minifaldas o escotes pronunciados. Estas actitudes penosas significan un retraso en la lucha por conquistar la libertad de vestirse y elegir mostrar nuestro cuerpo como mejor nos plazca, sin ser sinónimo de ofrecer servicios sexuales o despertar bajos instintos.
3. La maternidad, crucial en la realización de una mujer
Antes era regla, ya no; aunque unas a otras se presionen en que la maternidad es una asignatura obligada en las mujeres. Se debe respetar la decisión de tener o no hijos y dejar de ver a quien no ha sido madre como una mujer "incompleta".
4. "Hay que darse a desear"
Las mismas que ven mal tener sexo en la primera cita, tener iniciativa en una relación, ser accesible con los hombres, como en pagar cada quien su consumo o mostrarse transparente con ellos.
5. "Para su ascenso, seguro se acostó con el jefe"
Si una mujer se ha superado, seguro intervino un favor sexual ¡Por favor!6. "Si viste masculina, es lesbiana"
La apariencia no define una orientación sexual. Ellas también secundan la idea de los machistas, de que si una mujer se aleja de su concepto de guapa y femenina, seguro no le gustan los hombres vaya, es “machorra”
7. Puta por vivir libremente su sexualidad
En el siglo XXI y mujeres juzgadas por el mismo género por vivir el sexo con libertad y plenitud. Ser simpatizante del sexo casual sigue siendo blanco para comentarios denigrantes. Algo anda muy mal en aquellas que se toman el derecho de faltar al respeto a las mujeres libres.
8. "Las mujeres no dicen malas palabras"
No solo ellos quieren a  la "princesita" de cuya boca salen flores, algunas también creen que decir una que otra palabrota está mal visto y por ello poseen un nutrido repertorio de eufemismos. Creo que dependiendo la situación, un “vete a la …” no tiene un equivalente con la misma fuerza expresiva.
9. "Le hace falta un hombre"
Cada quien es responsable de arreglar su vida, de tener satisfacciones propias, de su madurez y de su felicidad. Una mujer no necesita a un hombre para completar su vida, si acaso para compartirla.
10. "A los hombres hay que saber atenderles"
Lo he escuchado de las casadas y entiendo que por amor se esté al pendiente de las necesidades del otro y de su salud. Pero de ahí a solapar la idea de que la mujer está a su servicio y placer, solo porque a ellos se les quita lo hombres si levantan los platos sucios o lavan su ropa, hay gran diferencia.
11. "Va a casarse y no sabe ni cocinar un huevo"
Si bien en lo práctico es necesario que al menos una sepa procurarse la comida, ser ama de casa no es el único rol en un matrimonio y calificar a una buena esposa por sus cualidades domésticas ya quedó muy atrás.
12. Subestimar el éxito de otra mujer
Cuando una mujer conquista sus metas, debemos sentirnos felices, inspiradas, son logros en cierta medida compartidos. Nada más lamentable que las mismas mujeres hagan menos el éxito de una congénere, o que por envidia la hagan tropezar ¡Mejor impulsémonos unas a otras!
13. "Una mujer sin depilar o sin maquillar es fea"
¿Qué es bonito? La belleza es relativa, lo entendemos. Sin embargo limitar el concepto a una imagen que no es la natural, creo que tampoco es muy bueno.
14. "Es una roba-novios"
Nadie es propiedad de nadie y el amor es muy caprichoso. Aunque mantengamos cierta ética con los novios de nuestras conocidas, todo acto es decisión de cada quien y conlleva la responsabilidad de afrontar las consecuencias. Pero de ahí a que una mujer robe hombres, pues no, ellos no son objetos. ellos también contribuyen en la relación.
15. "Si quieres hacer de todo, no te quejes si batallas"
¿Por qué cuando ven a una mujer luchar contra obstáculos machistas para salir adelante con los roles que se ha propuesto, en vez brindar apoyo se prefiere criticar, burlar y concluir que se lo merece por querer ser profesionista, madre, esposa o lo que fuera?
Y bien, aunque hay más, tomemos estas expresiones como un ejemplo de lo que no deberíamos decir. Apoyémonos entre todas y todos, muchas mujeres y hombres casi han dado su vida por el respeto a los derechos femeninos y para que el papel de la mujer sea dignificado. No caigamos en estas actitudes y tratemos de concientizar a quienes se expresan así para que no sean piedra de tropiezo para el género.
Autor.Mireya Ruiz Villanueva

martes, 6 de agosto de 2019

¿llorar no remedia nada?

Llorar no remedia nada, demuestra tu educación riéndote con discreción, el que se enoja pierde, los hombres no lloran, las personas sensibles son débiles, debes de ser fuerte, ¿Por qué chillas?, son frases que seguramente las habrás escuchado en repetidas ocasiones, e incluso las hemos repetido. Muchas de las veces cuando alguien está triste, tratamos de orillarlo a sonreír, comentando, “no me gusta que estés triste “. Así mismo, en muchas ocasiones evitamos que la gente llore, que se enoje, se ponga triste, incluso, suele pasar que alguien está muy alegre se le cataloga como “locura”.
Vivimos en una sociedad que nos llenan de analgésicos mentales, es decir, en un mundo en el que siempre tenemos que estar contentos o felices, donde la alegría debe ser la emoción dominante, donde el sufrimiento, la tristeza, el dolor, son elementos mal vistos, sentimientos que no se deben permitir y por lo mismo, buscar el modo de salir rápido de esto, ya sea con calmantes, pastillas etc. A quien que está pasando por un duelo, le dan pastillas para que no lo sufra, cuando es necesario vivirlo intensamente. Para algunos les duele o les atormenta más el no poder vivir una vida perfecta.
Con el desarrollo de la sociedad y en especial a partir del desarrollo industrial, la humanidad y el individuo sufren cambios por todo el reacomodo de la nueva forma de producción. Y la propiedad privada no fue solo extendida a objetos exclusivamente, sino que se amplió a seres humanos. A este respecto, Heller señala que “el hombre privado une en sí mismo ambos mundos:< propietarios de bienes y personas y al mismo tiempo hombres con hombres, burgués y hombre>, esa doble estructura del dominio privado es la que reproduce una y otra vez la relación del burgués con dos aproximaciones contradictorias a los sentimientos. La primera es la producción de la llamada <interioridad>, el cultivo del mundo de los sentimientos: la otra es el rechazo de la emocionalidad como algo manido e irracional, en nombre de la mente concretamente dada abstrae de la emocionalidad y la sentencia”.
De esta forma, la familia se convirtió en un núcleo cerrado para los sentimientos, esto es, lo que sucedía en la familia no debía de salir de ella, pero a la vez se tenía que mostrar ante la sociedad que en ella todo estaba en orden y reinaba la felicidad. Heller menciona que la vida conflictiva se niega y se considera negativa. “el mundo burgués de los sentimientos está en marcha, se descubre a sí mismo y descubre su tarea –bien a nivel mundial, o en el modelar una vida cotidiana agradable-. Es por eso por lo que en ese estadio los conceptos emocionales están tan desprovistos de problemas y son tan numerosos”.
La visión judío-cristiana que reprime las emociones nos ha dado la clasificación de que estas son buenas o malas, de reprimir los sentimientos pues estos tienen que ver con el erotismo donde nos tenemos que sentir intensamente a nosotros mismos. En realidad, estas no pueden ser clasificadas en buenas o malas, ya que no se pueden juzgar en términos morales, lo que sí se puede calificar de moral o inmoral es lo que hacemos con lo que sentimos, la responsabilidad está en lo que hacemos, no en lo que sentimos.
Una de las funciones más importantes es que fluyen en la percepción de nuestro ambiente. La realidad se construye a partir de quien las evalúa; cada individuo percibe el medio en función de sus propios intereses, conocimientos y experiencias.
Las emociones influyen en la personalidad de cada persona porque estamos sumergidos en un estado emocional durante todo el día, es por eso que las emociones condicionan nuestra conducta y una alteración de éstas, facilita la aparición de problemas. Nuestras emociones son responsabilidad de cada uno de nosotros, pero es muy común que depositemos la culpa en el otro de lo que sentimos, ya que pensamos que son los demás los que deben proporcionarnos no sólo bienestar y satisfacción sino también los culpables de nuestros estados de ánimo.
Por ejemplo, Ira o rabia: encargada de defender nuestra propiedad y a nuestros seres queridos. La ira entra en escena cuando vulneran nuestros límites, cuando “nos sacan de nuestras casillas”. También es la responsable de actuar cuando algo es injusto. En definitiva, es el defensor de la integridad y la coherencia.
La definición de emoción es de energía en movimiento, por lo cual es muy importante dejar que fluya, permitiendo, llorar, reír, enojarnos, porque esto permitirá al cuerpo regresar al equilibrio. Por desgracia, desde tempranas edades aprendemos a
· Bloquear la emoción.
· Desconectarnos de las sensaciones corporales.
· Negar los sentimientos.
· Reprimir la acción o expresión de estos, para ser amados o aceptados.
¿Pero porque nos piden que no lloremos? Tal vez porque la emociones son contagiosas, porque si vemos a alguien riendo nos dan ganas de hacer lo mismo. Al igual con el llanto, al ver las lágrimas de otros nos conmueve, nos asusta y a veces no sabemos qué hacer. Cuando alguien dice: no vale llorar por eso, cualquiera pensaría ¡cómo puedes sentir mi dolor! Lo que a ti te duele no necesariamente le puede doler a otros, pero lo que si se está haciendo es devaluar los sentimientos de otros y lo menos que necesita otra persona que se siente triste o con miedo, es sentirse devaluada.
“Llorar no va a solucionar nada”. Sí, tal vez llorar no me regrese aquello perdido, tampoco va a hacer que resuelva los problemas económicos (o cualquier otro que me esté angustiando, doliendo o preocupando); sin embargo, no llorar tampoco soluciona nada. Y si bien, derramar las lágrimas no soluciona el problema per se, sí tiene la función de descargar la tensión emocional. Recordemos que somos como una olla exprés: si mantenemos por mucho tiempo la carga emocional, habrá algún momento en que “explotemos” y nuestro cuerpo, nuestras relaciones o nuestra mente saldrán dañados; sin embargo, si tenemos una válvula de escape como sería llorar, podremos manejar de mejor forma dicha tensión emocional.
“Los hombres no lloran”. Probablemente la peor de todas las frases mencionadas por varias razones: promueve la desigualdad entre géneros; ensalza estereotipos que no son ciertos; la intención con la que se utiliza esta frase es decir que los hombres no deben ser débiles, por lo que se utiliza la palabra “llanto” como sinónimo de debilidad, incapacidad y feminidad (todo con connotación negativa).
Las frases anteriores no son más que una forma de tratar acallar la expresión del sentimiento que tenemos (llámese tristeza, enojo, miedo, alegría, etc. porque efectivamente, no sólo se llora de tristeza) y casi siempre son utilizadas por personas a las que se les dificulta lidiar con las propias emociones.
Llorar no es malo, todo lo contrario. Si no lloras cuando lo sientes, enfermas. Cierto, llorar no te va a devolver al ser amado, pero te va a ayudar a sentir y elaborar esa pérdida, y a estar sano física y mentalmente. Pero ten en consideración que llorar o estar muy triste no es sinónimo de depresión.

La ira, la furia, la colera, la rabia, el enojo y el enfado.


"Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo". Aristóteles
El entrenador de un equipo de deportes fue despedido por su agresividad. Un niño hace la rabieta del siglo y consigue lo que quería. Una madre discute a gritos con su hijo de 25 años por el desorden que tiene en su habitación.
Seguramente sabes muy bien cómo se siente estar realmente enojado por algo. Pero, ¿Qué haces cuando estás enojado?, ¿Gritas o golpeas al que tienes más cerca?, ¿Los que te rodean sufren a causa tus enojos?, ¿Te han dicho que ya no hagas corajes?, O, ¿Que no hagas enojar a alguien?
En la actualidad, nos hemos preocupado por el colesterol, la obesidad, la estética, pero no sobre nuestras emociones, cuando hablamos del enojo o ira, escuchamos solo ideas como: “el que se enoja, pierde”, “controla tu ira”, El enojo es una emoción que todos experimentamos en muchos momentos, ya sea por asuntos menores, como encontrarse en un atasco de tránsito, o en asuntos relevantes, como ser despedido del trabajo. El que el enojo se vuelva destructivo, es decir, que haya un exceso de energía que lejos de solucionar las cosas, las empeore, depende de nuestras creencias y valores, y de cómo lo interpretemos. Detrás de todo enojo hay algún grado de frustración, nos irritamos porque nos sentimos incapaces de controlar alguna situación o a alguna persona, en realidad no nos podemos controlar a nosotros mismos.
Sin embargo, la frustración puede crecer hasta alcanzar dimensiones delirantes en la sociedad, da la impresión de ser una reacción cada vez más habitual ante la más mínima contrariedad, la hemos incorporado y hasta nos parece algo “común”, pero, ¿Qué pasa cuando los enfados no cesan, cuando permanecemos casi todo el tiempo con el ceño fruncido, los ojos entreabiertos y a la caza de alguna pelea? Se dice que esta tiene efectos definitivos sobre la salud pues está asociada a padecer enfermedades cardiacas, gastrointestinales y otras.
Cuando nos enojamos, la presión arterial aumenta, los músculos se tensan, lo que nos permite agudizar los sentidos y se tiene la energía suficiente para actuar rápidamente. La red de terminales nerviosas ubicadas en el cerebro se activa logrando que nos sintamos amenazados, con lo cual en la sangre aumentan las plaquetas para no sentir dolor en nuestro cuerpo en caso de peligro. Al aumentar la presión arterial hay un desequilibrio y se altera la actividad cerebral que equivale a que se pierda el control de los impulsos y baje la racionalidad, ese estado hace que cometamos actos que no haríamos en “normalmente”. Nuestro cuerpo libera colesterol y sustancias catecolaminas que son las que permiten que los depósitos de grasa del corazón y las arterias se aceleren, lo cual ocasiona una descarga de adrenalina extrema afectando seriamente la buena salud del corazón y se dejan de irrigar la sangre a otros órganos importantes del cuerpo, además de que la bilis se derrama.
Imagínate estos efectos te sucedan tres, cuatro, cinco o más veces al día. ¿Cómo podría sentirse el cuerpo después de estar sufriendo este desgaste interior severo en varios años? Pues es que el sistema inmunológico se deteriora y puede ser uno presa fácil de enfermedades, como gastritis, dermatitis, colitis o síntomas desagradables como dolor de cabeza. A nivel conductual, el enojado llega a la agresión física, psicológica y verbal; daño a propiedades; tiene dificultades para relacionarse con otras personas y falta de auto control. Esto puede producir violencia familiar, problemas en el trabajo incluso abuso de alcohol y otras adicciones y conductas compulsivas, a veces decimos que hay gente que vive enojada, hasta con la vida misma.

El enojo no sólo sirve para hacernos sentir mal, protagonizar peleas innecesarias, decir cosas de las que después nos arrepentimos y no medir las consecuencias de nuestros actos, también nos puede beneficiar si lo sabemos usar a nuestro favor. Sin embargo, esta emoción ha sido condenada desde hace años, como algo malo, destructivo, que es necesario reprimir, desviar u ocultar. Aún hoy seguimos manteniendo esa idea y tratamos por todos los medios de no demostrar cuando estamos enojados. Creemos que el enojo es algo irrazonable, innombrable y que no debemos mostrar, incluso se nos juzga si “por nuestra culpa, hacemos enojar a otras personas”.

Sin lugar a dudas un instrumento eficaz de supervivencia son nuestras respuestas emocionales, como la ira, las emociones son la energía que motivan las acciones e imprimen vigor fáctico de la vida.

El enojo entra en escena si se vulneran nuestros límites y lo que es valioso para nosotros, ya que esta emoción está ligada al sentimiento de justicia, está encargada de defender nuestra propiedad, a nuestros seres queridos y a nuestra identidad. Como cuando somos atacados, lastimados física o emocionalmente, como cuando somos ignorados, rechazados, excluidos, engañados, acusados arbitrariamente o avergonzados. A veces también cuando estamos frustrados ante una pérdida o ante la imposibilidad de lograr lo que deseamos y realizar nuestras expectativas o hacerlo a costa de algo que no queremos sacrificar.

Pero la rabia aumenta o se prolonga cuando pensamos que algo es injusto, como cuando alguna persona se siente superior a los demás, cuando alguien se quiere aprovechar, cuando vemos que sucede algo que no es correcto o está lastimando a alguien, También cuando escuchamos las noticias de cosas que suceden a las mujeres o niñas y a los más débiles en el mundo o en nuestro país. Cuando suponemos que las cosas y las personas deberían ser diferentes. Y esto hace que a algunos los lleve a hacer algo por la situación presente, como protestar o tomar acciones para cambiar esa realidad adversa.
El enojo puede ser un impulso para conseguir lo que queremos y tratar de resolver nuestro conflicto interno, aún y cuando sobrepasemos los derechos de otras personas. Incluso cuando conjeturamos que las personas tienen que actuar como nosotros queremos de forma voluntariosa, o pensamos que eso es lo correcto, es decir, cuando somos intolerantes, desesperados o tenemos sentimientos de violencia o de venganza y resentimiento.
Narciso Irala, misionero jesuita en China, menciona que la ira se desata cuando acuden a la mente ciertos pensamientos y plantea cuatro orígenes de la misma:

·         Raíz en la soberbia, cuando uno piensa que “yo tengo la razón, lo que digo es la verdad y se tiene que hacer”.
·         Raíz en la amargura, “todo el mundo está en mi contra”.
·         Raíz en el dolor, cuando hay personas que se sienten importantes haciéndose pasar por víctimas o inventan que son víctimas de los demás, “este dolor es insoportable”.

·         Raíz en la intolerancia, según la cual la persona intolerante manifiesta su falta de respeto hacia las opiniones, formas de pensar, actuar e incluso ante las características físicas de otros.

Por otro lado, no podemos negar que el enfado junto con la tristeza son las emociones más usadas para manipular a los que nos rodean, ejemplos sobran, como cuando me enojo con alguien por no acompañarme, para que mis padres me compren lo que les pedí, me enojo para que mis hijos me obedezcan y hagan lo que yo quiero.

Según un artículo de la Asociación Americana de Psicología, se ha demostrado que dar rienda suelta a la ira y la agresión no ayuda a resolver la situación, al contrario, la agrava o la estanca. Muchas veces al querer negar lo que sentimos, y no gestionarlo o conciliarlo, no decimos nada, pero estamos hirviendo por dentro, o bien respondemos de manera irónica o con el sarcasmo, queremos lucir poderosos, pero en realidad actuamos así por una gran incapacidad.

Generalmente las palabras ira, cólera, enfado, rabia, enojo o furia, suelen ser sinónimos, sin embargo, es importante entender que hay “niveles de furia” y no son lo mismo. El enfado lo sentimos como cuando queremos irnos a dormir por estar agotados, o cuando la ropa nos incomoda, pero ello no afecta a otros. El enojo viene cuando le damos toda una significación, que sentimos que se burlan de nosotros, que se aprovechan, que no se tiene alguna consideración, etcétera. La furia se acrecienta cuando ya algo nos ha molestado por un periodo considerable, cuando uno ha sentido que han abusado. Empezando con las verbalizaciones, la idea de expulsar la energía acumulada, siguen los gritos o querer golpear.

El gritar o golpear es una manera de liberar la energía acumulada por nuestro enojo, pero cuando la persona da salida a su rabia sin pensar en las consecuencias, provoca violencia a su alrededor, el inconveniente es que si esta se reprime se puede tornar en una agresión interna y externa constante.

La ira como toda emoción es de corta duración, así que lo recomendable es dejar que esta fluya y regrese el cuerpo a su equilibrio, por lo cual debemos de alguna manera exteriorizar el sentimiento, pedir a las personas que están alrededor unos minutos para calmarme y recuperar la armonía. Así las personas no se sorprenderán si manifestamos un arranque súbito y totalmente irracional. Es mejor decir “vengo enojado, por favor denme unos minutos para relajarme”, asimismo nos puede ayudar una respiración profunda acompañada de la pregunta ¿Para qué me sirve la rabia en estos momentos?

Sentir ira, decirle a alguien que uno la siente y hablar de este sentimiento es saludable y necesario en la medida que se reconozca que parte de uno mismo y se evite devolver con la misma moneda al objeto que produjo esa ira como una forma de venganza o bien encerrarla en el interior, ya que tarde o temprano ésta saldrá, tal vez de forma más violenta y en una escalada sin fin. Lo importante es canalizar esta energía que lleva consigo el enojo a través de formas más saludables, tener templanza.
Analiza que es lo que te hace enojar, ¿La situación?, ¿La persona?, ¿El que la cosas no salieron como tu querías? Después de hacer este ejercicio regresa con la persona quien te hizo enojar y si es buen momento y está calmada, formula un mensaje claro al expresar la incomodidad generada por su conducta, para hacerle saber cómo te sientes, por ejemplo, evita decir: “!!! Nunca me haces caso¡¡¡, ¡Siempre debo gritarte para que recojas tus juguetes ¡”. En cambio, un mensaje claro es: “Temo caerme cuando dejas tus juguetes en la escalera y no me gustaría ir al hospital si me lastimo”. Como se puede ver, se trata de concientizar sobre las consecuencias y la responsabilidad. No es lo mismo expresar tu enfado gritando y amenazando que expresarlo, hablando de un modo algo severo sí, pero con mesura y una intensidad y sentido apropiados.
También es bueno preguntarse ¿De quién es realmente la responsabilidad?, ¿No seré yo el problema?, ¿Son razones válidas?, ¿El enojo es desproporcionado?, ¿De verdad es para mejorar tu entorno o la vida de quienes te rodean?, ¿Cuál es la mejor menara de llegar a un acuerdo? Ese tipo de preguntas ayudan a tranquilizarse y a controlar las emociones, también es cuestión de tiempo y de dialogar con uno mismo antes que seguir albergando rencor, y como toda crisis, debe tener un inicio, un fin, una solución y un aprendizaje, no permitas que el sol se ponga y que siga tu enojo, si al final del día aún continúas enojado, ¿Cómo podrás dormir?, no vale la pena.


sábado, 8 de junio de 2019

¿que te ata a la vida?


El sentido de la vida constituye una cuestión filosófica sobre el objetivo y el significado de la vida, o de la existencia en general. Este concepto se puede expresar a través de una variedad de preguntas, tales como ¿Por qué estamos aquí? o ¿Qué es la vida? ¿Vale la pena vivir? Esta pregunta ha sido objeto de un gran estudio filosófico, científico, psicológico, incluso teológico. Pregunta que depende de quien pone en duda su vida y que fue arrojado al existir, pero también esta tiene dos puntos de inflexión; el nacimiento y ante la inminente muerte.
Para los seguidores de alguna religión, se podría suponer que la respuesta es sencilla y que la vida siempre tiene un sentido, ya que la mayoría de las religiones ligan el sentido de la vida en otras vidas o en servir y adorar a su Dios, además en estas se dan alicientes para mantener la vida puesto que esta es un don de dios y solo él la puede quitar. Además, está presente la esperanza de una vida mejor después de la muerte, incluso el sufrimiento tiene sentido, saberse mortales refuerza el valor de la existencia, como el regalo más valioso que uno puede tener.
Alguna vez un grupo de jóvenes le preguntaron al filósofo Adam Schaff, (1913-2006) sobre ¿Cuál era el sentido de la vida?, el suponía que era una pregunta sin sentido, pues para algunos pensadores el propósito de la vida no puede explicarse desde la propia vida por lo tanto la pregunta era absurda, sin embargo, ellos lo persuadieron para dar una respuesta.” El que pregunta por el sentido de la vida pregunta ante todo por el valor de la vida, es decir, si vale la pena vivir o no. Menciona que para la gente que tiene una religión tiene ya la respuesta ante tal cuestión, sin embargo, el considera que lo más importante serían las consideraciones por las cuales se les debe de mostrar el por qué debían vivir a pesar de todo.
El filósofo canadiense, Jean Grondin, escribió, en 1993, un ensayo filosófico sobre el sentido de la vida, en el que menciona que solo el hombre puede plantearse esa pregunta, y donde las respuestas religiosas se basan en que la vida solo tiene sentido en la perspectiva de un más allá, donde todo estará bien y todos los errores serán reparados. Mientras que los humanistas abrazan el avance de la cultura y los vagamente hedonistas (disfrutemos de la vida que solo hay una). El filósofo va concluyendo que debemos de tener la capacidad de encontrarle un cierto sabor a la vida, el poder experimentar el placer de estar vivo, de poder utilizar nuestros sentidos para disfrutar y experimentar la vida, ya que poseemos un cierto sentido sensitivo, al poseer una nariz, un olfato para la vida, así como de los cinco sentidos que nos abren tanto al otro como al mundo.
Jean supone que la función principal de la filosofía es quizás la de recordarnos lo que hace la vida digna de ser sentida. El menciona que “el mensaje de Sócrates y de platón es claro: hay que vivir la vida como si un día tuviera que ser juzgada, aun cuando se trate de la situación más inverosímil del mundo” “solo se vive una vez, siempre y cuando no se desperdicie la ocasión. Por eso debe ser posible articular y desarrollar la esperanza que, desde siempre, confiere un sentido a nuestra odisea. Esta articulación seguirá siendo necesariamente arriesgada, pero cómo no va a serlo si la vida es una aventura”.
Por otro lado, Viktor Frankl público en 1945 “El hombre en busca de sentido”, un libro que inspiro a millones de personas a asumir la actitud de sí a la vida. Él vivió en carne propia los horrores del holocausto por ser un prisionero más en Auschwitz y Dachau. Experiencia que el supero de manera estoica y algo que tuvo muy claro tras sobrevivir su encierro y la pérdida de su familia, fue que su propósito personal en este planeta no iría a ser más que ayudar a los demás a encontrar su propio sentido de la vida, a elegir su camino, bajo estos tres puntos: trabajar día a día con motivación, vivir desde la esfera del amor y tener coraje en cada momento para hacer frente a la adversidad.
Para él, el sentido de la vida no se pregunta, se siente.  Explica que todas las respuestas ante nuestras dudas vitales no están en el exterior, es decir, que en los libros nunca explicaran cual es nuestro propio sentido de la vida, pues este no solo difiere de persona a persona, sino que nosotros tendremos un propósito vital en cada etapa de nuestra existencia, esto es, que nuestros propósitos irán cambiando con el tiempo a medida en que vamos creciendo como seres humanos, lo importante es que cada objetivo nos confiera satisfacción y aliento para levantarnos por las mañanas y luchar por aquello que deseamos. Y que ni nuestra familia ni amigos tienen el derecho a dictarnos nuestros propósitos.
El sentido de la vida según él, está en hallar un propósito, en asumir una responsabilidad para con nosotros mismos y para el propio ser humano. Al tener claro un “por qué” ¿para qué quieres la vida?
Viktor Frankl solía dar una respuesta que debe invitarnos a una reflexión, el ser humano no tiene la obligación de definir el sentido de la vida en términos universales. Cada uno de nosotros lo debe hacer a nuestra manera, partiendo de nosotros mismos, desde nuestro potencial y experiencias, descubriéndonos en nuestro día a día.
El destacado biólogo y filosofo chileno Humberto Maturana (1928-), menciona que, para él, el futuro de la humanidad en realidad son los adultos, pues son ellos quienes conviven con los infantes y jóvenes y en la convivencia es en donde se realizan los cambios. El menciona que todos los seres humanos necesitamos vivir una vida que tenga sentido, en la cual su quehacer sea congruente y armónico, con un espacio más extenso que en su vida personal. Históricamente este sentido se daba en un aspecto espiritual, cosa que se ha perdido en medio de la modernidad. Existían rituales para los jóvenes en su paso de la niñez a la madurez y que a la vez los integraban a su comunidad.  Y actualmente, lo que las personas quieren es sentirse integrados, saberse que pertenecen a su comunidad, pero ahora, generalmente se imponen tantas normas que solo sí cumples tales y tales reglas se puede pertenecer a su grupo social. “En la actualidad lo que se hace es empujar a los jóvenes a un espacio mercantil, carente de sentidos. Esos sentidos antes lo proporcionaban la familia, pero también el colegio que tenía una cierta identidad.”
A este respecto, el destacado psicoanalista, psicólogo social y filosofo humanista Erich Fromm, dentro de su concepción menciona que el ser humano actual se identifica con los valores del mercado porque se ha transformado en sí mismo en un bien de consumo y siente su vida como un capital que debe invertirse provechosamente. El hombre se ha convertido en un consumidor eterno. El valor humano se ha limitado a lo material, en el precio que pueda obtener por sus servicios y no en lo espiritual, tales como el amor o sus capacidades artísticas o deportivas. El gran problema es el consumismo y el uso de servicios al máximo, incluyendo la obsesión al trabajo y la obtención de bienes, asumiendo que si se poseen se tiene la felicidad completa.
El escribió en 1976 su libro “del tener al ser” donde plantea que el concepto de felicidad se ha establecido como una meta y no como un medio, donde se ha desviado la conducta hacia la satisfacción de los placeres como una experiencia pasiva opuesta al amor, el bienestar y la alegría activos. De ahí que el “ser” del hombre dependa del “tener”, pues en la sociedad actual se ha mostrado que entre más posesiones materiales tengamos, más valor como personas tenemos, es decir, se “es” porque “se tiene”.
Esto me recuerda el fragmento de la película Trainspotting 2, donde Verónica le pregunta a Renton, ¿por qué Simón frecuentemente le dice? “elige la vida” (choose life), y este le contesta que era un slogan de los 80, que se aplicó no solamente a una campaña antidrogas, sino que fue extendido a una industria de consumismo, a escoger prendas de diseñador para darle un valor a nuestra existencia, en las cuales ofrecían no solo el producto sino ilusiones al obtenerlos, le expresa las siguientes ideas: escoge lencería de diseñador con la vana esperanza de darle un soplo de vida a una relación que ya esta muerta, elige bolsos, terciopelo, zapatos altos, en fin para hacerte sentir lo que todos creen que es ser feliz, elige Facebook, Tinder, Instagram Snapchat y mil apps donde dices que tienes amigos que jamás conociste, cuéntale al mundo lo que desayunaste con la vaga esperanza que alguien en algún lugar del mundo le interese. Donde la interacción humana esta reducida a simples bites, elige la promesa insatisfecha, elige nunca aprender de tus propios errores, elige ver como la historia se repite.
A este respecto, el filósofo Guy Debord (1931-1994), afirma que vivimos en una sociedad donde todos queremos ser visibles a cualquier precio, porque si no nos mostramos no existimos, un ejemplo de ello es el por qué las personas suben infinidad de fotos en Facebook, entre otros, sobre lo que hacen, lo que comen, a donde van, etcétera. Menciona que el ser se convierte en un ser pasivo incapaz de tomar decisiones. El supone que las personas en lugar de vivir la vida, consume ilusiones de las cosas. Básicamente, el filósofo trata de explicar que las personas hemos dejado de relacionarnos como realidades, para pasar hacerlo como representación de las mismas.
De esta manera, Fromm propone que mientras más cultivemos nuestro espíritu, menor será lo que poseamos y en consecuencia se reducirá el temor a morir, pues enfocaremos nuestra existencia en vivir. Para el supone que la vida consiste en lo que hagamos con lo que somos.
Alguna vez escuche que en la antigüedad la muerte era más venerada que el nacimiento, pues en ella se reconocía al difunto todo lo que había hecho por su comunidad, actualmente es al revés, se festeja el simple hecho de haber nacido y que por este mismo hecho somos merecedores de “todo”, si bien en cierto que somos seres únicos e irrepetibles, no creo que solo por el hecho de nacer debemos de merecer “todo”, tal y como en últimos tiempos se ha manejado, si retomamos este aspecto de la antigüedad, referente a lo que has hecho por los tuyos, por tu comunidad, para lograr un respeto y un lugar en tu mundo.  Epicuro afirmo que el sentido de la vida está en los demás, hay que vivir proporcionando el máximo placer al prójimo y así la propia existencia tiene un valor porque mejora la sociedad y asegura la convivencia.
Y a ti ¿Que te ata a la vida? o bien, ¿qué has hecho para que se te reconozca o te valoren los tuyos?


jueves, 25 de abril de 2019

Ninfomanía, otro pretexto más para la discriminación.



El origen del término lo encontramos en la mitología griega, en la que se reconocía como ninfas a unas hermosas y jóvenes doncellas que habitaban en la naturaleza y atraían con su belleza y sus cantos a los campesinos con la intención de seducirlos.
El vocablo fue acuñado aproximadamente en el año 1800 por un psiquiatra, que como es de suponer y acorde a su época que le tocó vivir, conocía muy poco sobre la fisiología sexual femenina. Por aquellas fechas pululaba en los ámbitos médicos la asociación patológica entre útero-histeria, a la vez que el deseo sexual femenino asustaba a los hombres y la masturbación era considerada como pecado. Entonces no es extraño que surgiese un término con connotaciones de enfermedad y de prejuicio para censurar todos aquellos comportamientos “inadecuados” para la mujer pues estaba creándose la imagen de que ellas eran seres asexuados.
A modo de curiosidad histórica, cabe mencionar que ese supuesto trastorno fue citado en el II Manual Diagnóstico de Enfermedades Mentales como una desviación sexual, después en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association, APA), fue reconocida como una dependencia sexual capaz de influir en la vida cotidiana de las personas, que posteriormente fue eliminado y luego quedó bajo el rubro de impulso sexual excesivo. Posteriormente fueron llamados sexo-adictos, hoy en día prevalece el termino, con el nombre de hipersexuales. Lo cierto es que en la actualidad muy poco profesionales hacen referencia a la palabra ninfomanía, quedando relegada y arraigada en la memoria del pueblo.
De esta manera, en la cultura popular se conoce como “ninfómana” a la mujer que tiene un insaciable apetito sexual, es decir, que padece un deseo irrefrenable y compulsivo por tener cúpula, se utiliza para referirse aquellas que se masturban o “sienten más deseo sexual que sus maridos” pero que después del acto sexual quedan insatisfechas. Además, son catalogadas como personas que no logran mantener una relación de pareja estable por su mismo deseo que las hacen pasar de una relación a otra y/o varios compañeros sexuales, no solo afectivos.
De esta forma, el concepto de ninfómana ha sido utilizado como despectivo, pues no sucede lo mismo con el de sátiro, para el caso del hombre, que según los griegos eran criaturas masculinas que acompañaban a Pan y Dionisio por bosques y montañas con un desaforado apetito sexual. La impronta negativa de la ninfomanía sigue arrastrando su pesado lastre de miedo y rechazo al deseo sexual femenino aun en nuestros días. El que una mujer disfrute del sexo no significa que lo sea o que padezca hipersexualidad, según Mignon MacLaughlin “una ninfómana es una mujer tan obsesionada con el sexo, como cualquier hombre promedio”, sin embargo, muchas mujeres viven con vergüenza, se sienten culpables o molestas ante estas ideas que están presentes en la cultura popular. El consenso entre quienes consideran la hipersexualidad un trastorno es que el umbral se alcanza cuando el comportamiento causa incomodidad o impide el funcionamiento social.
Actualmente se les denomina hipersexuales a quienes se caracterizan por sobrepasar un determinado umbral del deseo sexual, pero es aquí donde los sexólogos cuestionan sobre si puede existir tal umbral, ¿Cuál sería la base para decidir en la frecuencia de estimulación? Ya que el deseo sexual varía considerablemente en los humanos: lo que una persona considera un deseo sexual “normal” para otro podría ser considerado como excesivo o insuficiente. Muchas veces la comparación del desea se realiza respecto a la pareja, quien puede percibir que tiene más deseo uno que del otro. Pero también esta el que muchos hombres no entienden la función multiorgásmica de la mujer y la suponen con un alto libido. Un caso desproporcionado y que exhibe el conservadurismo y el prejuicio en nuestra sociedad fue cuando Martha Sahagún pidió el divorcio al Vaticano argumentando que su primer esposo tenía una sexualidad exacerbada, se le concedió y se casó por la iglesia con Vicente Fox.                                                                                                                                           Pero también es una cuestión de estereotipos, como en el caso contrario, que se cree que todos los hombres solo piensan en sexo o que siempre deben estar disponibles para tener sexo con cualquier mujer que se lo proponga. O que es raro que las mujeres puedan desear tener relaciones sexuales pues en la época victoriana se alentaba la idea de que ellas eran seres asexuados.
De esta manera, muchas de ellas no disfrutan de las relaciones sexuales pensando que no deben de parecer unas “locas” o “mujerzuelas” en las relaciones sexuales, mientras algunos hombres sueñan con tener mujeres insaciables como en las películas.
Alrededor de la sexualidad de las mujeres todavía existen muchas ficciones como que son frígidas, que son más lentas en la excitación o en alcanzar un orgasmo, que el hombre debe proporcionarles el orgasmo, que deben estar siempre dispuestas al sexo con ellos y en exclusiva, totalmente entregadas en cuerpo, alma y mente.
La sexóloga María Luisa Lerer cuestiona ¿Qué si son más lentas? ¿con referencia a quién? Ella menciona que muchos estudios y referencias están basados en el varón, que muchas de las veces son los propios esposos los que reportan que ellas tienen más o menos deseos que ellos o que no quedan satisfechas sexualmente. La sexóloga menciona que tal vez sea que a muchos hombres se les ha enseñado a eyacular prontamente. A este respecto, el sexólogo Lucio David González, explica que en los consultorios es mucho más común encontrar casos de mujeres que jamás han podido satisfacerse, “tenemos una cultura en el que el hombre lo hace más rápido y deja a la mujer viendo un chispero”. Ya que no se toma en cuenta lo que le gusta a su conyugue.
De aquí la importancia de una educación en este rubro para entender la sexualidad propia y de las personas con quien se tiene interacción y es necesario dejar de usar términos peyorativos, genitalizar, esquematizar a otros poniendo como dato central la sexualidad o la idea de que nos tomamos de cómo debe ser esta. Porque con ello hallamos relativa seguridad ante dudas, miedos e inseguridades de nosotros mismos y quisiéramos obligar a que los demás reaccionen a la medida de nuestras expectativas y ganas de tener poder y control sobre sus cuerpos.