lunes, 27 de febrero de 2017

Lo que cuenta la gente sobre el sexo, no siempre es verdad.


Cuando se habla de educación sexual inmediatamente se piensa en una enseñanza otorgada fuera de casa, como pudiera ser en una institución escolar.
 Se nos vienen a la mente varias cosas relacionadas, entre ellas: lo que la publicidad nos hace creer, lo que las películas nos ofrecen, los memes de WhatsApp, los albures y hasta  las que están envueltas en cuestiones de ética, moralidad o pecado, o bien, se identifica con técnicas coitales.
 Pero hablar de sexualidad es mencionar al ser humano integral, donde se incluye al ser biológico, ser psicológico y ser social. Este vocablo nos refiere al ser humano sexual que es, que piensa y que convive con otros seres humanos que también son, piensan y conviven. La sexualidad implica desde el tipo de ropa que usamos, los modos de caminar, de mirar, de reír, de actuar, de coexistir con otros, así como la idea que las niñas “deben” usar aretes y los niños prendas de color azul, que los niños practiquen juegos rudos o que las niñas sean “femeninas”.
A veces otorgamos de forma consiente un significado simbólico a esas pautas y lo adoptamos como parte de ver las cosas, incluso nos hace cambiar nuestro comportamiento a través de la educación y la información científica. Sin embargo, es muy común que asumamos las cosas sin reflexionar.
Una buena parte de esto la aprendemos de manera informal, así,  sin reparar le damos un trato diferente a una niña que a un niño. Sin embargo, siempre  estará presente  la forma en que un niño durante su desarrollo vaya reuniendo e identificándose con estos elementos y los adopte como propios, es decir, que el pequeño va incorporando a su ser la vivencia psíquica y emocional de ser hombre o mujer. Pero hay una educación sexual que es la principal fuente de información, pero muchas veces son ideas erróneas, pero que a la vez son más persistentes  y que se dan cotidianamente como son las charlas con la familia o los amigos, la que los medios masivos de comunicación nos transmiten día con día a través de comerciales o películas. En la que todos hemos recibido y aún más, también somos educadores sexuales. Vamos transmitiendo ideas erróneas entre broma y broma o comentarios que hemos escuchado decir a otros, pero no estamos seguros de que sean ciertos.
En algunas otras ocasiones, cuando tenemos dudas con nuestra sexualidad, acudimos, en primera instancia, a los sacerdotes, al médico, al maestro, al psicólogo, a la enfermera, al psiquiatra, ginecólogo, etcétera  y suponemos que ellos nos pueden resolver nuestras dudas pero, también pueden surgir situaciones confusas, discrepancias en juicios valorativos y moralidades prejuiciosas que en lugar de ayudarnos  limitan nuestro desarrollo psicosocial.
Muchas veces suponemos que por ser profesionistas, por tener ciertos estudios, cuentan con información fidedigna, sin embargo, esta puede estar cargada de ideas erróneas, como por ejemplo: “cuando hacen creer que la masturbación es nociva, (que se puede convertir en vicio)”, “que los hombres nunca deben fallar en la cama”, o bien “que todas la mujeres sangran cuando pierden la virginidad”, “que la pareja debe tener orgasmos sincronizados”, etcétera, asumimos esa información como válida aunque este cargada de juicios valorativos.

Ahora con tanta información en librerías, programas de televisión, incluso en internet de fuentes serias e institucionales y que pueden ser consultadas de forma discreta si así lo decidimos, no hay pretexto para  limpiar nuestras telarañas mentales sobre nuestra sexualidad.

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