martes, 4 de diciembre de 2018

Ay el aborto parte 2


El peso recae en quien lo vive.
El aborto es un problema de justicia social, de salud, de igualdad y de género. En México existen 7 causales legales de interrupción del embarazo; por violación, por alteraciones genéticas, imprudencia o culpa, peligro de muerte, grave daño a la salud, inseminación no consentida y razones económicas. 
Cada año 227 mujeres son denunciadas, aunque se haya tratado de abortos espontáneos. La mayoría tienen bajos recursos y poca información. En casi todos los casos las denuncias son realizadas por el personal de salud que al igual de las procuradurías las tratan como criminales.
En una encuesta que realizó la organización “Católicas por el Derecho de Decidir”, reportan que un gran porcentaje de la población católica está a favor del aborto y mencionan que en el Concilio Vaticano se aprobó que ellas tienen el derecho de elegir si son madres o no, además, en el caso de un aborto, la mujer no queda excomulgada automáticamente. En la ley de la iglesia que se llama Derecho Canónico mencionan en el canon 1323; que no se puede castigar a la mujer cuando es menor de 16 años, cuando ignoraba que infringía una ley, si actuó de manera accidental, cuando actuó presionada por miedo o para evitar un daño grave. Esto contrasta con lo que se suele difundir en las escuelas pastorales, en las que los seglares a cargo, a veces ponen de su propia cosecha, en cuanto a prejuicios y falacias se refiere, ya hasta la situación cambia según la diócesis que se trate. Hoy día la iglesia trata de ponerse al día en este y otros temas por la desbandada de fieles.
Un artículo publicado por Carolina Torreblanca, menciona que entre 2002 y 2016, la causa de muerte específica de 624 mujeres fue un aborto. Mientras que solo el 7% de las mujeres que parió durante ese mismo periodo tenía una escolaridad de preescolar, ese porcentaje sube hasta 23.4% en el caso de las que murieron y que habían estudiado solo hasta ese grado, ignorancia igual a muerte. Hace hincapié, en que es muy difícil tener cifras exactas de las mujeres que abortan, ya que es una práctica criminalizada, además que esta se realiza en plena clandestinidad. En el centro del debate está la idea de que ellas no van a dejar de abortar, pero que su criminalización la vuelve una práctica insegura por que no se hace en condiciones adecuadas.
Muchas mujeres para abortar se introducen vía vaginal, en el mejor de los casos, hierbas, otras utilizan instrumentos no esterilizados, como ganchos de ropa, incluso hasta productos que lleguen a quemar las paredes de la misma. También están las que llegan a consultorios clandestinos y son maltratadas, algunos médicos abusan sexualmente de ellas o bien las denigran, con la posibilidad de que les hagan un mal procedimiento y queden expuestas a infecciones y hemorragias internas. Solo las que cuentan con los recursos económicos suficientes pueden realizarlo en un hospital y salir bien libradas.
Sin duda alguna es un tema de múltiples matices y es que en esta materia de la sexualidad se concentran diferentes puntos de vista desde el familiar, lo político, económico, social, moral, religioso, inteligencia y de género.
Sin lugar a dudas, cualquier embarazo es algo sorpresivo en cualquier mujer, porque durante la relación no se piensa en ser fecunda, sin embargo, la noticia siempre es impactante, se puede reaccionar con ilusión o con miedo, pero pasada esta emoción surgen otros sentimientos, dudas y temores a partir de su historia personal. Muchas chicas tienen miedo de anunciar a sus padres que están embarazadas, algunas toman la decisión cuando ya ha pasado mucho tiempo. Otras tienen miedo de no recibir el apoyo de su familia, ellas se sentirán señaladas y solas, siempre se sentirán culpables de su estado, también en el caso de violación.
Por otro lado, si bien en cierto que hemos avanzado en brindar educación sexual en primarias y secundarias sigue habiendo prejuicios en especial por parte de los padres que no quieren que se imparta, pues temen que se les quite la “inocencia”, ello implica que queden al margen del conocimiento de su cuerpo y por lo tanto más expuestas. De cualquier forma, ellas siempre serán las señaladas y culpables.
Muchas mujeres sufren de la falta de información, otras son obligadas a la “llamada prueba de amor”, otras quieren experimentar, otras por estar enamoradas, deciden tener relaciones sexuales, pero, aun conociendo métodos anticonceptivos, ellas tienen miedo de pedir expresamente a su pareja usarlos para no ser catalogadas como “güilas”, y en el caso de que falle, suele ser “vistas como tontas por no saber cuidarse”, aun cuando no hay un método 100 por ciento seguro. La libre decisión a seguir o interrumpir el embarazo es lo menos que la sociedad les puede ofrecer.
El pasar por un aborto voluntario es una situación que puede ser compleja y desafiante en muchos sentidos para la mujer; algunas de ellas generan emociones y asumen creencias que pueden perjudicar su equilibrio emocional, como es el caso de aquellas que cargan sentimientos de culpa tras la interrupción de un embarazo, incluso por años. Arrastran el peso de la religión, la condena moral que las culpabiliza con expresiones como “pero bien que lo gozó, ahora que pague las consecuencias”.
A veces se piensa solo en las mujeres que viven en las principales ciudades del país, y no en aquellas que la mayoría de las veces ni tienen la opción de tener un condón en las manos, muchos menos otros tipos de anticonceptivos como la pastilla del día siguiente. Además, debemos tener presente que una relación sexual es de dos, en la cual algunos hombres no permiten o se niegan a usar algún tipo de anticonceptivo.
Existe un temor social mal infundado que, si se legaliza el aborto, se abusará de este como método anticonceptivo, la típica frase “No pueden estar abortando como ir al baño”, se cree que con eso se fomentara “la irresponsabilidad”. Sin embargo, en la ciudad de México después de haber practicado el procedimiento, se brinda información sobre sexualidad y los métodos anticonceptivos para cuidarse, aunque las usuarias del servicio señalan que no lo volverían hacer.
¿Qué pasa por la cabeza y el corazón de una mujer tras un aborto? Tanto si es espontaneo e inesperado, como si es voluntario, se identifican aspectos en común. El primero es el síndrome de culpabilidad, en el caso de aborto espontaneo la mujer tiende a pensar que no se ha cuidado lo suficiente su salud o que se ha esforzado más de la cuenta, entre otras ideas, de cualquier modo, es un estado de ánimo que destruye por dentro.
El segundo factor que se debe tener en cuenta tras un aborto es la ansiedad, evidente en el espontáneo, genera la duda de si la mujer se volverá a quedar embarazada, si la pérdida sucederá otra vez o si hay distintos factores amenazantes escondidos. En el caso del programado, la ansiedad "pesa" más antes de tomar la decisión de interrumpir el embarazo, unida a la inquietud de enfrentarse a un proceso quirúrgico. Ambos factores, culpabilidad y ansiedad, están relacionados con la reacción del entorno de la mujer antes, durante y después del aborto, sea espontáneo o programado, puesto que su estado de ánimo es vulnerable a la opinión de los padres, los amigos, es decir de su núcleo más cercano. Es muy importante, por tanto, descartar cualquier tipo de reacción punitiva, juicio o sesgo.
Mucho se puede decir acerca del duelo por la muerte de un hijo en la interrupción del embarazo espontaneo. Hay padres que lo viven de una forma desgarradora y terriblemente desquiciante; sin embrago, hay otros que, sin dejar de sentir dolor, pueden alcanzar un estado de tranquilidad y resignación al cabo de un periodo de tiempo. En un proceso de duelo, en ocasiones, entran en juego las creencias familiares, las culpas y las obligaciones asignadas. La mujer que lo vive, sufre la perdida pues ya tenía planes para la crianza, Sin embargo, la muerte gestacional puede derivar en Trastorno de Estrés Postraumático, tanto en la madre como el padre.
Por otro lado, a muchas chicas se les obliga a continuar con un embarazo no deseado, y se les ofrece la opción que den a su niño en adopción. De cualquier modo, ellas no saldrán bien libradas del asunto, serán señaladas por la sociedad como malas madres y continúan trayendo al mundo niños no deseados, con riesgo de que lleguen a ser niños maltratados.
También, se les plantea la posibilidad de llegar a término y se les presiona a recibir ayuda de grupos políticos. Uno de tantos casos, que se viven día con día es como lo que le paso a  Paulina del Carmen Ramírez Jacinto, la niña que a los 13 años fue violada en 1999 y su proceso fue muy conocido en todo México porque la iglesia y el Gobierno Panista de Baja California le impidieron abortar. Ella asegura que debe ser la mujer quien debe decidir sobre su cuerpo porque es suyo, según su opinión, su situación económica, sus sueños, y no terceras personas, pues a ella y a su familia les hubiera gustado decidir su destino. En su recuerdo quedó grabada la intolerancia de un gobierno que trasgredió las leyes para impedir que interrumpiera su embarazo.
El gobierno de Baja California tardó seis años en resarcir -al menos económicamente- el perjuicio que provocó una decisión administrativa sustentada en creencias religiosas. La objeción de conciencia que pretextaron los médicos del Hospital General para no interrumpir el embarazo de la adolescente. Aun así, el Estado debió garantizar el cumplimiento de la Constitución que establece que el aborto se encuentra en los márgenes legales tratándose de una violación, como en este caso.
Mientras el aborto siga siendo criminalizado en el resto del país, ya sea provocado o espontaneo, seguiremos viendo una serie de atrocidades que pensaríamos que ya deberíamos de haber corregido en este siglo, con este gran avance socio-cultural y tanta modernidad que hemos tenido, pero todavía en algunos casos se impone la postura del doctor, el criterio de las autoridades, y las presiones sociales, religiosas, familiares, psicológicas, en fin, tantos factores que no han permitido que este asunto se resuelva como debería ser, a favor de la salud de las mujeres.
En todo esto trasciende el temor de dar autonomía a las mujeres, desmantelar el control de la vida y el control sexual sobre las mujeres y por ello se ha escatimado a las mujeres el derecho a ejercer su autodeterminación.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Ay el aborto, parte 1



Los sinónimos de la palabra aborto son: malogro, fracaso, frustración, perdida o interrupción, que vocablos tan fuertes.
La idea del aborto comienza prácticamente en la edad media al extenderse el cristianismo, ya que en la tradición judeocristiana se señala que no podemos disponer de nuestra vida ni de nuestra muerte, porque ella ha sido dada por el creador y él decide cuándo quitárnosla, por ello, se castiga la tentativa de suicido, no somos dueños de la vida. Sin embargo, Norma Ferro, en su libro “El instinto maternal o la necesidad de un mito” plantea que tal instinto es una de las expresiones de la dominación de la mujer fuertemente asentada en nuestra cultura, puesto que, en la antigüedad, en algunas sociedades era común la práctica del infanticidio, incluso, si la mujer no mataba a sus hijos podía ser estigmatizada como cuidadora de niños. En otras comunidades se promovían los abortos, aunque por diversas circunstancias y creencias. Se cuenta que los griegos mataban a los bebes que eran “feos” o contaban con alguna anomalía, como en algún momento de la historia de los judíos, se puede sospechar que también lo practicaban, pues en un pasaje en el Antiguo Testamento en el Levítico 21:17-23a  (NVI) “Dios le ordena a Aarón: ‘Ninguno de tus descendientes que tenga defecto físico deberá acercarse jamás a su Dios para presentarle la ofrenda de pan’. En efecto, no deberá acercarse nadie que tenga algún defecto físico: ninguno que sea ciego, cojo, mutilado, deforme, lisiado de pies o manos, jorobado o enano; o que tenga sarna o tiña, o cataratas en los ojos, o que haya sido castrado …. por causa de su defecto no pasará más allá de la cortina ni se acercará al altar, para no profanar mi santuario”. Y cuando se imponen las reglas es porque eran prácticas cotidianas. 

Fue hasta en la modernidad, que el aborto es altamente señalado. Elizabeth Badinter menciona que la sociedad en general manejó el desprecio o la piedad para las mujeres que no tenían o querían hijos. Ella menciona “quienes definieron la naturaleza femenina tuvieron cuidado de hacerlo de manera tal que implicara todas las características de la buena madre: eso es lo que hacen Rousseau y Freud, que con ciento cincuenta años de distancia elaboran una imagen de la mujer singularmente coincidente y destacan el sentido de la abnegación y sacrificio que según ellos caracteriza a la mujer normal. Tachada de egoísta, de malvada, hasta desequilibrada, la mujer que desafiaba la ideología dominante no tenía otra alternativa que asumir mejor o peor su anomalía”. De esta manera se desarrolló una concepción apoyada por algunos supuestos científicos del determinismo biológico que promueven la idea del “instinto maternal”, que para algunos políticos y religiosos que defienden esta postura, les queda como anillo al dedo, por ejemplo, el catolicismo promueve la maternidad al mencionar que se deben recibir los hijos que Dios les mande, por lo cual condena el aborto ya que mientras más descendientes más seguidores de la religión y la iglesia. Fue en el siglo XIX donde se criminaliza el aborto a nivel mundial. El papa Pio IX (uno de tantos papas corruptos), fue quien toma la decisión de declarar que todos los abortos son condenables desde el punto de vista moral. Desde entonces existe un pánico en especial de la iglesia por la autonomía, de la igual dignidad y de la igual condición humana de las mujeres.

Simone de Beauvoir relata que, en la Francia de 1810, el aborto se consideraba un crimen, fue hasta 1955, que en la entonces Unión Soviética se podía practicar con previa solicitud del médico, posteriormente se sumaron Hungría, en 1956; Polonia, en 1959; y EEUU, en 1973.

No obstante, parece curioso, pero también en los países que hace mucho eran de régimen comunista también se prohibía el aborto y se perseguía a las que lo cometían y a quienes ayudaban. Tal fue el caso Rumania por el dictador Ceaucesco, cuando en los años sesentas ilegalizó el aborto porque se estableció que el feto era de toda la sociedad, al final la razón era la misma, fomentar el crecimiento de las masas a quien dominar.

En los años 20 del siglo XX comenzó la llamada Revolución Sexual que alcanzó su máxima expresión en los sesenta, cuando se inventó la píldora anticonceptiva. Se suponía que eso permitiría que al fin la mujer podría tener un mejor control sobre su propio cuerpo, sin embargo, sigue imperando que el hombre se mantenga al mando, puesto que a la fecha a la mujer se le niega la capacidad de conocer cómo funciona su propio organismo, todavía hace unas décadas si la mujer le solicitaba al médico que le colocara un dispositivo intrauterino (DIU) este se negaba o pedía que el esposo estuviese de acuerdo, ya que quizás no quería verse amenazado por el marido. En muchos casos, los controles de la administración de las pastillas anticonceptivas eran llevadas por el novio, el esposo o en algunos casos, la propia madre.

Por cuestiones más bien económicas y por presión y compromisos internacionales, en México han avanzado los programas de salud reproductiva, pero es alarmante el ascenso en embarazos de alto riesgo por diabetes e hipertensión y en adolescentes, los casos de cáncer de mama y cérvico-uterino. Aunque sea arcaico, se sigue diciendo que una madre-mujer-mártir se va derechito al cielo y es una superstición que sirve para sublimar la situación de rezago y precariedad médica que impiden salvarle la vida, la idea posiblemente venga de nuestros antepasados, puesto que en la cultura azteca el cuerpo sin vida de las mujeres fallecidas en labor de parto era venerado a un grado divino y su valentía era admirada por la sociedad. Hoy día la salud reproductiva es una cuestión de derechos humanos en la que se deben tomar decisiones informadas y libres.

Actualmente en México a nivel federal se sigue discutiendo sobre el derecho a la interrupción legal del embarazo, pero llama la atención de que los órganos legislativos, jurisdiccionales, secretarías de estado, partidos políticos, iglesias, medios de comunicación, sociedad civil y demás instancias que intervienen en este debate están dominadas por varones, y que se excluye a las mujeres en esta toma de postura. Los partidos políticos que contendían en el proceso electoral de 2018 presentaron plataformas electorales regresivas en la materia, en el mejor de los casos una conveniente ambigüedad, las sentencias de la Suprema Corte de la Nación también han sido de toma y daca, hacen avanzar dos pasos y luego retroceder uno.

Desde hace 11 años en la Ciudad de México se permite la interrupción legal del embarazo, sin importar de que estado de la republica sea la embarazada, y en todas las demás entidades del país es un delito que se persigue y castiga, aun y cuando este puede ser espontaneo, (que es la pérdida de un embrión o feto por causas no provocadas intencionalmente), solo se exenta cuando se llega a comprobar que es producto de una violación. Aunque la polémica entre la penalización y la despenalización del aborto sigue polarizando a la sociedad. Los datos duros indican que quienes más la practican son jóvenes de 18 a 24 años, ¿Significa esto que los jóvenes son los más expuestos a embarazos no deseados?, ¿Hace falta una mejor educación sexual? Y en este sentido, ¿Cuáles son las implicaciones de realizarse un aborto? ¿Y cuáles son sus consecuencias? ¿Quién debería de tomar la decisión? ¿Y qué facilidades debe de proporcionar el Sector Salud?
Globalmente, las estadísticas muestran que generalmente en los países donde es legal ésta práctica, suelen realizarse los abortos voluntarios de manera segura y las complicaciones son poco frecuentes. La muerte materna por causa de un aborto inducido afecta al 13% de las mujeres que se lo realizan, la mayoría de estos decesos ocurren en países donde el aborto es ilegal y tienen un ambiente sociocultural muy represivo y sus políticas en torno a esto son restrictivas.

jueves, 15 de noviembre de 2018

¿Los hombres son de marte y las mujeres son de venus?



Los cerebros humanos, aunque se dice que biológicamente son diferentes nos han hecho creer que somos tan diferentes que nunca podremos coincidir. En el caso, de que si fuesen tan distintos tenemos una gran facultad de adaptarnos uno con respecto al otro, y además tenemos una capacidad de complementarnos.  Nuestro cerebro permite una mejor adaptación cuando más diferencias se presenten y una mayor capacidad para entender.  Además, nos han hecho creer que las féminas tienen un tipo de sentimientos tan diferentes a los hombres, por ejemplo; ellas son sentimentales, pacificas, débiles, falta de iniciativa, toda su energía se vuelca hacia el interés de los suyos y en especial ser agradable al hombre. A él, se le ha colocado en el lado opuesto, ser activo, valiente, agresivo, aunque generalmente él tenga la necesidad de demostrar su ternura y muchas veces no sea capaz de resolver todo tipo de problemas, más bien estas diferencias son de tipo cultural.
¿Creen ustedes que hay sentimientos o actitudes exclusivas de un sexo o de otro? 
Los recién nacidos expresan de igual forma sus emociones, su llanto, su risa, algunos muestran parte de su temperamento, sin embargo, la expresión de los sentimientos son aprendidas a través de la socialización, es decir, son condicionadas por nuestra sociedad, actualmente al varón se le niega expresar su llanto con la típica frase “los hombres no lloran”, cuando en la antigua Grecia las demostraciones de pena eran desgarradoras, tanto los hombres como las mujeres  podían manifestarse sin ningún límite hasta el punto del desmayo. Todavía en la Edad Media el llanto era permitido entre los caballeros de la mesa redonda, mientras ellos aceptaban su destino como algo natural, en paz y con tranquilidad, sus compañeros podían estallar en lágrimas y protagonizar escenas violentas y llenas de desesperación.

 ¿Qué sucede cuando una persona expresa un sentimiento que normalmente se le atribuye al sexo opuesto?
VIVIERON FELICES Y COMIERON PERDICES.
El cuento nos dice que fueron felices, pero nunca nos habla acerca de lo que ocurría cuando esas jovencitas pasaban a constituirse en mujeres de más edad, ni de las labores de limpieza, cierto eran princesas y contaban con servidumbre, hasta para vestirlas. Tampoco narraron que se comprometían a tener relaciones sexuales por imposición del macho.
Si creemos que esas emociones y sentimientos que se viven al inicio de la relación son los que siempre mandarán en la pareja, estamos muy equivocados. El enamoramiento es una fase del amor. Este se va transformando y hay que adaptarse a eso: si no, estamos perdidos.
Al principio de la relación se pudieron haber generado ciertos ideales, objetivos comunes, a veces no declarados, incluso a veces ya casados comienzan a trazar cada quien sus propias metas y que dejan de tener elementos en común. Por ejemplo, ambos quieren tener hijos, uno lo decide a la brevedad y el otro pasando unos años. En fin, cada integrante de la pareja viene de una familia con costumbres diferentes que pueden meter en conflicto al otro, pero con buena comunicación y disposición puedan comer perdices después de solventar algunas diferencias.

SOMOS UNO, PERO NO LO MISMO. U2.



En México hemos tenido grandes avances en temas de educación sexual y familia, sin embargo, todavía nos hemos quedado muy cortos en torno a ello. Si bien es cierto que actualmente en las escuelas a nivel primaria y secundaria ya se les brinda mayor información sobre la sexualidad que a nuestros abuelos o padres, sigue habiendo una autocensura al hablar de ese tema.
 Todavía a muchos padres se oponen a que sus hijos reciban educación sexual en las escuelas, por el falso temor de despertar en ellos la curiosidad y quitarles la llamada “inocencia”. Inocencia que en nuestros abuelos suponían que por un beso podían embarazarse, que la cigüeña traía a los hijos de Paris, que la mujer no tenía derecho a gozar su sexualidad, que el orgasmo femenino es algo inalcanzable, que al tocar a un homosexual uno se tornaría de igual forma atraído por el mismo sexo, como por conjuro.  Parece ridículo, sin embargo, muchos de estos prejuicios y mentiras se siguen transmitiendo de manera oral entre la gente con la cual convivimos día tras día, y todavía nos preguntamos ¿Por qué sigue habiendo embarazos en adolescentes?, sí, en efecto todavía tenemos falsas creencias sobre nuestro comportamiento sexual, sobre nuestro cuerpo y goce. Todavía suponemos como desviaciones condiciones tales como la ninfomanía, el travestismo, el voyerismo, el lesbianismo, y otras más, fomentando con ello la discriminación.
A través de mensajes de texto vía WhatsApp, grupos de intereses piden que no se les introduzca a los niños en las escuelas la “ideología de género”, según para salvar a los niños de un ataque mortal a la integridad moral y espiritual.
Pero, ¿Sabes qué es la ideología de género? ¿Identidad de género? ¿Has escuchado hablar de las personas transgénero y transexuales? Imagínate que, siendo hombre o mujer, sientes que estás en un cuerpo del género equivocado y que estas esperando en que momento de tu vida sufres una transformación como una mariposa. ¿Qué harías? ¿Cambiarías tu forma de vivir? Para muchos, este cambio implica dejar todo atrás, a veces abandonar a sus seres queridos, cambiar de ciudad y enfrentarse a una nueva vida y aun así padecen discriminación ya que en nuestra sociedad se ve todo a partir de la óptica de la diferencia, se juzga y se considera patológico esta condición, cuando en realidad sólo se debería de respetar la diversidad sexual. Es importante reconocer que reducir nuestra concepción del mundo a lo “normal” o “anormal”, donde sólo existen estas dos categorías, empobrece la expresión sexual del ser humano.
Existen personas o grupos cuyas posturas no se basan en estudios, pero que su idea es convencer al individuo de que la familia y el comportamiento heteronormativo es lo correcto, es decir las pautas que corresponden sólo a las familias e individuos heterosexuales pero que se aplican a todos por igual. Defienden el llamado “instinto maternal” y que la mujer continúe con el rol tradicionalmente asignado.  Aunque promuevan la igualdad entre los sexos, dicen que hay que respetar la antropología propia de cada sexo, digamos que proponen que ella puede trabajar, pero sin descuidar a sus hijos, esposo y casa. Por lo cual consideran una aberración otras formas de expresar la sexualidad. Todavía muchos padres se avergüenzan de sus hijos tan solo por ser diferentes a lo que esperaban sin ver sus cualidades, sin pensar que son seres humanos.
En este contexto, es importante que en las escuelas se brinde una orientación con perspectiva de género, puesto que hay personas cuya identidad de género discrepa con su cuerpo biológico, es decir que sus pensamientos, su comportamiento no concuerda con el cuerpo, a lo que suele decirse “que nacieron en el cuerpo equivocado “o también existen personas su sexo no está definido; los intersexuales, antes llamados hermafroditas, seres que anteriormente, por decisión del médico atemorizaban a los padres a decidir sobre el sexo de sus hijos, según los anhelos de los padres en tener un niño o niña, los operaban pero que al llegar la adolescencia las hormonas hacen de las suyas, lo cual les genera conflictos internos.
Cuando hablamos de la transexualidad nos quedamos todavía cortos, pues hay quienes la siguen considerando una enfermedad. Consideremos lo que dice la Doctora Lale Say, Coordinadora del Departamento de Salud Reproductiva de la Organización Mundial de la Salud: "La incongruencia de género es una condición persistente en donde la persona experimenta una incongruencia entre su sexo asignado y su género. La transexualidad se eliminó del apartado de enfermedades mentales para enfatizar que no es una condición que por sí misma genere estigma. La decisión de quitarla del apartado de enfermedades mentales no está basada sólo en la influencia de grupos de activistas, sino que se tomó como base toda la evidencia científica disponible hasta el momento."
Actualmente se entiende que la identidad de género es la percepción psicológica de ser hombre, mujer o ninguno de los dos ya que hay personas que reportan tener una discordancia en su ser. O personas que tratan de representar un género andrógino, un término intermedio entre estos dos. Es una condición humana que no tiene nada que ver con una patología que hasta hace algunos años muchos psiquiatras, psicólogos, médicos, pensadores y ciertas mentes oscurantistas estaban empeñados en considerar como anormales o querer imponer una heteronormatividad.
Porque existen infantes que no se identifican con los estereotipos que hasta ahora han estado presentes y se sienten raros, que no encajan socialmente, porque no quieren seguir reproduciendo un machismo o un masoquismo femenil. Que gustan de actividades que según esto no corresponden a su condición de varón o de mujer, por ejemplo, niñas que les gusta el boxeo y las tachan de lesbianas.
Un caso de transexualidad es Morgana, cantante de ópera que ha lidiado por hallar un lugar en la sociedad. En su libro “En el cuerpo correcto” nos relata sus sufrimientos por no entender sus sentimientos, se sentirse como un ser de otro planeta, no ser entendida ni por sus padres y ni por ella misma, desafiando en un entorno machista, a veces con atenuantes violentos, de acoso, de burla, intentos de violación y de una religión castrante. O bien la Obra de Teatro “ Prietty Gouman” de Cesar Enríquez,(escrita, actuada producida por el mismo),  cuenta la historia de una mujer transexual que como muchos viven una vida de humillaciones, discriminación e intolerancia social, pone en evidencia que los efectos de la discriminación son siempre negativos y con la desigualdad o perdida de sus derechos, experimentando aislamiento o bien de una violencia extrema que puede terminar en la muerte. Habrá que comprender que somos tan parecidos por el simple hecho de ser seres humanos y que como a nosotros nos duele y sentimos lo mismo, pues todos en algún momento de nuestra vida hemos sufrido de la discriminación.
Ojalá se puedan romper viejos paradigmas e implementar políticas publicas congruentes con la realidad pues, la información científica y la educación rompen estereotipos y generan entendimiento que acorta las diferencias.


viernes, 24 de agosto de 2018

La mujer y el trabajo invisible.


Siempre mujeres, cumpliendo oficios que se entretejen sin tener fin. Ser costureras, ser cocineras, recamareras y planchadoras; ser enfermeras y lavanderas, también meseras y educadoras. Muy diligentes, afanadoras, a sus familias las dejan listas, rumbo a la escuela o hacia el trabajo para que puedan checar las listas. Se daba cuenta de sus afanes y de los cines sabía un carajo. Para ellos siempre la vida es seria, pero se ahogaban en la miseria.

Amparo Ochoa.

En 1934, bajo el espíritu nacional sindicalista del gobierno de Franco, en España se crea un grupo de mujeres que tenían la finalidad de fomentar en la sociedad, en especial de las casadas, una figura particular de madre y esposa sumisa como prototipo femenino, para lo cual hicieron en primera instancia una clara separación entre el mundo masculino y el de las féminas, inculcándoles a ambos actividades y profesiones distantes, por ejemplo, a la mujer actividades relacionadas con el cuidado del varón, secretarias, enfermeras, mientras que al otro, ingeniería, abogacía, etc.
Este grupo realizó una Guía para la Buena Esposa, con la finalidad de tener una preparación de la mujer para el matrimonio, que para empezar, sentenciaba que ella se levantara más temprano y que se acostara más tarde, para que él pudiera verla siempre linda y alegre. En realidad, con ese manual ellas tendrían tanto trabajo que no podían tener un momento de tranquilidad. Entre las recomendaciones estaban las siguientes: “Ten preparada una comida deliciosa para cuando él regrese del trabajo, pues viene de tener un duro día de trabajo y necesitará un poco de ánimo, así que ofrécete a quitarle los zapatos, habla en tono bajo, relajado y placentero. Preocuparte por su comodidad te proporcionará una satisfacción personal inmensa. Escúchale, déjale hablar primero; recuerda que sus temas de conversación son más importantes que los tuyos. Nunca te quejes si llega tarde, o si sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti. Intenta comprender su mundo de tensión y estrés, no le pidas explicaciones acerca de sus acciones o cuestiones, su juicio o integridad. Recuerda que es quien sostiene la casa. Los intereses de las mujeres son triviales comparados con los de los hombres, limpia la casa en la mañana y de nuevo en la tarde para que la vea siempre limpia. Cuando os retiréis a la habitación, prepárate, la higiene femenina es de máxima importancia, recuerda que debes tener un aspecto inmejorable a la hora de ir a la cama (...) si debes aplicarte crema facial o rulos para el cabello, espera hasta que esté dormido, ya que eso podría resultar chocante a un hombre a última hora de la noche. En cuanto a las relaciones íntimas con tu marido, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: Si él siente la necesidad de dormir, que sea así, no le presiones o estimules. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la tuya. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que haya podido experimentar. Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes. Recuerda ajustar el despertador para levantarte un poco antes que él por la mañana, esto te permitirá estar lista para cuando el despierte.”
En nuestro país, a la manera de nuestra propia idiosincracia, también sucedió y sigue sucediendo que la mujer al casarse queda concebida como esposa-madre y ama de casa, la mujer no sólo tiene que llevar a cabo su labor maternal, de ocuparse de sus hijos y de su esposo, sino también de realizar las labores de la casa, como lavar, planchar, cocinar, barrer, trapear, reparar, etcétera, responsabilidades como ama de casa. Sin embargo, sufre un desgaste más por estar pendiente de que todo funcione a la perfección, por estar a cargo de la economía familiar; que el dinero sea suficiente para pagar la luz, agua, gas, vestido, alimentos, estar anticipada ante los eventos posibles, ya sea en el cuidado de los hijos o con el consumo de abarrotes, que si ya se va acabar el papel higiénico, el aceite, etc. Y, si es ayudada por alguien con las labores domésticas, éstas deben ser realizadas tal y como le fue enseñado, aunque algunas de estas rutinas puedan parecer irracionales o hasta anticuadas. La cuestión es que se ha obligado a las mujeres a apropiarse de la idea de ser una buena esposa y temen ser criticadas por no tener una casa limpia como lo dicta su tradición.
A este respecto, la doctora en psicología, Lore Aresti de la Torre en 1983, realizó un planteamiento “mujer…  ¿qué te lleva a la locura? Donde analiza el destino femenino al referir que “hoy en día la mujer socialmente sana y aceptada, deberá permanecer en una especie de infantilismo o inmadurez perpetua, optando por el matrimonio y permaneciendo en él (solteras, divorciadas y lesbianas son sospechosas). Parirá algunos hijos, [tenga o no muy claro su deseo por la maternidad], dando así prueba de su ‘instinto maternal’. A partir del momento en que tenga hijos, esa mujer hasta el momento ciudadana de segunda, deberá convertirse en una profesionista interdisciplinaria, siendo guía y conformadora de nuevos seres, sin permitirse en ningún momento evidenciar su angustia, sus dudas, sus miedos, su vacío y sus necesidades (…) si no lo logra, prontamente será ‘culpabilizada’ por la sociedad y por los técnicos de la salud como mala madre, responsable absolutamente de los conflictos, carencias y neurosis de sus hijos”.
Por otro lado, la psiquiatra Sylvia Berman y colaboradores, en 1977 señalaron que el trabajo doméstico carece de estímulos, puesto que se toma como una actividad exclusiva, de responsabilidad de la mujer, y que cuando constituye la única tarea, la aísla y la embrutece. Para sostener la idea de que “el trabajo doméstico por no ser remunerado no favorece la autoestima ni el aprecio de los demás” apuntan que cuando la mujer permanece separada del contacto humano e incomunicada, tiende a conducirse de manera pasiva y su participación social sólo se ve realizada a través de su familia o de sus vecinos, lo cual conduce a que se desvalorice paulatinamente como mujer, perdiendo el interés por lo sexual, lo ideológico, lo político y lo social.
Las tareas domésticas interminables, el manejo del presupuesto del hogar, las compras, la cocina, las visitas al médico, el cuidado de la salud, etc. son los aspectos cotidianos de la vida familiar que se vuelven desgastantes. Para la mujer la multiplicidad de roles, el papel de cuidadora de niños y niñas, de personas ancianas y enfermas, dificultades matrimoniales, llegada de los hijos, hijos adolescentes rebeldes, más los problemas económicos, de comunicación, el divorcio, la viudez, aunado todo ello a la imposibilidad de gozar de un tiempo propio y a la desvalorización social y económica del trabajo reproductivo, han contribuido a que el trabajo doméstico constituya un elemento potenciador de estrés físico y mental, con mayores niveles de depresión y de adicciones como el alcohol, ludopatía, dependencias afectivas, el abuso de redes sociales y uso del celular, etc.
Por su parte, la maternidad es un hecho social que proporciona identidad a las mujeres como reproductoras, tanto de la especie como de la propia dinámica social. Además de la procreación, incluyendo la concepción, gestación, parto y lactancia, las mujeres realizan un conjunto de quehaceres invisibles a través de una especie de servidumbre voluntaria para el cuidado y cumplimiento de las necesidades vitales de otros. Esto exige un alto grado de subordinación y a su vez, un gran desgaste físico y emocional.
Como si no fuera suficiente, la mujer casada que tiene que trabajar, porque el dinero es insuficiente para la economía familiar, su carga se ve duplicada, puesto que el marido le da permiso de laborar siempre y cuando cumpla con sus obligaciones como madre y esposa.
En nuestro país los comerciales de productos de limpieza siguen planteando que el aseo de la casa es responsabilidad únicamente de la mujer-madre, aunque algunos comerciales argentinos, empiezan a hacer más regular la presencia de hombres barbados trapeando el piso, con la máxima de que ello tiene que ver con cuidar la salud de los seres queridos. No es casualidad que en ese país recientemente se haya legalizado al nivel nacional el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, en lo que hace a la interrupción del embarazo. Los mercadólogos no son tontos, saben que las mujeres se han hartado de que se les vea como máquinas de hacer quehacer, el ahora ex presidente Fox también pasó al basurero de la historia con una de sus expresiones más lamentables cuando se refirió a las mujeres como “lavadoras de dos patas”.
En las sociedades pre capitalistas todos los miembros de la familia tenían repartidas las tareas domésticas y de cuidados familiares, en ellas participaban niños, adolescentes, adultos y viejos. La limpieza del hogar y el cuidado de los más vulnerables es una tarea que debe ser repartida por todos los miembros de la familia, ya que todos forman parte del grupo, habitan bajo el mismo techo, todos ensucian y todos se benefician de pertenecer a la misma unidad familiar. Actualmente la perspectiva de género, conceptualiza esto y lo denomina corresponsabilidad, por ejemplo, está bien que se les de permiso a las mamás para que falten a su trabajo para atender a los hijos enfermos, pero… ¿Por qué siempre sólo la madre?, ¿Y el padre dónde está?. También, así como hay licencia de maternidad, el padre debe contar con el mismo respaldo laboral que la madre para cuidar y disfrutar a los bebés en sus primeros meses, y alternarse en esta tarea.
En los desarrollos mas recientes, se habla de la economía de los cuidados, que junto con otros enfoques aborda el reconocimiento del valor monetario del trabajo doméstico en cuanto a su aportación a la sociedad y a la economía. Según estimaciones el trabajo doméstico representa el 23.3% del Producto Interno Bruto de México, unos 4.6 billones de pesos, mucho dinero, ya que si los trabajadores son productivos para las empresas que los emplean, es porque alguien cuida de ellos y de sus hijos, y ello forma parte de una reproducción de su fuerza de trabajo y del valor agregado que generan y que se convierte en riqueza nacional.
Derivado de la creciente incorporación de las mujeres en el mercado laboral, pero ciertamente también pensando en los hombres, la perspectiva de género asimismo nos ha facilitado el concepto de la conciliación entre la vida laboral y la vida privada. ¿Por qué a las mujeres se les rechaza en ciertos trabajos en los qué supuestamente se exige mucho?, ¿Por qué por ser hombres algunos trabajadores deben aguantar condiciones de trabajo inhumanas como jornadas extendidas más allá de la lógica, o no tener siquiera hora de comida? El ser mujer u hombre no justifica que unas u otros estén condicionados por esta contradicción entre la vida privada y laboral, que a veces es más imaginaria que real.
El debate teórico, y aún mas, las nuevas realidades sociales nos ponen ante nuestros ojos, nuevas formas de asumirnos como mujeres y como hombres, estas nuevas oportunidades para mejorar, generadas por el afán de igualdad, representan opciones para ganar-ganar, todos saldremos ganando sin duda.

miércoles, 1 de agosto de 2018

¿INSTINTO MATERNAL O LA NECESIDAD DE ESA APOLOGIA?


Un instinto se define biológicamente como una pauta hereditaria de comportamiento, como una característica que sea común a toda la especie sin excepciones, es automático y repetitivo, razón por la cual resulta muy difícil de hablar de instintos en el ser humano. Según las teorías de Sigmund Freud, el ser humano carecería de instintos, y en su lugar tendría lo que se denomina pulsiones. Las pulsiones humanas fundamentales serían Eros (que engloba las de auto conservación y las sexuales, pulsión de vida) y la Tanathos (pulsión de muerte).
En los animales se pueden apreciar los instintos, por ejemplo: Un chimpancé hembra, aun estando en cautiverio, en pleno alumbramiento, hace paso a paso lo que debe de hacer para que nazca su cría, por ejemplo, comerse la placenta, cortar el cordón umbilical, amamantar, etcétera. En cambio, una mujer, en lugar de activar ese mecanismo, se convierte en un montón de dudas y miedos, generalmente, necesitará de otra persona para el alumbramiento, al menos que haya tenido una experiencia previa. En un estudio que realizo Irène Lêzine junto con un amplio grupo de especialistas en guarderías y hospitales en Francia, observó, que a las madres primerizas se les debe de enseñar cómo alimentar al bebe, puesto que muchas de ellas no tenían la postura correcta para cargarlo y brindarle el pezón, con lo cual tendían a asfixiarlo, ante esto ellas suponían que su bebe rechazaba el pecho.
Elizabeth Badinter a lo largo de su libro “¿Existe el Amor Maternal?” señala que en Francia y quizá en toda Europa, se presentó un alto índice de mortalidad infantil, a mediados del siglo XVIII, por lo que en primera instancia el Estado Francés se hizo cargo de los niños, siendo este el responsable de alimentarlos y cuidarlos, no obstante, con el tiempo, se consideró que resultaba más barato que las madres se ocuparan del cuidado de los infantes, y para lo cual se hizo un llamado a las mujeres para que cumpliesen su función.
La autora apunta que el Estado recurrió a diversos discursos políticos para convencerlas que se ocupasen personalmente de sus hijos. No fue fácil que las mujeres aceptaran los discursos insistentes y reiterativos relativos al papel de madre. Por ello, los alegatos de los funcionarios, fieles a la supremacía machista, tuvieron que apelar a las ciencias naturales, justificando la existencia de un denominado “instinto” maternal. Varios años tuvieron que transcurrir para que las mujeres y la sociedad en general aceptaran estos alegatos, formulados por varios pensadores como Roseau y Freud, que en el extremo buscan hacer sentir responsables y culpables a las madres hasta de la felicidad o infelicidad de sus hijos.
En este sentido, Badinter afirma que el instinto en cuestión no existe, sino que más bien es un comportamiento social e histórico que varía según las épocas y las costumbres, pero que ha quedado arraigado universalmente en las mujeres y que socialmente se pretende que este aparezca en el momento en que ella da a luz, pero apunta, que más bien se trata de un sentimiento humano, incierto, frágil e imperfecto, contrariamente a las ideas recibidas.
Norma Ferro en su libro “El Instinto Maternal o la Necesidad de un Mito” plantea que esto se trata de una de las ideas sólidamente más asentadas en nuestra cultura y es una de las expresiones de la dominación de la mujer, cuya femineidad queda reducida en virtud a la supuesta inclinación innata a la maternidad, bajo la idea de que una mujer no está completa hasta que no es madre. Según lo sostenido por la autora, la idea del instinto niega a la mujer la posibilidad del deseo, y por ende de autodeterminación. A su vez, la noción del instinto se desploma si tomamos en cuenta que a los hijos no se les planifica y quiere por instinto sino por amor y en función de un proyecto de vida; que no todas las mujeres tienen o sienten la necesidad de ser madre; y, los crecientes índices de niños y niñas en situación de calle y sujetos a tráfico, explotación y abuso de todo tipo.
A pesar de que las visiones críticas y las nuevas realidades sociales cuestionan de más en más el mito de la maternidad, mucha gente sigue suponiendo que el cuidado de los hijos corresponde por “naturaleza” a las mujeres, por el simple hecho de ser estas son las que paren y amamantan a los críos. Aún más, en franco contrasentido con el fundamento “biológico” del razonamiento, la arbitrariedad machista dicta que este cuidado y devoción debe extenderse mucho más allá de la época de crianza, cuando los hijos ya son mayores de edad, e incluso que ya han formado sus propias familias; también, esta obligación se suele extender hacia los lados, cuando se les obliga a las mujeres a cuidar de los enfermos o adultos mayores, aunque no exista una liga sanguínea o esta no sea directa.
Una vez resueltos a desnudar estas ficciones, una de las cosas que más llama la atención no es tanto descubrir que el pretendido instinto materno no funciona como nos han hecho creer, por ejemplo, en algunos eventos de sismo llegamos a saber anécdotas de madres que salen corriendo de las edificaciones y dejan a sus bebés adentro, basta decir que ello no debe ser motivo de mofa y menos para decir que son “madres desnaturalizadas”. Lo que llama más la atención es que la idea del instinto materno y la necesidad de aferrarse a este mito actúa más rápido, más automáticamente y más poderosamente que el propio instinto que dice representar, esto pasa así porque entraña, entre otros, un sentimiento de culpa y posesión muy fuerte que condiciona las actitudes y conductas de las personas ante un sin fin de escenarios.
De hecho, muchas madres se quejan y critican destructivamente, diciendo que los hombres no son capaces de llevar a cabo la labor maternal, aun cuando tampoco ellas tienen el conocimiento exacto, completo e innato de cómo cuidar a un hijo. Lo que sí sucede es que a ellas desde pequeñas se les estimula hacia esa tarea por medio de juegos con sus muñecas, y son inducidas a amamantar, bañar, preparar los alimentos, etcétera. Cuando la mujer critica al hombre en su manera de cuidar a un hijo, es algo parecido cuando una mujer es criticada por manejar un auto, ambos terminan dejándole la tarea al otro para evitar ser censurados y estar en paz con los roles de género asignados.
Impera una grave confusión de los aspectos biológicos de la maternidad con las costumbres sociales, ya que lo que en realidad está fuera del alcance de los hombres es el embarazo y el parto, pero en los demás aspectos de la crianza no hay razón biológica para no hacerse cargo. Hoy en día hay cada vez hay más padres de familias monoparentales que demuestran que son capaces de realizar todas las tareas para el cuidado de los niños.
Debido a los estereotipos, esto es visto como una amenaza por muchas mujeres que ejercen un monopolio de la maternidad y que pretenden minimizar al hombre en ese reino exclusivo. En una sociedad machista, el rol maternal altamente valorado socialmente, le otorga de manera condicionada a la mujer un relativo status privilegiado, un lugar de veneración muy delimitado, la maternidad la enaltece y santifica ante los ojos del varón, cosa que no sucede con su inteligencia o logros profesionales. Como se trata de un patrimonio femenino, la mujer tiende a defenderlo celosamente, y padece la contradicción de necesitar ayuda, pero no quiere perder el frágil control sobre su territorio. En estas condiciones, la familia puede convertirse en un terreno de rivalidad e incomunicación, en el que el afecto y afinidad de los hijos, ya sea por la mamá o el papá, se convierten en moneda de cambio que menoscaba el sentido solidario, estratégico y de entendimiento que debe tener el estar y crecer juntos.
Una visión más noble, en cambio, es que el oficio de padre o madre se aprenden con la experiencia, con decisión y respeto, y es importarte comprender que para hacerse cargo de los hijos funciona mejor un compromiso de corresponsabilidad y de conciliación de la vida y aspiraciones profesionales, laborales, académicas y familiares entre los que integran cada hogar.
Indudablemente hasta estos días, bajo estas condiciones, sin la madre no hubiésemos sobrevivido, y ha sido por medio de ella que hemos aprendido un sinfín de comportamientos vitales, desde la succión hasta el correr, desde el lenguaje hasta ser empáticos.
No obstante, Badinter apunta que los hombres más machistas pueden estar contentos ya que el final de su dominio no está previsto para mañana. Ellos han ganado la guerra subterránea sin siquiera tomar las armas, sin necesidad externar una opinión de la que luego deban rendir cuentas, sin embargo, en la práctica se niega el derecho de las mujeres a trabajar o a estudiar, porque entre otras cosas ello pone en peligro su destino manifiesto de ser madres de tiempo completo.
Estos dogmas asumidos y vividos tan cotidianamente implican que “El regreso con fuerza del naturalismo, que realza de nuevo el concepto trasnochado del instinto maternal y elogia el masoquismo y el sacrificio femenino constituye el peor peligro para la emancipación de las mujeres y la igualdad de los sexos”. Una de las reacciones más viles del régimen machista es polarizar las posiciones, mostrar como agresiva y violenta cualquier opinión crítica o disidente, incluso tergiversar y denunciar como enemigos de la institución familiar algunas propuestas de análisis que nos hacen reflexionar sobre el papel que le damos a la reproducción, que, además, explican las injusticias, los atropellos y las obligaciones que hemos impuesto a las mujeres en aras de un supuesto “instinto maternal”. Como muchas cosas en la vida, lo importante es conocer y hacerse de una opinión propia pero informada, para tomar decisiones que afectan nuestro entorno más inmediato, en este caso, el de nuestras familias, con el único afán de ponerlas al día para que funcionen mejor y proteger a quienes más queremos.

DE TRES A CINCO GENEROS


Es propio de aquellos con mentes estrechas, embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza” Antonio Machado- poeta y dramaturgo español.

Si bien es cierto que desde la antigüedad se ha manejado el marcar una diferencia entre hombres y mujeres, sin embargo, esta no ha sido siempre la misma para todas las culturas y en todos los momentos históricos.  En algunas sociedades el maquillaje, la vestimenta, los adornos corporales podrían ser exclusivos de los hombres, mientras que en otras había sido para las mujeres.  Entre las labores marcadas por sexo es lo mismo, por ejemplo, en unas sociedades el tejedor es el hombre y en otras lo contrario. Se han encontrado tumbas prehistóricas huesos que pertenecieron a hombres, pero con adornos femeninos y viceversa.

Grandes antropólogos como Lewis y Mead, afirman que en algunas sociedades pueden tener dos o más perspectivas sexuales o géneros supernumerarios, es decir, que reconocen la existencia de 3 o más diferencias sexuales. En un estudio realizado por M. Kay y Barbara Voorhies, tienen unos ejemplos sobre esto: los Mohave, quienes vivían en california explican dentro de su mitología que tanto los homosexuales como los travestis han estado en el mundo desde su origen. Les llamaban hwame a las hembras que adoptaban papeles similares a la de los varones y alyha a los machos que adoptaban papeles correspondientes a las hembras. A los chicos que deseaban juguetes o ropa propios del sexo opuesto se les practicaba una ceremonia de iniciación para legitimar su cambio de posición.
Entre los Navajo cuando nace un hijo intersexual se les llama nadle, y se les separa tanto de hombres como de mujeres y se les da en contrapartida el privilegio de ocupar una posición. Este género está integrado por los verdaderos y los que fingen ser nadle. De esta forma ellos creen en la existencia de tres posibilidades respecto al sexo, o sea reconocen tres categorías de sexo físico y tres estados en cuanto al género sexual.  Los nadle utilizan ropa de varón o de hembra según las circunstancias, es decir, un nadle hará trabajos de mujer cuando lleve vestidos de mujer y de hombre cuando este vestido de igual forma. Esta posibilidad de usar uno u otro tipo de ropa da lugar a que exprese sus preferencias y que pueda realizar tareas y funciones tanto de un género como de otro.
En algunas civilizaciones indígenas de México se consideraban tres o más géneros, por ejemplo, en la cultura Maya, se consideraba un tercer género que, a diferencia del masculino que estaba encargado de proteger y defender, y a oposición del femenino que se encargaba de cuestiones del hogar, este tercer género tenía el papel de ser sanadores o adivinadores. Podrían haber incluido a personas transgénero, doble-espíritu, o intersexo.
Existen un gran número de culturas donde reconocen más de tres géneros, sociedades tales como los buguis de Indonesia donde reconocen cinco identidades, entre los Ciukci siberianos se reconocen siete géneros: masculino, femenino, tres géneros ulteriores para los biológicamente varones y otros dos para las hembras biológicas. Las culturas mohave, zuni, hopo, navajo, yuman, crow, yokut, papago, cheyene, winnwbago, omaha, ojibwa, cocopa, apache, miami, yorok y piegan de Norteamérica. Los hijras y sanhis en la India, los mahu, polinesia. En México están Los nawikis entre los raràmuris de la sierra tarahumara, un pueblo con una gran flexibilidad en sus relación sexuales y afectivas: existen familias polígamas y polixínicas, los muxes y nguju`s del Istmo de Tehuantepec
Para los Nativo Americanos, no existía un 'set de reglas' que los hombres y mujeres tenían que cumplir con el fin de ser considerados miembros "normales" de su tribu. Es más, la gente que tenía características tanto "masculinas" como "femeninas" era vista como dotada de dones por la naturaleza y, por lo tanto, capaz de entender los dos lados de todo. En todas las comunidades se reconocían estos roles de género, solo que con distintos -pero muy parecidos- nombres: Mujer, hombre, mujer de dos espíritus, hombre de dos espíritus y transgéneros.
Lamentablemente, la influencia religiosa occidental generó serios prejuicios contra esta forma de diversidad de género practicadas en muchas sociedades, lo que obligó a las personas afectadas a tomar una de las dos opciones forzadas o esconderse para proteger su vida.
La cultura de los 'dos espíritus' en Norte América fue una de las primeras costumbres que los europeos trataron de destruir y desaparecer de la historia. Un claro ejemplo de ello es lo que dijo en su momento el artista estadounidense de la época George Catlin, quien pensaba "que esta tradición debe ser erradicada antes de que llegue a los libros de historia".
En las culturas Nativo Americanas, la gente era valorada por sus contribuciones a la tribu, más allá de su masculinidad o feminidad.
El caso de las culturas ya mencionadas, nos hace preguntarnos fuertemente si estas conductas de flexibilidad en los roles de género son realmente 'antinaturales' como la moral occidental y religiosa que rige en nuestro país, nos ha enseñado. Si en otras sociedades estas conductas fueron tomadas como normales -y hasta como "una bendición del Creador"- sin que ocurra una catástrofe por ello ¿Por qué mucha gente cree que su homofobia/transfobia es una 'defensa por lo natural'? tal vez debemos de aprender de esas culturas.


jueves, 5 de julio de 2018

SE APRENDE A SER HOMBRE.



Hace unos días escuché a un hombre casado decirle a uno recién:   “Te recomiendo pegarle a tu esposa para que sepa quien lleva las riendas y para que después no te la haga de pedo”.  Pero recordé que también he oído -“A ese niño lo estás haciendo muy faldero, lo vas a hacer maricón”; “chíngate a tu hermana por no obedecer”; ”Compórtate como todo un hombre”;” Tendrás que aprender a ser el protector y proveedor de tu familia”; “Vieja el último”; ”Los hombres no lloran”; “El color rosa es para las niñas, ¿Acaso eres niña?; “Cuida tu dignidad de varón”.
Cuantas veces  hemos escuchado estas frases,  con las cuales el hombre va aprendiendo a ser “hombre” como lo dicta nuestra sociedad. Según el pensamiento convencional los varones deben cumplir con las expectativas de ser un “hombre”, por su “supuesta” naturaleza, ser más fuerte, no mostrar debilidades, ni expresar sus sentimientos,  estar siempre seguro de las cosas que hace, ser competitivo, ser violento, agresivo, exitoso, poderoso, ser el soporte de la familia, así mismo se le asigna el puesto de jefe, hasta tal punto de hacer sentir a su mujer que  ella le pertenece. Se le enseña a reprimir sus emociones lo que llega a generar conflictos internos que se expresan por medio de la violencia, disfunciones sexuales o adicciones socialmente toleradas como el alcoholismo.
No puedo concebir la construcción de la masculinidad en la actualidad, sin la fabricación  del papel que se le impone a la mujer y que constituye la contraparte de todo ese orden de ideas y actitudes.  Así como, el hombre, desde que nace tiene que demostrar que es hombre a través de los actos cotidianos, a la mujer se le educa para ser sumisa,  insegura, dependiente y para ser servidora, es decir, servidumbre del hombre, ello posibilita y se convierte al mismo tiempo en razón de ser del comportamiento machista del hombre.
Algunos varones, de acuerdo a su historia de vida, no se sienten capaces o no están de acuerdo en seguir reproduciendo estos patrones, sin embargo, tanto hombres como mujeres los tienden a rechazar, si, aun cuando son las mismas mujeres las principales afectadas. Dichos varones se vuelven  motivo de burlas, con expresiones como “eres un mandilón” “un cobarde” “poco hombre”,  ya que son sancionados por no “comportarse como hombres”. Por el lado, de la acción afirmativa, tampoco  están social y legalmente establecidos mecanismos e incentivos para reconocer o  allanarles el camino a los individuos que deciden asumir nuevos roles como el cuidado de los hijos, de los padres, el cuidado de la casa.
Ser “hombre” o ser “mujer”  está vinculado a ideas arraigadas y que resultan convenientes para algunos que se han ocupado de que permanezcan en nuestra herencia cultural,  no es algo que sea inevitable o propio de nuestra naturaleza, sino algo que aprendemos, por ello  debemos abrirnos  en los espacios cotidianos de nuestra relación con la gente que nos rodea y reflexionar, discutir y allegarnos de más información.

En memoria de José Esteban García Amador

viernes, 29 de junio de 2018

ESE VISITANTE MENSUAL


En los orígenes de las sociedades, en algunas culturas a la mujer menstruante, se le hacía pasear por el campo con la finalidad de que su sangre fertilizara la tierra. Para otras culturas se le ha considerado impura o bien se ha asociado a cuestiones mágicas o de maldición, siempre teniendo una imagen negativa. Todavía en 1970 no se le permitía a las mujeres menstruantes  donar sangre o preparar ciertos alimentos, incluso tener contacto con el vino, hasta el baño diario les estaba prohibido.
Ante este contexto, para muchas mujeres que se encuentran  en la edad senil piensan  que todo lo relacionado a la sexualidad es algo sucio y vergonzoso.
Para ellas les es fácil  recordar el miedo que sintieron al tener su primera menstruación, pero tienen más presente  la falta de una clara información y  la falta de apoyo de su madre.
Seguramente su madre, al sucederle lo mismo, le repite la misma cantaleta que su abuela le dijo:
  ” Esta ya empezó con sus cochinadas” “que nadie se entere que estas en tus días” “búscate unos trapos, rasga una sábana vieja y póntelos” así, sin más explicación que lo que le pasaba a su cuerpo, las hizo sentir avergonzada,  sentirse vigilada mes tras mes, sin comprender que es lo que le sucedía a su cuerpo. Las burlas y las expresiones de los adultos que las hacían suponer que ellas ya entendían todo lo relacionado con la sexualidad, que en realidad, no lograban entender la relación de su regla  con la fecundidad.
Quizás algunas más jóvenes recibieron información en la escuela secundaria, pero, aun esta no fue lo suficientemente clara o bien suponían que eso no tenía  que ver con ellas. La información que se recibe en la escuela, generalmente no concuerda con lo que uno espera.
Con la aparición de la menarca su mundo cambio. Empezaron a tener más prohibiciones, como no bañarse con agua fría, no consumir limón, no jugar juegos rudos, dejar de jugar o estar cerca de sus amigos hombres, y más control si había sospecha de tener novio, todo eso conllevo a que ellas se sintiesen sucias, que lo relacionado a su sexualidad era algo malo o vergonzante.
El miedo de ser descubierta hasta por los hermanos de ver los “trapos manchados de sangre”, lavarlos a escondidas, la incomodidad de usarlos, estar todo el día al pendiente de no ensuciar su ropa y dejar una mancha que las delatara,  el tenerse que comportar como una “señorita” que no quedaba claro cómo debían de actuar.
Para muchas es tal es la vergüenza que consideran fea su propia vulva o nunca se han atrevido a verla, incluso consideran que es malo o sucio explorarse los senos para detectar alguna anomalía.

QUE SE LLEVE AL VIENTO, LAS PALABRAS


 Las palabras tienen la enorme función de comunicar, de transmitir ideas, amor, órdenes, etc., pero también tienen la facilidad de insultarnos o de menospreciarnos. Si bien, se dice que tenemos un lenguaje machista donde las palabras en masculino se destacan por cualidades positivas, mientras que sus homónimas en femenino pueden llegar a equivaler hasta 'prostituta'. Ejemplo de ello son las siguientes: un  hombre público es un personaje prominente, el perro puede ser el mejor amigo del hombre, un hombre de la vida puede ser un varón de gran experiencia, un hombrezuelo puede ser alguien insignificante, golfo puede ser una parte de mar extenso o un pillo, pero si estas palabras se usan para la mujer llevan una connotación insultante equivalente a prostituta. No es posible imaginar que una mujer pueda  gozar de su sexualidad porque inmediatamente se le juzga y se le condena.
Otras palabras tienden a descalificar o hacer valer menos a las mujeres como es el caso de la mujer soltera que se les considera una “quedada”, “que ya se le fue el tren”, “que es una amargada”; que si es feminista, es una lesbiana. Si es la suegra es una bruja metiche. Que si es una atrevida, es una mal educada o insolente, hasta si se piensa en heroína salta a la mente una droga.
Pero no solamente incluye a mujeres, también los hombres son avergonzados con palabras como: homosexual, puto, enfermo sexual, lujurioso, depravado, morboso, insensible, en fin palabras que lo descalifiquen como hombre. Pero no solamente pueden ser este tipo de palabras, a veces tiene que ver la entonación con que se dicen o con lo que se asocian. Una mujer me comento que odiaba que le dijeran “princesita” pues su exmarido la utilizaba para como insulto o bien después de nombrarla venían los golpes.
 También los apodos pueden ser utilizados para menospreciar a las personas, esto es muy común en las escuelas o centros de trabajo. Vamos etiquetando a las personas, como el “piojoso” “la morbosa”, etcetera,. Los esposos llegan a ponerles sobrenombres peyorativos como “la pelos” o “mipeoresnada”.
Indudablemente las palabras están enmarcadas por una entonación y tienen que ver con ganas de insultar, de ofender a alguien donde más le duele. Muchas veces las decimos cuando estamos enojados con alguien o incluso estas las van trasmitiendo de madres a hijas. Que al insultar a sus hijas que son unas “huevonas” unas “prostitutas”, “que no valen nada” “sucias”, “pecadoras” “pendejas” y esas palabras las repiten tanto que uno termina por creérselas.
En algunos casos son tácticas para tener poder o control sobre otra persona, pues al decirles que son unas feas, que quien se va a fijar en ellas, que no sirven ni para hacer el amor, o cuando son ellas las que  tienen alguna iniciativa sexual el primer insulto que se les ocurre es ¿quién te enseño? O si les dicen que están embarazadas, ¿quién es el padre? Haciendo tanto daño a la  estima y poco a poco abre los caminos que nos llevan a la depresión.
Habría  que comenzar a quitarle la importancia o la fuerza a esas  esas palabras que nos hacen daño. El sociólogo y antropólogo Pierre Boudrieu, en su libro la Dominación Masculina plantea como está construida la sociedad para que se reproduzca esta dominación a partir del mecanismo de violencia simbólica, menciona que las personas que la sufren coinciden ideológicamente con la persona que las está violentando, es decir, se creen merecedoras de esa violencia, en otras palabras, se la creen.


martes, 26 de junio de 2018

LA INVENCION DE LA CULTURA HETEROSEXUAL.


“Si lo fuera, seguramente estaría orgulloso de ello (ser gay) como de ser cualquier otra cosa. Mientras seas una buena persona, la orientación sexual o cosas como esas son totalmente irrelevantes. Paul Stanley 
La reina Isabel de Castilla presumía que solo se había bañado dos veces en su vida, la primera, cuando cumplió 18 años y la segunda un día antes de su matrimonio. Efectivamente la gente apestaba debido a la falta de aseo, esto debido a que el cristianismo quitó mucho de los rituales de aseo y limpieza por considerarlos un lujo innecesario, además que incitaban al pecado. Los médicos y sacerdotes afirmaban que el baño debilitaba los órganos y la mugre protegía de enfermedades.
Esto nos puede parecer algo inadmisible en pleno siglo XXI cuando actualmente es una práctica cotidiana el baño diario, parece imposible pensar que antiguamente no fuera así. De la misma manera quienes creen que los homosexuales, las lesbianas, los travestis y demás son una ocurrencia o moda de los tiempos modernos están más que equivocados, ignoran la historia y al hacerlo dejan de lado esta parte de la realidad. Desde que el mundo es mundo hay seres humanos que se sienten atraídos física, erótica y afectivamente por personas de su mismo sexo.
El mundo que nos rodea está gobernado por el ideal de la pareja heterosexual. Puesto que se trata de una superioridad invisible que da por asentado su carácter “natural”. Los cuentos infantiles; las redes sociales; las revistas; el cine; la televisión; la publicidad; las charlas con familiares o amigos, compañeros de trabajo y colegas; así como las canciones populares suelen reafirmar esta postura ya sea más implícita o explícitamente.
Louis-Georges Tin, en su libro “La Invención de la Cultura Heterosexual”, demuestra que la pareja hombre-mujer no siempre ha ocupado ese lugar privilegiado en las representaciones culturales y relaciones sociales. En occidente, esta jerarquización comenzó en el siglo XII con el desarrollo del amor cortés, pero los sectores dominantes como la iglesia y la nobleza, no cesaron de desarrollar estrategias de resistencia, que en su oportunidad incluso recurrieron a la ciencia médica. Costó mucho para que el pueblo aceptara la imposición de nuevas ideas sobre la sexualidad.
En la antigüedad la mujer era vista como una criatura de baja categoría e imperfecta, por lo cual el hombre solo era comparable con otro igual, y entonces, las relaciones entre hombres eran permitidas. Por lo cual, tanto en Grecia como en Roma la bisexualidad y la homosexualidad no eran un asunto de esconderse, secreto o de repudio, como ejemplo se encuentra la isla de Lesbos. En realidad, en muchas culturas, los contactos de hombres con hombres han sido permitidas. Una rápida mirada a la historia muestra que la homosexualidad ha existido en todas las civilizaciones tanto en Oriente como Occidente, en el Norte o en el Sur, entre los chinos y los japoneses; entre los mochicas, los quechuas y los aztecas; y qué decir de los griegos y los romanos quienes glorificaron la homosexualidad en la literatura.
Al principio de la edad media, todavía los europeos disfrutaban de una libertad sexual extraordinaria. Louis-Georges señala que “la imagen del caballero medieval como personaje cortés, casto, respetuoso y auxiliador de las damas en peligro, es una ficción creada por los re-escritores cristianos y victorianos de la historia”, ya que indudablemente la primera idea que les pasaba a los caballeros por la cabeza al ver una mujer en apuros era violarla. A su vez, muchos de los caballeros lo que buscaban era obtener los favores del Rey. El autor demuestra cómo la iglesia daba premios a todo lo que favoreciera este cambio de paradigma de hombre-hombre a hombre-dama, en un contexto lleno de contradicciones, que, si bien los miembros del clero promovían la monogamia, ellos mismos nunca la respetaban.
Con la preponderancia del pensamiento cristiano en Occidente se instaló en la moral diaria el repudio a la concupiscencia de la carne, dictado por el sexto mandamiento de la Iglesia Católica. A partir de la edad media alta, es cuando se empieza a juzgar a la homosexualidad y es proscrita como práctica sexual, que evidentemente no desapareció, sino que se hizo pecaminosa. La diseminación de los puntos de vista judeo-cristianos obligó a que la homosexualidad se volviera clandestina, por lo que en 1535 definitivamente se prohibió la homosexualidad por parte de Enrique VIII. Esta prohibición perduró al paso de los siglos, consolidándose en la visión oficial de la iglesia y en la hipocresía victoriana que ordenó el encarcelamiento de Óscar Wilde, acusado de sodomía ante su declarada práctica de la homosexualidad. Dicha herencia persiste hasta nuestros días en varios países que alguna vez formaron parte del Imperio Británico, como Jamaica y Trinidad y Tobago, en donde aún es ilegal tener una orientación diferente a la heterosexual, lo que contrasta con los avances de aceptación en Reino Unido, la entonces metrópoli.
A finales del siglo XIX la homosexualidad empezó a descriminalizarse en Occidente, si bien para ser catalogada como enfermedad, pues estaba incluida en los manuales de psiquiatría como un trastorno mental más. Y, como otros problemas psiquiátricos, se pensaba que esta "alteración de la conducta" podía curarse con diversas terapias y tratamientos. La investigación científica y el paso de los años se han encargado de desmentir estas ideas. En 1971 la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) la retira de su lista de enfermedades mentales y emocionales. Para 1989, la Organización Mundial de la Salud la elimina también. Aunque la comunidad científica internacional reconoce que no se puede considerar una enfermedad, hay personas que, contradiciendo a la ciencia, siguen pensando que se trata de un trastorno.
 Han existido importantes mujeres y hombres que han hecho grandes aportaciones a la humanidad, independientemente de su condición no heterosexual, unos cuantos exponentes son Sally Kristen Ride, primera mujer en viajar al espacio exterior; Alejando Magno, ensalzado como el más grande de los conquistadores; la poetisa Safo; los pintores y escultores Leonardo da Vinci y Miguel Ángel; Michel Foucault, historiador, psicólogo, teórico social y filósofo francés; Rita Mae Brown novelista y líder del movimiento de liberación femenina; Alexander von Humboldt, geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista y explorador alemán.
Ahora bien, no tenemos que ser mujeres u hombres connotados para ser aceptados en cuanto a la forma en cómo vivimos nuestra sexualidad o en quién depositamos nuestros afectos. Tampoco estamos obligados a seguir los designios de una expectativa o condicionamiento social de “feminidad” y “hombría”, sobre todo porque los derechos humanos y sexuales gozan actualmente de la sana separación entre las esferas de la vida pública y privada y entre la iglesia y el Estado, y son tutelados en países como el nuestro por leyes que previenen y sancionan la discriminación. Aún más, tampoco tenemos que tener nosotros mismos una orientación diferente a la heterosexual, ni tener familiares o amigos con esta condición, para poder entender, respetar y dar un trato digno y solidario y evitar hacer distingos, burlas o agresiones sobre esta base. Al final, aceptar la diferencia es liberador, porque nos compromete a aceptar que todos y todas somos iguales ante la Ley, y al mismo tiempo, que lo único que es estrictamente igual entre un ser humano y otro es que es único e irrepetible y que esa diversidad merece ser valorada y cada quien reconocido en su individualidad.