jueves, 24 de marzo de 2016

SE APRENDE A SER HOMBRE

Hace unos días escuché a un hombre casado decirle a uno recién:   “Te recomiendo pegarle a tu esposa para que sepa quien lleva las riendas y para que después no te la haga de pedo”.  Pero recordé que también he oído -“A ese niño lo estás haciendo muy faldero, lo vas a hacer maricón”; “chíngate a tu hermana por no obedecer”; ”Compórtate como todo un hombre”;” Tendrás que aprender a ser el protector y proveedor de tu familia”; “Vieja el último”; ”Los hombres no lloran”; “El color rosa es para las niñas, ¿Acaso eres niña?; “Cuida tu dignidad de varón”.
Cuantas veces  hemos escuchado estas frases,  con las cuales el hombre va aprendiendo a ser “hombre” como lo dicta nuestra sociedad. Según el pensamiento convencional los varones deben cumplir con las expectativas de ser un “hombre”, por su “supuesta” naturaleza, ser más fuerte, no mostrar debilidades, ni expresar sus sentimientos,  estar siempre seguro de las cosas que hace, ser competitivo, ser violento, agresivo, exitoso, poderoso, ser el soporte de la familia, así mismo se le asigna el puesto de jefe, hasta tal punto de hacer sentir a su mujer que  ella le pertenece. Se le enseña a reprimir sus emociones lo que llega a generar conflictos internos que se expresan por medio de la violencia, disfunciones sexuales o adicciones socialmente toleradas como el alcoholismo.
No puedo concebir la construcción de la masculinidad en la actualidad, sin la fabricación  del papel que se le impone a la mujer y que constituye la contraparte de todo ese orden de ideas y actitudes.  Así como, el hombre, desde que nace tiene que demostrar que es hombre a través de los actos cotidianos, a la mujer se le educa para ser sumisa,  insegura, dependiente y para ser servidora, es decir, servidumbre del hombre, ello posibilita y se convierte al mismo tiempo en razón de ser del comportamiento machista del hombre.
Algunos varones, de acuerdo a su historia de vida, no se sienten capaces o no están de acuerdo en seguir reproduciendo estos patrones, sin embargo, tanto hombres como mujeres los tienden a rechazar, si, aun cuando son las mismas mujeres las principales afectadas. Dichos varones se vuelven  motivo de burlas, con expresiones como “eres un mandilón” “un cobarde” “poco hombre”,  ya que son sancionados por no “comportarse como hombres”. Por el lado, de la acción afirmativa, tampoco  están social y legalmente establecidos mecanismos e incentivos para reconocer o  allanarles el camino a los individuos que deciden asumir nuevos roles como el cuidado de los hijos, de los padres, el cuidado de la casa.
Ser “hombre” o ser “mujer”  está vinculado a ideas arraigadas y que resultan convenientes para algunos que se han ocupado de que permanezcan en nuestra herencia cultural,  no es algo que sea inevitable o propio de nuestra naturaleza, sino algo que aprendemos, por ello  debemos abrirnos  en los espacios cotidianos de nuestra relación con la gente que nos rodea y reflexionar, discutir y allegarnos de más información.

En memoria de José Esteban García Amador

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