Hace unos días escuché a un hombre casado decirle a uno
recién: “Te recomiendo pegarle a tu esposa para que
sepa quien lleva las riendas y para que después no te la haga de pedo”. Pero recordé que también he oído -“A ese niño
lo estás haciendo muy faldero, lo vas a hacer maricón”; “chíngate a tu hermana
por no obedecer”; ”Compórtate como todo un hombre”;” Tendrás que aprender a ser
el protector y proveedor de tu familia”; “Vieja el último”; ”Los hombres no
lloran”; “El color rosa es para las niñas, ¿Acaso eres niña?; “Cuida tu
dignidad de varón”.
Cuantas veces hemos
escuchado estas frases, con las cuales
el hombre va aprendiendo a ser “hombre” como lo dicta nuestra sociedad. Según
el pensamiento convencional los varones deben cumplir con las expectativas de
ser un “hombre”, por su “supuesta” naturaleza, ser más fuerte, no mostrar
debilidades, ni expresar sus sentimientos, estar siempre seguro de las cosas que hace, ser
competitivo, ser violento, agresivo, exitoso, poderoso, ser el soporte de la
familia, así mismo se le asigna el puesto de jefe, hasta tal punto de hacer
sentir a su mujer que ella le pertenece.
Se le enseña a reprimir sus emociones lo que llega a generar conflictos
internos que se expresan por medio de la violencia, disfunciones sexuales o
adicciones socialmente toleradas como el alcoholismo.
No puedo concebir la construcción de la masculinidad en la
actualidad, sin la fabricación del papel
que se le impone a la mujer y que constituye la contraparte de todo ese orden
de ideas y actitudes. Así como, el
hombre, desde que nace tiene que demostrar que es hombre a través de los actos
cotidianos, a la mujer se le educa para ser sumisa, insegura, dependiente y para ser servidora,
es decir, servidumbre del hombre, ello posibilita y se convierte al mismo
tiempo en razón de ser del comportamiento machista del hombre.
Algunos varones, de acuerdo a su historia de vida, no se
sienten capaces o no están de acuerdo en seguir reproduciendo estos patrones,
sin embargo, tanto hombres como mujeres los tienden a rechazar, si, aun cuando
son las mismas mujeres las principales afectadas. Dichos varones se vuelven motivo de burlas, con expresiones como “eres
un mandilón” “un cobarde” “poco hombre”, ya que son sancionados por no “comportarse
como hombres”. Por el lado, de la acción afirmativa, tampoco están social y legalmente establecidos
mecanismos e incentivos para reconocer o allanarles el camino a los individuos que deciden
asumir nuevos roles como el cuidado de los hijos, de los padres, el cuidado de
la casa.
Ser “hombre” o ser “mujer”
está vinculado a ideas arraigadas y que resultan convenientes para
algunos que se han ocupado de que permanezcan en nuestra herencia cultural, no es algo que sea inevitable o propio de
nuestra naturaleza, sino algo que aprendemos, por ello debemos abrirnos en los espacios cotidianos de nuestra
relación con la gente que nos rodea y reflexionar, discutir y allegarnos de más
información.
En memoria de José
Esteban García Amador
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