Recuerdo que cuando éramos niños y nos llegábamos a tropezar
o a pegarnos con cualquier objeto, alguna
tía corría a socorrernos y a culpabilizar
al objeto por “malo”, por haberse cruzado en nuestro camino y hacernos
daño. Sin duda alguna, su intención era aminorar nuestro dolor y que dejásemos
de llorar, pero fue una forma de
aprender a culpabilizar a otros por lo que nos sucede. Dejamos a un
lado, nuestra parte de responsabilidad de lo que nos llega a ocurrir y de esta
forma culpamos a otros de lo que nos pasa. “si me enfermo es por tu culpa, o por
tu culpa no hice esto, por tu culpa me paso lo otro, ¡por tu culpa!”. Es tan
fácil adjudicarle a otro la responsabilidad de nuestros actos. Pero esta acción de
culpabilizar es una forma de chantaje
para utilizar al otro y forzarlo u obligarlo a que haga lo que deseamos. Nos
hacen sentir culpables de las responsabilidades de otros. Como cuando alguien
nos pide un favor, y nosotros no podemos hacerlo. Nos entra un sentimiento de
culpa, pues suponemos que no estamos actuando de acuerdo a nuestras normas
morales y sobretodo religiosas. Y la otra persona, supone que siempre obtendrá un
si como respuesta, incluso se molestan si no podemos hacerle el favor.
El sentimiento de
culpa es uno de los mayores problemas que invaden nuestra vida y que no nos
permiten ser felices. Desde pequeños nos aturden con este sentimiento,
demostrándonos que todo lo que hagamos repercute en la vida de los otros, aun
si lo que hacemos es tomar una decisión personal para nuestro beneficio. Nos
enseñan a entender la vida en base a obligaciones y responsabilidades. Nos educan para depender de los otros de una
forma enfermiza. “No hagas ruido porque tu papa se enoja”, “pórtate bien para
que mama esté contenta”.
Todo esto alimenta un círculo vicioso de infelicidad donde
la felicidad individual parece no ser importante. Las consecuencias pueden ser
muy graves para la auto valoración de quién padece esta culpabilidad cultural
extrema. Esto es, se tienen sentimientos de culpa por algo que hizo o que dejo
de hacer, aunque usted haya actuado de
acuerdo al nivel de conciencia que tenía en ese momento. Hay gente que se
siente culpable cuando no puede decir que “no” a otros. Y es que percibimos que
tal vez no estamos cumpliendo con las
expectativas de los demás o realmente hicimos algo malo, e inclusive puede ser que usted se haya
traicionado por haber roto una promesa que se hizo a usted mismo.
Si usted hizo algo malo hacia otra persona, puede
solucionarlo. Trate de arreglar el problema, pida disculpa y luego perdónese usted
mismo y siga adelante.
Si la culpa resulta porque no está usted cumpliendo la expectativa
de alguna otra persona, piense que usted
no está en este mundo para complacer ni para solucionarle la vida a los demás.
La persona aquejada de culpa constante debe aprender a
aceptar el mundo tal como es independientemente de cómo quiera usted que sea.
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